Río de Janeiro, Brasil. AFP.
Elenice da Silva se comunica con sus fisioterapeutas por lectura labial: “Estoy muy bien”, articula esta mujer negra de 63 años, que respira por una sonda en la tráquea, después de pasar casi tres meses en terapia intensiva por complicaciones del nuevo coronavirus.
Elenice se recupera en la unidad “pos-covid-19” del HUPE, una enfermería adaptada al cuidado de quienes se enfermaron gravemente y sufren secuelas, pero carecen de medios y de una estructura familiar para continuar el tratamiento en casa. Son pacientes “socialmente vulnerables, que ya están recuperados de la parte inicial de la enfermedad.
Ya no la transmiten, pero todavía precisan una asistencia multidisciplinaria, como fisioterapia, fonoaudiología, nutrición y asistencia psicológica”, explica a la AFP Marcia Ladeira, especialista en medicina clínica y una de las coordinadoras de la unidad. Tras períodos largos de internación, muchos sufren de debilidad muscular, insuficiencia respiratoria o renal, lesiones en la piel, problemas cardíacos, neurológicos o psicológicos.