• Por Gustavo Leite
  • Ex ministro de Industria y Comercio.

La educación es un bien público y un derecho humano fundamental; es habilitante para la concreción de otros derechos. Constituye un factor clave para la erradicación de la pobreza. La educación pública gratuita debe proveer futuros bachilleres que tengan las mismas habilidades que aquellos egresados de las mejores escuelas y colegios privados, de Paraguay en primera etapa, y del mundo, más adelante. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030 son “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Como país hemos asumido el compromiso de centrar los esfuerzos en el acceso, la equidad, la inclusión, la calidad y los resultados del aprendizaje, dentro de un enfoque del aprendizaje a lo largo de toda la vida. El covid-19 desnuda las limitaciones de nuestra educación pública. Todos somos testigos de lo que está ocurriendo en nuestro país, donde nuestros alumnos están en grave riesgo de perder el año escolar.

En el 2003, se ejecutaron US$ 237 millones del presupuesto del MEC. En el 2019, se ejecutaron US$ 1.010 millones, de los cuales US$ 900 millones son salarios para aproximadamente 83.000 cargos, de los cuales alrededor de 67.000 son docentes, un 80%. El 80% de los salarios asciende a US$ 720 millones, y si dividiéramos entre 67.000, cada maestro debería ganar unos US$ 10.700 por año, aproximadamente, 13 salarios de G. 5.267.000. Pero el salario de un maestro de 2 turnos es solamente G. 4.385.678. Obviamente, los pilares de la educación –los maestros– están desmotivados y con justa razón. La burocracia administrativa se lleva US$ 180 millones al año. Sin contar los otros US$ 100 millones que se gastan en kits escolares, almuerzos, meriendas, etc. El gasto en educación pública escolar y media es 2,6% del PIB. En Taiwán, un país ubicado consistentemente entre los mejores 20 en lectura, matemáticas y ciencias de los exámenes PISA, el presupuesto comparativo asciende al 3,8% del PIB.

Seguir insuflando recursos a una estructura que los devora sin ningún resultado auspicioso sería un error. La pregunta es: ¿a qué estructura vamos a agregar más presupuesto, de qué forma y cuánto más? La participación y motivación del docente es esencial. Al decir del profesor Moshé Tatar, decano de la Facultad de Educación de la Universidad Hebrea de Jerusalén, “…el maestro sigue siendo el eje de la educación, pero ese maestro debe estar al día con las herramientas tecnológicas que hacen la educación más eficaz, debe enseñar lo que los alumnos necesitan aprender, no lo que ellos saben enseñar. Por sobre todo debe ser un motivador, y tener una mejor paga en la medida que se actualice constantemente y para mejor”.

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Un maestro de la escolar básica en Taiwán gana US$ 1.330 al mes, unos G. 8.600.000. Proponemos una nueva educación basada en mejores maestros quienes deberían ganar por lo menos G. 8.000.000 al mes, pero sobre la base de una actualización permanente, y contra resultados fehacientes de sus alumnos.

Proponemos elegir dos departamentos, sugerimos Cordillera y Caazapá (podemos argumentar el porqué de dichos departamentos, pero no lo vamos a incluir en este documento), y ensayar allí un nuevo modelo educativo (programa piloto) basado en las prioridades más abajo detalladas:

I) La primera infancia de calidad.

II) Una política integral para la formación docente que garantice profesionales de alta calidad para la enseñanza, mejores salarios vs resultados.

III) Ampliar el tiempo medio de permanencia en aulas o clases de 560 horas a 800 horas promedio por año.

IV) Incorporación de tecnología: un alumno, una tablet, una plataforma probada, internet a full para estudiar en la casa y en la escuela.

V) Programa de becas a estudiantes como estrategias que contribuyan a que la mayor parte de la población en edad escolar termine la escolaridad obligatoria.

VI) Diseño o adaptación de plataforma tecnológica para implementar el currículum a distancia (trabajar y estudiar debe ser posible para los que lo necesitan).

VII) Educación trilingüe (español, inglés, guaraní).

VIII) Menos centros, más calidad, transporte escolar y alimentación escolar.

IX) Evaluación vs estándares internacionales exigentes.

X) Involucrar activamente a padres o familiares en el proceso educativo.

Con los resultados de los programas piloto podremos conocer los resultados, los costos por alumno para extrapolar a todo el país, las necesidades de mayor capacitación docente, y la estructura burocrática mínima para sostener alta calidad. Así podremos diseñar el presupuesto para todo el país. En un capítulo anterior proponíamos volcar US$ 400 millones adicionales al presupuesto de educación pública y escalarlos en 7% anual hasta llegar a niveles internacionales.

Agradecimientos especiales al Dr. Raúl Aguilera, ex ministro del MEC, y al más arriba aludido Dr. Moshé Tatar, por sus aportes para esta columna.

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