Brasil. AFP

Como muchos que buscan mejores trabajos y calidad de vida, esta enfermera de 27 años dejó su tierra en setiem­bre para establecerse en Que­bec, Canadá, noveno destino de los migrantes brasileños con 121.950 personas registra­das. Estados Unidos, con casi 1,8 millones, encabeza la lista, seguido de Portugal (276.200) y Paraguay (240.000), donde en la década de 1970 hubo una migración de corte rural, según un reciente reporte del Minis­terio de Relaciones Exteriores. Nunca antes tantos brasileños vivieron fuera de su país. Ago­biados por la inseguridad y las dificultades económicas, cada año decenas de miles de jóve­nes y jubilados, ricos y pobres, empacan maletas para rehacer su vida lejos de la mayor econo­mía de Latinoamérica.

Brasil, históricamente tierra de acogida de asiáticos, afri­canos y europeos, ve ahora a sus hijos partir: 4,2 millones de ellos estaban radicados en el exterior en el 2020, cifra que empezó a crecer sin interrup­ciones desde el 2016, cuando la cancillería reportaba tres millo­nes de emigrantes, y se profun­dizó desde la llegada de Jair Bol­sonaro al poder en el 2019.

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En su natal Blumenau, en el estado de Santa Catarina (sur), Vefago Nunes precisaba de dos trabajos para subsistir; ahora trabaja en un centro médico en Montreal. “Vemos la posi­bilidad de formar una familia. Tenemos seguridad, acá veo familias en las calles sin pre­ocuparse por la violencia. En Brasil siempre salíamos con la expectativa de que algo malo iba a pasar”, apunta.

Los altos índices de violencia, inflación, desempleo y la pan­demia son los ingredientes del mayor éxodo de Brasil, que supera la fuga migratoria surgida a mediados de los ‘80 (1,8 millo­nes), motivada por la hiperin­flación, coinciden expertos. “Ahora se trata principalmente de una cuestión económica, de oportunidades de trabajo, de imposibilidad de crecer laboral­mente, ganar más dinero, aho­rrar, comprar una casa”, explica Gabrielle Oliveira, especialista en migración y profesora de la Universidad de Harvard.

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UN RIESGO A FUTURO

Según los expertos, además de perder mano de obra calificada de sectores con alta demanda, como el tecnológico, el éxodo puede ser un riesgo a futuro debido a recientes proyecciones que advier­ten de un envejecimiento poblacional.

Para el 2100, los mayores de 65 años pueden representar el 40,3% de los 213 millones de brasileños (en el 2010 eran el 7,3%), de acuerdo con un reporte de octubre del Instituto de Investigación Económica Aplicada, vinculado al Ministerio de Economía. Los menores de 15 años pasarían del 24,7% al 9%.

“Es un tema que puede complicar mucho, porque más y más per­sonas se jubilan y hay menos en edad productiva”, afirma Oliveira. En San Pablo, el enfermero Ricardo Vieira de Arruda, de 33 años, estudia francés con la esperanza de mudarse a Canadá.

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