AFP.

El soldado se funde en un largo abrazo con su esposa y su hija, antes de separarse a duras penas ante la barricada que bloquea el acceso a la sublime Ópera de Odesa, una histórica ciudad ucraniana. La llamada “perla del Mar Negro” vive escenas de extraña cotidianidad, entre la dulzura de la llegada de la primavera y la espera de un ataque ruso varias veces anunciado.

Aún a salvo de los horrores de la guerra en el norte y el este del país, Odesa parece suspendida en un momento difuso. El ejército y el ayuntamiento organizan visitas para periodistas, a quienes agradecen por “mostrar al mundo lo que está pasando aquí”. Para acceder al centro histórico, convertido en un camino de obstáculos de sacos de arena y vigas de hierro soldadas en cruz, con tanques en las intersecciones, es necesario mostrar la credencial; escoltados por militares, los reporteros reciben luego indicaciones sobre lo que pueden y no pueden filmar, aunque el ambiente es distendido.

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El centro de esta ciudad, fundada a finales del siglo XIX por la emperatriz rusa Catalina II y el Duque de Richelieu, bullía de gente en tiempos de paz, con sus cafés de moda y el lujoso Hotel de París con impresionantes vistas sobre el puerto.

Y, por supuesto, con los 192 escalones de la escalera Potemkin, donde el soviético Serguéi Eisenstein filmó una de las escenas más famosas de la historia del cine (en “El acorazado Potemkin”, 1925). Dominando las escaleras, la estatua del Duque de Richelieu, completamente cubierta de sacos de tierra, ha dado la vuelta al mundo. La de Catalina II, a más altura y menos expuesta, tiene por toda protección una bandera ucraniana.

Primer puerto de Ucrania en el Mar Negro, Odesa, con un millón de habitantes antes de la guerra (si bien ya han huido más de 100.000, según el municipio), es un objetivo estratégico y simbólico para los rusos.

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