COMENTARIO
- Por Gustavo Leite, exministro de Industria y Comercio
La COVID-19 nos sitúa frente a una ocasión única para reinventar el Estado paraguayo. Lo que la articulación política no pudo, lo generó la ciudadanía, los medios, las redes, algunos políticos sensatos, y sin dudas, el gran susto nacional con respecto al daño y el costo potencial de la pandemia. En ese sentido, el cambio radical es una necesidad imperiosa, o reformamos o sucumbimos.
DIAGNÓSTICOS Y CONSENSOS
El Gobierno Central ha ejecutado consistentemente 4 veces, o incluso más, recursos en dólares desde el año 2003 al 2018, especialmente en seguridad, educación y salud.
Las privatizaciones de facto más absurdas han ocurrido. Esto se traduce en que quien más tiene, accede a seguridad reforzada, mejores escuelas y mejor servicio de salud. Los roles prioritarios del Estado han sido subvertidos por el mal manejo de los recursos y el crecimiento irresponsable del tamaño del mismo, generando insatisfacción ciudadana.
Esto nos obliga a una priorización inteligente que sí satisfaga las necesidades básicas de la población. Específicamente, las prioridades esenciales del Gobierno deben ser la seguridad ciudadana, la educación, la salud, y trabajo digno para la mayoría, con una visión y métodos absolutamente diferentes a los actuales. El presupuesto anual debe reflejar dicha priorización.
Sin que signifique empleo o erogación estatal, abogamos por un Estado que arbitre para que la gente encuentre trabajo digno, que articule precios y mercados para la agricultura familiar campesina, y que desarrolle obra pública necesaria, regionalmente, con alta generación de empleo local. La macroeconomía sólida de los últimos tiempos por sí sola no ha resuelto problemas micro. Cuando el mercado falla, se necesita intervención estatal, sin por ello subvertir las reglas de una economía de mercado. La gestión estatal necesita de menos dogmas y más pragmatismo.
El Gobierno Central había llegado a su tope en materia de capacidad recaudadora de impuestos en el 2019. La recaudación no aumentaba en proporción del gasto, y estará muy resentida en el escenario de corto plazo post COVID-19. Con suerte podemos pensar en una recaudación similar a la prepandemia, para dentro de 2 o 3 años.
¿Qué queremos (y podemos) ser como país?
Paraguay debería intentar ser uno de los países más seguros del mundo, semejarse y alcanzar a los tigres asiáticos -Taiwán, Corea del Sur, o Singapur, e Israel en calidad educativa, y velar por una ciudadanía cada vez más sana, apostando a la prevención y al uso de la última tecnología para cubrir todo el territorio.
Me atrevo a afirmar que el Poder Ejecutivo tendrá el consenso y el apoyo ciudadano para las siguientes acciones:
* Achicar el Gobierno Central en 20%, para reorientar dichos recursos a más y mejor gasto e inversión tecnológica en seguridad, educación y salud.
* Reducir la cantidad de ministerios a 15, y racionalizar todas las unidades administrativas a no más de 15, bajo dichos ministerios.
* Suprimir todo nombramiento o contrataciones nuevas que no sean en los sectores priorizados, por lo menos por 10 años.
* Propiciar un plan de retiros voluntarios con el objetivo de generar el menor trauma posible, y a la vez propiciar un achicamiento funcional acelerado.
Todo ese ahorro se volcaría a los sectores priorizados. La propuesta significa un vuelco positivo de casi US$ 1.000 millones anuales adicionales a las áreas priorizadas. O sea, un adicional de 40% a las ejecuciones anuales de seguridad, educación y salud.
En los siguientes capítulos presentaremos nuestras propuestas con respecto a cómo y de dónde saldrán los recursos. Los invitamos a acompañarnos en este fascinante momento de la historia de nuestro querido país.
El próximo jueves, en el Capítulo 2 veremos “Cómo solventamos el cambio?”... Itaipú 2023... más allá de la discusión... faltará energía en el 2030 si no invertimos. Además “Fondo soberano de US$ 30.000 millones”.