Casi un año después de que lo hicieran los atletas olímpicos, los primeros bañistas se sumergieron en las aguas del Sena en pleno centro de París, que autorizó el baño en el río por primera vez desde 1923.
No eran todavía las 8:00 de la mañana y decenas de personas, con flotadores amarillos atados a la cintura, esperaban ya el gran momento en una de las tres zonas habilitadas para el baño, una especie de piscinas equipadas con pontones, escaleras, duchas y vestuarios. Cerca de la torre Eiffel o frente a la isla de San Luis, cerca de la catedral de Notre Dame, residentes locales y turistas podrán hacer uso gratuito de estas instalaciones acotadas, que ofrecerán un espacio de ocio y refresco en París.
“¡Estoy muy contenta! Hace años que soñaba con nadar en el Sena”, dijo Ingrid, una parisina de 95 años vestida con un traje de baño turquesa.
Las autoridades invirtieron más de 1.400 millones de euros (1.650 millones de dólares) para mejorar la calidad del agua río arriba, con obras de captación de aguas residuales para evitar que desemboquen en él.