COMENTARIO

POR CARSTEN PFAU, CEO del grupo de Inversiones Agri Terra y conocido inversionista agropecuario

El martes pasado, fuimos testigos del debate menos presidencial en la historia de los debates presidenciales de los Estados Unidos. El primer encuentro directo entre el actual presidente Donald Trump y su oponente, el ex vicepresidente Joe Biden, parecía más bien ser una pelea verbal durante un partido de fútbol, que un debate serio. Ambos interrumpían constantemente a su adversario, con una frecuencia que superaba ampliamente la cantidad normal de interrupciones estratégicas en debates políticos. La sorpresa fue, quizás, que la mayoría de los descarrilamientos verbales salían del candidato demócrata, y no del polémico republicano Trump, quien normalmente no duda en atacar, sin preocuparse por su elección de palabras.

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El resultado de la noche: Donald Trump ganó el debate.

Encuestas de Telemundo le daban una amplia ventaja al actual presidente con un 66% sobre 34% de su oponente. Encuestas de otros medios de comunicación llegaban a resultados similares. Cabe mencionar que ganar un debate presidencial no significa necesariamente ganar las elecciones. Si bien Trump se presentaba más fuerte en el choque verbal, es poco probable que haya podido convencer a más votantes con eso. Igualmente, el candidato Biden tampoco habrá logrado aumentar su base en la noche del debate.

La astucia de Trump se revela solamente a la segunda vista y con un análisis bien detallado de su estrategia. No era su plan de combate convencer votantes indecisos de su política y no era su intención motivar a seguidores del partido azul a cambiar su color. Su meta verdadera era dividir la base de Joe Biden, y el magnate de los bienes raíces obtuvo lo que estaba buscando. No – Donald Trump no había viajado en el avión presidencial, de Washington a Cleveland, para aumentar la cantidad de personas que le apoyan. El billonario vino a dividir primero, y a conquistar después. Para comprender su jugada, hay que entender la situación actual de los dos partidos principales del país norteño. La base electoral de Trump no ha cambiado desde su inesperada y sorprendente victoria cuatro años atrás. Probablemente, hasta logró aumentar el apoyo de los americanos por su política de America First. El Partido Republicano se muestra firme y muy unido.

Por otro lado, su oponente tiene la tarea difícil de unir dos corrientes muy opuestas, bajo un mismo techo. Fue muy fina la ventaja del ex senador y ex vicepresidente Biden sobre su adversario en las internas, el ultraizquierdista Bernie Sanders, y tuvo muchos problemas hasta para imponerse a la senadora Elizabeth Warren y al poco conocido intendente de South Bend, Indiana, el abiertamente homosexual Pete Buttigieg. La candidatura de Joe Biden, temporalmente solo en cuarto lugar en las internas demócratas, se hizo posible después de una fuerte intervención del ex presidente Obama, que negociaba un frágil acuerdo entre las partes. Unir un candidato del centro, que en muchos aspectos representa lo contrario a la corriente neosocialista del partido azul, con la muy amplia base de los extremistas del partido no era fácil y requería de ciertas concesiones por parte del ex vicepresidente.

Con su constante presión durante el debate, Trump no solamente lograba que su oponente perdiera el control y la paciencia, para presentarse “poco presidencial”, y en consecuencia fallaba en su ambición de ser la sana alternativa al impredecible presidente. El viejo zorro de las artes de los negocios logró provocar a su adversario abandonar políticas clave del bloque de izquierda de su partido, como por ejemplo el controversial Green New Deal (el programa política verde-socialista de Sanders y Ocasio-Cortez), a tibiamente distanciarse de las protestas violentas de Antifa y Black Lives Matter, y hasta a negarse a responder preguntas referentes a su postura con vista a la Corte Suprema, uno de los temas más importantes en las elecciones. Biden tampoco supo defender los ataques con respecto a los negocios turbios de su hijo Hunter, que le involucran fuertemente en actos de corrupción masiva.

Trump también tuvo que aguantar golpes fuertes, sobre todo cuando Biden le atacaba por su gestión en el manejo de la pandemia, pero sufría notablemente menos que su oponente.

CONCLUSIÓN

El primer debate entre Trump y Biden fue el peor debate presidencial en la historia hasta la fecha, en que ninguno de los dos supo aumentar su base electoral. Pero mientras Donald Trump no habrá perdido ni un solo voto durante los noventa minutos en Cleveland, gran parte de los seguidores de Joe Biden estarán pensando actualmente si vale la pena salir a votar. Esa fue la meta oculta del actual presidente, y cumplió con su misión.

Frase de la noche: “He logrado más en 47 meses que tú en 47 años”, fue la frase con que Donald Trump desnudaba la falta de logros de Joe Biden, quien durante 47 años ocupó un lugar en el Senado, o sirvió como vicepresidente, sin haber podido destacarse.

La carrera por la presidencia se encuentra bien abierta en este momento y considerando el muy particular sistema electoral americano, es casi imposible predecir al ganador, pese a las encuestas, que siguen favoreciendo a Biden. Subestimar la capacidad de Donald Trump de pelear con todo lo que tiene hasta el último segundo del partido es un error que conviene no repetir.

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