Por David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial

La pandemia de covid-19 ha afectado mucho más a las personas más pobres y vulnerables de los países en desarrollo, agravando la desigualdad y problemas existentes, como la insuficiencia de sistemas de atención de salud, el déficit de aprendizaje, el estancamiento de los ingresos, el aumento de los conflictos y la violencia, la selección inadecuada de los contratos de deuda y el cambio climático. Desafortunadamente, las demoras en el inicio del proceso de vacunación en los países en desarrollo están profundizando la desigualdad en el mundo y dejando en riesgo a cientos de millones de ancianos y personas vulnerables.

Además de los daños inmediatos, la pandemia de covid-19 está dejando secuelas duraderas: los niños han perdido acceso a instrucción vital y a programas de nutrición y vacunación relacionados; las empresas han colapsado y se han perdido habilidades laborales; los ahorros y los activos se han agotado, y el sobreendeudamiento está reduciendo la inversión e impidiendo que se materialice el gasto social urgente.

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El Banco Mundial ha actuado rápidamente para ayudar a los países mediante tres medidas: 1) programas de salud de emergencia en más de 100 países al comienzo de la crisis, 2) evaluaciones del nivel de preparación para el proceso de vacunación finalizadas en más de 140 países a fines del 2020, y 3) operaciones de financiamiento y suministro de vacunas contra la covid-19 que llegarán como mínimo a US$ 4.000 millones en compromisos para 50 países a mediados de año. Por su parte, la Corporación Financiera Internacional (IFC), nuestra entidad de desarrollo dedicada al sector privado, está ayudando a aumentar el suministro de vacunas y de equipos sanitarios esenciales.

La amplia disponibilidad de vacunas es la mejor inversión para fortalecer la recuperación y, en reiteradas ocasiones, he instado a los países que tienen suministros de vacunas suficientes a liberarlos lo antes posible para los países en desarrollo que tienen programas de vacunación en marcha.

Además de las iniciativas de vacunación, estamos focalizando nuestro financiamiento y nuestros conocimientos especializados en programas de gran impacto que salvarán vidas y medios de subsistencia y que, al mismo tiempo, apoyan un desarrollo verde, resiliente e inclusivo. El mundo en desarrollo necesita un crecimiento sostenible de base amplia y lo suficientemente sólido para sacar de la pobreza a cientos de millones de familias y en el cual se integren el desarrollo y el clima.

Para ayudar a los países a abordar los objetivos relacionados con el clima, el Grupo Banco Mundial comprometerá al menos el 35% de su financiamiento en los próximos cinco años –un total de US$ 100.000 millones– para respaldar las inversiones climáticas de los países en desarrollo. Los resultados son más importantes que el monto que se gaste.

Con el fin de atender las necesidades actuales, una parte de nuestro financiamiento climático se utilizará para esfuerzos de “mitigación” de alto impacto dirigidos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en particular de los principales emisores. De cara al futuro, por lo menos la mitad del total de nuestro financiamiento para el clima se destinará a iniciativas de “adaptación” de alto impacto, con el propósito de ayudar a los países a prepararse para los efectos nocivos del cambio climático. Nuestro enfoque en la adaptación reconoce la realidad de que el cambio climático afecta más a los países más pobres, aunque su contribución a las emisiones de GEI es mínima. Una de nuestras medidas inmediatas es ayudar a los países a implementar sus contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) y sus planes de desarrollo con bajas emisiones de carbono a largo plazo. Los países tienen enfoques muy variados respecto de la alineación con el Acuerdo de París, y es importante que sus esfuerzos climáticos maximicen el impacto tanto en las emisiones de GEI como en las iniciativas de adaptación exitosas.

Además de la desigualdad, muchos de los países más pobres enfrentan cargas de deuda sin precedentes cuyas tasas de interés son elevadas, aun cuando las tasas en las economías avanzadas siguen siendo cercanas a cero. Incluso antes de la pandemia, la mitad de todos los países de ingreso bajo ya se encontraba en situación de endeudamiento o con un alto riesgo de estarlo. Cuando se produjo la pandemia, pedí que se aliviara la deuda de los países más pobres, empezando por una moratoria inmediata del servicio de la deuda. La Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI) del Grupo de los Veinte (G-20) proporcionó alivio temporal a 43 países para postergar unos US$ 5.700 millones en pagos del servicio de la deuda entre mayo y diciembre del 2020, y se ha prorrogado el pago de US$ 7.300 millones hasta fines del primer semestre del 2021. El alivio ha sido menor de lo previsto porque no todos los acreedores participaron en la iniciativa –estos acreedores no participantes siguieron recaudando miles de millones de dólares en pagos de intereses y principalmente durante la crisis–, y porque los países deudores también deberán los pagos suspendidos, más los intereses, cuando finalice el período de suspensión en diciembre del 2021.

En abril, el G-20 anunció un marco común en virtud del cual los países con una carga de la deuda insostenible podrían alcanzar una posición de deuda moderada. En colaboración con el Fondo Monetario Internacional (FMI), estamos respaldando la implementación, pero muchos de los contratos de deuda soberana realizados en los últimos años contienen disposiciones que dificultan los análisis y las reestructuraciones de la deuda, como las garantías, las cláusulas de confidencialidad y los obstáculos para un tratamiento similar. La historia muestra que los países que no pueden solucionar las cargas de deuda pendiente no crecen y no logran reducciones duraderas de la pobreza.

El desequilibrio de las políticas en los estímulos fiscales y monetarios es otro factor importante que contribuye a la desigualdad, tanto dentro de los países como entre ellos. Los estímulos fiscales y las medidas de apoyo relacionadas con la covid-19 se concentran en las economías avanzadas, y estos esfuerzos no ayudan a la población del mundo en desarrollo.

Podemos ver esto como un alza de los precios –impulsada por la demanda en las economías avanzadas–, incluso cuando la inseguridad alimentaria afecta a enormes segmentos de los pobres del mundo. La política monetaria mundial sufre un desequilibrio aún mayor porque la compra de bonos de los bancos centrales y la regulación del crédito dirigen los recursos solo a las instituciones más seguras y más sofisticadas, desplazando a otros prestatarios.

Nuestras respuestas colectivas a la pobreza, la desigualdad y el cambio climático serán las decisiones que definirán nuestra era. Los desafíos son enormes y requieren nuevos enfoques tanto en los países en desarrollo como en las economías avanzadas. El Grupo Banco Mundial se dedica a ayudar a los países a lograr un cambio constructivo y un desarrollo sostenible mientras trabaja con los sectores público y privado para cumplir su misión básica de aliviar la pobreza y promover la prosperidad compartida.


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