El presidente Jair Bolsonaro lleva años sembrando dudas sobre la fiabilidad de la urna electrónica en Brasil, pero últimamente añadió a sus diatribas veladas amenazas sobre la celebración de las presidenciales del próximo año, previendo, según analistas, su eventual derrota.

Asediado por una investigación sobre su caótica gestión de la pandemia y con una marcada caída de popularidad, el mandatario ultraderechista dispara desde hace semanas contra las urnas electrónicas usadas desde 1996 y a favor de un “voto impreso y auditable” en los comicios de octubre del 2022. El pasado 8 de julio, el ex militar y ex diputado, de 66 años, subió el tono: “O hay elecciones limpias o no habrá elecciones”. Un día después dijo que entregará la banda presidencial “a quien gane con un voto verificable y confiable”. Esta semana sugirió que si el Congreso no aprueba una enmienda constitucional para incluir el voto impreso podría no presentarse a las elecciones. Antes había dicho que pediría el recuento público de los votos.

ESTRATEGIA

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“Los comentarios de Bolsonaro sobre las elecciones forman parte de una estrategia para erosionar la confianza en el sistema electoral y facilitar una posible contestación de los resultados si no consigue vencer”, dijo a la AFP Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas. La popularidad de Bolsonaro cayó este mes a 24%, un mínimo desde su llegada al poder en el 2019, y los sondeos indican que sería derrotado por amplio margen por el ex presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010). “Este, sin lugar a dudas, es el peor momento del gobierno de Bolsonaro. Tiene una situación difícil y necesita generar alguna confusión con el sistema político y con las instituciones, porque eso le da tracción y mantiene cohesionada su base”, sostiene Creomar da Souza, de la consultora Dharma.

El mandatario suele afirmar, sin pruebas, que de no haber habido fraude habría ganado las elecciones del 2018 en la primera vuelta y que la victoria de la izquierdista Dilma Rousseff en el 2014 fue también con fraude. La oposición y gran parte de la prensa vieron intenciones “golpistas” en las declaraciones de Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), que ha colocado a muchos antiguos hombres de armas en puestos clave y que en varias ocasiones insinuó que el Ejército podría tener un papel político mayor.

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