París, Francia. AFP.
Un año después del inicio de la invasión rusa de Ucrania el balance es devastador, con decenas de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados internos, ciudades bombardeadas y destruidas y una economía muy golpeada.
Unos 180.000 soldados rusos murieron o resultaron heridos, así como 100.000 militares ucranianos, según Noruega.
Otras fuentes occidentales hablan de 150.000 bajas en cada bando. En comparación, durante la guerra de Afganistán (1979-1989), la entonces Unión Soviética perdió 15.000 soldados.
El lado ucraniano suele emplear los términos “carne de cañón” y “carnicería” para definir la estrategia rusa: reclutas malformados enviados a una muerte casi segura.
Miles de prisioneros rusos también se unieron a la milicia Wagner, forzados por sus compañeros de armas a seguir adelante incluso ante objetivos imposibles, según Kiev y sus aliados.
Los múltiples asaltos rusos también provocan importantes pérdidas del lado ucraniano, como demuestran las numerosas banderas azules y amarillas presentes en los cementerios.
A finales de enero, la ONU cifró en 18.000 el número de civiles muertos y heridos, aunque reconoció que “las cifras reales son mucho más altas”. Entre los muertos, Ucrania habla de “más de 400 niños”.
La mayoría de víctimas murieron por bombardeos rusos, según la ONU. En la ciudad portuaria de Mariúpol (sur), los cadáveres yacían en las calles tras tres meses de ataques.
Las minas, menos mortales por el momento, podrían serlo a largo plazo. Un 30% del territorio ucraniano estaría plagado, según Kiev.
La oenegé Human Rights Watch (HRW) acusa por su parte a Ucrania de sembrar la región de Izium (este) de minas antipersonales.
Según los expertos, se necesitarán varios años para limpiar el territorio.
La guerra en Ucrania quedará en la memoria colectiva por sus duras imágenes: cadáveres de civiles con las manos atadas a la espalda en las calles de Bucha tras la retirada rusa, un peluche ensangrentado en la estación de Kramatorsk, una maternidad bombardeada en Mariúpol, etc.
Se han denunciado casi 65.000 presuntos crímenes de guerra, según el comisario de Justicia en la Comisión Europea, Didier Reynders.