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Visión es adelantarse a los tiempos, establecer un objetivo, una meta alcanzable y trabajar para lograrla incluso superando los obstáculos más difíciles. “Acá pasa por crear algo de la nada misma”, dice Yaron Daniely, director ejecutivo de Yissum, la unidad de transferencia tecnológica de la Universidad Hebrea de Jerusalén. ¿Por qué tiene tanta importancia esta frase? Porque el Estado de Israel se fundó en 1948, ¿la casa de estudios? En 1918 se pone la primera piedra y se lanza el plan, en 1922 Albert Einstein imparte su primera clase, una poco conocida teoría, la de la Relatividad.
La universidad hoy tiene 24 mil estudiantes, de los cuales casi el 50% está buscando obtener una maestría, un doctorado, o un posgrado. El nivel de exigencia es altísimo, pero así también los resultados la posicionan como una de las instituciones educativas más respetadas del mundo. Dentro de la multiculturalidad, con alumnos de al menos 80 países, de aquella piedra fundamental del Lord Arthur Balfour al día de hoy, hay mucho más que solo años. Hay hoy un gigantesco edificio con varias sedes y excepcionales avances en la investigación en campos como agricultura, alimentación, salud, tecnología y nanotecnología.
Esta universidad busca brindar soluciones al mundo. Todos los años, mediante Yissum son al menos 150 los proyectos que intentan concretarse como startups o empresas emergentes, de los cuales al menos 100 logran su cometido. Es difícil, en promedio 1 de cada 800 ideas generan dinero, y consecuentemente la capacidad de sostenerse en el tiempo, pero en este lugar lo hacen realidad con mayor frecuencia que en cualquier otro lugar del mundo.
10.000 PATENTES
Yissum hoy tiene más de 10.000 patentes, casi 1.000 licencias comerciales, 176 compañías creadas y 2.300 colaboraciones investigativas con aliados estratégicos en el sector financiero, la industria farmacéutica y automotriz, solo por citar ejemplos.
¿Fue fácil el camino? Absolutamente no. Incontables adversidades han marcado también la historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El Monte Scopus es el pico más alto de las siete colinas sobre la que está construida la ciudad de Jerusalén. Si bien no era el lugar más práctico para construirla, la decisión se tomó basándose nuevamente en un simbolismo con un mensaje muy claro: la educación debía estar en el lugar más alto, por encima de todo. El conocimiento sería la herramienta más importante para lograr una nación próspera y un Estado exitoso.
No obstante durante casi dos décadas, después de la Guerra de Independencia, el ingreso pasó a ser imposible, porque la sede universitaria quedó rodeada de territorio jordano. La solución fue alquilar la casa de los franciscanos más al centro de la ciudad, para que los estudios e investigaciones prosigan.
Es en la guerra de los seis días, que Israel reunifica la ciudad de Jerusalén, y la Universidad Hebrea de Jerusalén puede volver a su sede original. Hoy, con una convivencia más pacífica con los vecinos, la majestuosa sede es hogar de cientos de empleados, profesores y alumnos, mientras que el otro edificio, que podría haber sido temporal, quedó como la base científica para ciencias exactas.
Son 11.690 los kilómetros de distancia entre Asunción y Jerusalén, pero estamos a la espera de que esa medida se reduzca drásticamente con un anuncio en las próximas horas. Y también, a la espera de algún que otro experimento como en su momento fueron los tomates Cherry, la tecnología para los autos que se manejan solos, los sistemas que permiten a los no videntes reconocer personas, colores y elementos. Antes de terminar una breve conversación, Daniely deja una orden a una de sus allegadas. “Asegurate que mañana vean los pollos sin plumas, y todo lo que estamos haciendo”. Toca esperar.