COMENTARIO

POR CARSTEN PFAU, CEO del grupo de Inversiones Agri Terra y conocido inversionista agropecuario.

Nadie podrá olvidar el año de la pandemia, y lo más probable es que contaremos a nuestros nietos la historia de cómo sobrevivimos al covid-19 incontables veces. Muy probablemente, por el resto de nuestras vidas tampoco podremos olvidarnos del presidente americano más especial en la historia, Donald Trump.

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Recordemos que, cuatro años atrás, a esta altura todos daban por hecho que Hillary Clinton iba a ganar las elecciones y que se convertiría en la primera mujer que asumiría el cargo. Medios de comunicación como el New York Times, el Huffington Post o bien CNN manejaban números que daban la victoria a la senadora de Nueva York con una certeza entre 92% y hasta 98,9%. En otras palabras, cuatro años atrás, en octubre, nadie dio un centavo por las chances del polémico magnate de los bienes raíces, de convertirse en la primera persona en la historia en ganar la presidencia sin haber estado en la política antes.

Una sola persona sí creía en el billonario que en aquel entonces literalmente residía en las nubes, en el penthouse del enorme edificio que lleva su mismo nombre. La única persona que creía firmemente en la victoria de Donald Trump era: Donald Trump.

Nadie nunca peleó por la presidencia como el rudo neoyorquino de la Quinta Avenida. Hasta cuatro eventos electorales por día daba en la recta final, en estados diferentes, sin mostrar cansancio jamás. En cada ocasión se presentaba con una energía y un espíritu impresionante, sobre todo para un hombre de 70 años que tenía la opción de vivir una vida tranquila y llena de lujos en vez de exponerse al infierno de la política. Sin pausa, sin descanso y sin interrupción peleaba el hombre de 1,91 metros de altura y bajaba sus puños recién cuando le declaraban el vencedor.

Ni la muy criticada Hillary Clinton ni tampoco el Partido Demócrata lograron superar esa dolorosa derrota, y desde el día de las elecciones y hasta la fecha hicieron todo en su inmenso poder para hacerle caer al presidente Trump. Posiblemente, ningún otro hombre hubiese aguantado los constantes ataques, que en muchos casos consistían en golpes muy bajos, y el hecho de que Trump siguiera en pie después de tener que aguantar golpes tan fuertes, inspiraba a sus seguidores a compararlo con el protagonista principal de la famosa saga de boxeo “Rocky Balboa”.

Actualmente, muchos nos recuerdan a las elecciones en el 2016. Los principales medios de comunicación tienen como indiscutible ganador y futuro presidente al eterno senador y ex vicepresidente Joe Biden. El margen entre ambos candidatos, nos aseguran constantemente, es tanto que el resultado es meramente un paso protocolar.

Sin embargo, la elección del próximo 3 de noviembre se trata de Trump – y solo de Trump. La gran mayoría de los posibles votantes se encuentra frente a la decisión de votar a favor del presidente o en su contra. La figura del oponente es secundario. Pocos entendían la decisión del partido azul de mandar a una persona de 78 años a una carrera presidencial, aún más considerando el estado frágil del senador del pequeño estado de Delaware. Pero la verdad es que se optó por el candidato más inofensivo; se optó por la figura con más posibilidades de pasar por la campaña electoral casi desapercibido. El Partido Demócrata (y sobre todo, el ex presidente Obama) llegaron a la conclusión de que la única persona que puede vencer a Donald Trump es el propio Donald Trump.

Mucho ha logrado el mandatario americano, la lista de sus éxitos es larga. Pero como la Hydra de la mitología griega, que crecía dos cabezas por cada cabeza que el héroe Hércules le cortaba, por cada logro que Trump supo poner en su hoja de resultados, sus enemigos le inventaron dos –o más– problemas nuevos. La fuerza del presidente es a la vez su debilidad: su espíritu peleador. Sea por Twitter u otras redes sociales, vía entrevistas o conferencias de prensa, Trump nunca baja la cabeza –y nunca se calla–. Esa admirable característica es a la vez su talón de Aquiles, porque en vista de constantes provocaciones, muy a menudo hasta aleja a sus propios seguidores con un lenguaje poco educado, con tuits demasiado agresivos, o bien con ataques verbales nada diplomáticos. La estrategia del Partido Demócrata se puede comparar con alguien que opta por el Judo para vencer a un invencible boxeador.

No, no veremos unas elecciones presidenciales comunes y corrientes en noviembre. Tan poco normal fue el 2020 y tan poco normales serán las elecciones que definirán posiblemente el curso que tomará el mundo entero en el futuro cercano. Veremos un referéndum sobre el presidente. Y si algo hemos aprendido de la historia, es que Donald Trump sí sabe pelear.


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