• POR David Velázquez Seiferheld
  • Historiador
  • Investigador
  • Universidad Nacional de Pilar

Para concluir las refe­rencias a las relacio­nes entre economía y educación durante la Primera República (1811 – 1870), es interesante hacer la siguiente precisión: buena parte de la educación formal, escolar, siguió siendo financiada por las familias, tal como lo era durante la colonia.

Esto no debe inducir a la idea de creer que las escuelas eran de propiedad privada. Las familias solventaban, según las circunstancias lo exigie­ran, la construcción de la escuela, el pago del docente, el mantenimiento de la infraes­tructura e incluso, eventual­mente, algunos útiles. Pero la escuela no tenía un propie­tario único: la escuela era, quizás en un concepto más útil, pública (en el sentido de que su funcionamiento y pro­gramas estaban definidos y supervisados por las autori­dades políticas y religiosas) y comunitaria, en el sentido de a quiénes servía y quiénes la sostenían.

Serafina Dávalos creó el Colegio Mercantil de Señoritas en 1904 para contribuir a la autonomía económica de la mujer. Cuadro colección Tito Aranda, cubierta del libro “A la Mujer Paraguaya”.

Quizás podemos, sobre esta base, plantearnos una revi­sión hacia arriba de las cifras de escolarización con las que se cuentan hoy: la escasa información estadística sobre número de alumnos de escuelas sostenidas por el Estado, que existe para ese período en el Archivo Nacio­nal, debe complementarse con el número de docentes que pagaban patentes: solo pagaban patentes los que ejercerían en escuelas sos­tenidas por las familias. En otras palabras, el financia­miento de la educación era mixto (estatal y comunita­rio), pero solo conocemos las cifras de educación cubierta por el Estado.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Tras la Guerra de la Triple Alianza, se moderniza len­tamente la estructura esta­tal. Aparecen los organismos especializados de educación: El Departamento de Justicia, Culto e Instrucción Pública (equivalente a un Ministerio de Educación); más tarde, el Consejo Nacional de Edu­cación; el Consejo de Ense­ñanza Secundaria y Superior; los Consejos escolares loca­les, estos, poco estudiados hasta hoy. Sin embargo, dado el empobrecimiento extremo en el que se encontraba el país, la cobertura educativa (escuelas suficientes, docen­tes en número suficiente, úti­les escolares) era claramente insuficiente para la demanda de la niñez.

Niños Tipógrafos. El aprendizaje de oficios se daba en las propias industrias y/o locales de trabajo. El trabajo infantil no fue objeto de regulación hasta la década de 1940.

También se introdujeron mejoras progresivas pero igualmente lentas como la escuela por grados, desde 1881; y la formación norma­lista de docentes, desde 1896. En 1877 es creado el Colegio Nacional; y en 1889 la Uni­versidad Nacional de Asun­ción. Las órdenes religio­sas, nuevamente permitidas en el Paraguay: vicentinas, salesianas, betharramitas, más tarde los jesuitas, y las corrientes cristianas evan­gélicas, crean sus propios colegios.

Hacia fines del siglo XIX hacen su aparición las Escue­las de Artes y Oficios, pri­mero bajo iniciativa privada y mucho más tarde, a fines de los años 30, aparecen las Escuelas Vocacionales de la mano de la política esta­tal. Aparece igualmente un sector intermedio de educa­ción profesional para quienes tuvieran concluida por lo menos la primaria: la Escuela Agrícola, el Colegio Mercan­til de Señoritas, la Escuela de Comercio, y algunos ins­titutos ligados a la economía doméstica y a roles tradicio­nales de las mujeres. Además, el estado utilizó otros espa­cios para las educación, como las escuelas que funcionaban en los cuarteles.

Para financiar la educación primaria, inicialmente se estableció un conjunto de contribuciones provenien­tes de diversas fuentes (tasas municipales, impuestos varios sobre transacciones de diverso tipo, y un mínimo pago familiar de matrícula para la educación pública: la educación pública no sería gratuita hasta la aprobación de la Ley de Educación de 1909), de difícil recaudación, lo que volvía ineficiente el sis­tema de financiamiento. En el caso de la educación secundaria, aunque el volumen glo­bal de recursos era menor, la inversión por alumno era mayor que en la primaria, lo que despertó siempre inquie­tudes y críticas de los princi­pales referentes de la época. Los salarios de docentes en primaria eran muy bajos, lo que ocasionó una alta rota­ción en la función.

El rendimiento del sistema educativo en las aulas tam­bién era en general pésimo: según Ramón I. Cardozo, hacia 1922, un alumno con­cluía el primer grado en pro­medio en tres años (con dos años de repitencia); el segundo, en dos años; y la mayor parte desertaba al final del segundo grado. Un alumno podía llegar a con­cluir la primaria en 9 años, siempre y cuando el sistema no lo expulsara.

El esfuerzo de matricula­ción no estaba acompañado de resultados en términos de retención escolar, aun­que es necesario poner en la balanza del análisis los condi­cionantes externos de la edu­cación: el régimen de cultivos y cosechas en el campo; pla­gas como la langosta; golpes de Estado con sus respecti­vas levas forzosas y migra­ción interna de familias; epidemias como la peste, la viruela y la disentería; enfer­medades endémicas como el anquilostomiasis; la pobreza de la población mayoritaria­mente rural; incidían noto­riamente en la capacidad del sistema educativo de retener a la niñez. Una línea merece también el tema de la inefi­cacia del sistema educativo por abordar de manera eficaz (generalmente por racismo) el tema del bilingüismo, o, para decirlo con mayor pre­cisión, el monolingüismo guaraní de la mayoría de la población rural e indígena del Paraguay de aquellos años; ineficacia que contribuyó en gran medida a la expulsión de niños y niñas del sistema.

Esta conjunción de factores internos y externos explica quizás el porqué, en 1920, solo el 1% de la niñez que iniciaba la primaria la concluía; cifra que se había elevado a ape­nas el 2%, 10 años después, en 1930. El analfabetismo, que al final del siglo XIX alcan­zaba al 85% de la población, se había reducido apenas al 65% a fines de la década de los 30.

Liberal en el discurso y en el diseño institucional, extre­madamente conservador y con escasa movilidad social y políticamente inestable, el Paraguay de fines del siglo XIX e inicios del XX tam­bién se vio reflejado en el eli­tismo de su sistema educa­tivo. En la próxima entrega hablaremos sobre el trabajo, las industrias y la economía en el mismo periodo para complementar la perspec­tiva de análisis de relaciones entre economía y educación durante estas décadas.

Dejanos tu comentario