COMENTARIO

Por Elvio Venega

Unos días antes de su solemne coronación, en 1914, el papa Benedicto XV afirmaba públicamente que tenía la sólida intención de intervenir de cualquier forma posible en el esfuerzo para poner fin a las hostilidades de la Primera Guerra Mundial. Lamentablemente, aquello no fue posible evitar, pero el intento realizado en favor de la paz y en el auxilio a las víctimas de la guerra contribuyeron a aumentar el prestigio internacional del papado, que con el correr de los años se ha ido incrementando.

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Durante el papado de Pablo VI, la Iglesia consolidó su participación en la escena internacional. A mediados de la década de los sesenta, el Vaticano fue incorporado a las Naciones Unidas como Estado no miembro, en la condición de Observador Permanente. Pablo VI fue el primer Sumo Pontífice en visitar la ONU, el 4 de octubre de 1965, con motivo del 20° aniversario de dicha organización mundial.

Desde entonces, la Santa Sede ha ido incrementado su participación en las actividades de dicho organismo. En la actualidad, su influencia ocupa un destacado lugar en la Comunidad Internacional. Hoy, son pocos los Estados que no tienen relaciones diplomáticas con el Vaticano. El impacto de sus acciones genera la atención mundial. Tal el caso recientemente de las consideraciones del secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, sobre la posible concreción de un nuevo Acuerdo de la Santa Sede con la República Popular de China, para la designación de obispos en ese país. El hecho, si bien puntual, generó una amplia mirada internacional.

Pompeo, a través de su cuenta de Twitter, el pasado 19 de setiembre manifestó que si la Santa Sede concretaba de nuevo el acuerdo con China “…el Vaticano pondría en peligro su autoridad moral…”. Los efectos de esas manifestaciones fueron aquietados durante la audiencia del diplomático estadounidense con el secretario de Estado de Su Santidad, cardenal Pietro Parolin y el secretario de Relaciones con los Estados, arzobispo Paul Richard Gallagher.

Ambos prelados, en un “ambiente de respeto”, hicieron notar el rechazo a la “inquietud” por la posible renovación del acuerdo con China. Con delicada diplomacia, Parolin hizo notar el “carácter genuinamente pastoral (del convenio) con el único fin de asegurar que los obispos chinos estén en plena comunión con el sucesor de Pedro”.

El Vaticano, además de su vocación evangelizadora, tiene una larga trayectoria de experiencias acumuladas en sus relaciones con naciones, gobiernos y líderes de diversos pensamientos. Ese largo caminar ha dado sobradas muestras de sabiduría, serenidad y prudente diplomacia. Sin embargo, no siempre ha tenido éxito, pero los esfuerzos realizados por varios papas han contribuido a aumentar el prestigio internacional y acrecentar el relacionamiento con los Estados soberanos.Por ejemplo, en 1870, había solamente 15 representaciones del Vaticano en el mundo. En 1939, aumentó a 38 nunciaturas y 23 delegaciones apostólicas. Para 1925, solo 25 Estados habían establecido representación diplomática regular ante la Santa Sede. Actualmente, el Vaticano tiene relación diplomática con más de 180 países, de los cuales, cerca de 90 naciones poseen embajadas ante dicha sede.

En lo que atañe al Paraguay, la erección de una Representación Pontificia data de 1920. El mismo año, un 6 de agosto, el papa Benedicto XV erigió la representación papal en Asunción en el grado de Nunciatura Apostólica. Por su lado, nuestro país abrió su representación diplomática el 12 de enero de 1948, primero como Legación permanente, y dos años más tarde, el 10 de marzo de 1950, como Embajada.

Sin duda la influencia del Estado Vaticano es fuerte e impactante. Pero no se trata de una fuerza política, sino de una fuerza diplomática sumamente grande. También, es una fuerza espiritual que favorece la permanente búsqueda de la paz, del amor y la justicia social entre “todos los hermanos”, palabras en la que se inspira la nueva Encíclica del Santo Padre;"Fratelli Tutti".

Nadie puede negar que el Sumo Pontífice ha puesto la atención e inquietud en temas globales muy preocupantes como la pobreza, la situación de los migrantes, el medio ambiente y la actual pandemia provocada por el covid-19, por citar algunos, además de su empeño por “…construir un mundo mejor, más justo y pacífico…”. Y lo hace, a través de una paciente y firme diplomacia.

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