Ucrania. AFP.

Muchos habitantes de Járkov, la segunda ciudad de Ucrania, aún dudan si salir o no del metro donde se refugiaron después de la invasión, pese al repliegue de las tropas rusas de la zona. “Nos pusimos topos como apodo porque vivimos bajo tierra”, bromea Kateryna Talpa, de 35 años, directora de un centro de llamadas.

Esta mujer vive en la estación de metro “Héroes del trabajo”, ubicada en el barrio Saltivska, una de las más afectada por los bombardeos desde el inicio de la invasión rusa el pasado 24 de febrero. Vestida con un gorro de lana, Talpa cuenta lo difícil que es vivir en un andén. “Estamos cansados. Pueden ver qué tipo de comodidad tenemos”, dice, señalando los colchones y sábanas colocadas en el suelo al lado de una caja de cartón con un poco de comida. Unas 200 personas aún duermen cada noche en esta estación, que llegó a juntar a 2.000 personas. Los refugiados dormían tanto en las escaleras como en los vagones de los trenes. El olor y la humedad eran difíciles de soportar.

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Pero para Yulia Fedianina, una trabajadora del subterráneo de 33 años, las “personas tienen que irse” para poder usar de nuevo el metro. “A algunas personas no las podremos mover sin ayuda psicológica”, explica. Gennadiy, un jubilado de 72 años cuya casa fue destruida y que prefiere no dar su apellido, tampoco quiere salir. “No hay ningún lugar seguro en Ucrania. Ahora está tranquilo, pero nadie sabe lo que puede ocurrir mañana”, dice.

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