Montevideo, Uruguay. AFP.
Los largos confinamientos y el pesimismo generalizado en América Latina por el avance del coronavirus y la debacle económica han atizado las tensiones, que en algunos casos comienzan a convertirse en protestas. Cuando el continente se consolida como epicentro mundial de la pandemia, que deja hasta ahora 3,6 millones de contagios y más de 150.000 muertos en Latinoamérica y sin la perspectiva cercana de que la curva ceda, la paciencia se agota en sectores de la ciudadanía, que en su mayoría ha obedecido en las pautas de las autoridades.
Una convocatoria a un “cacerolazo” en Chile la noche del martes degeneró en focos de protestas violentas. El llamado era para presionar por una ley que permita el retiro anticipado de fondos de pensiones para que las familias campeen la sostenida falta de ingresos por la crisis económica producto de la cuarentena. En el centro de Santiago, encapuchados prendieron fuego a al menos 20 vehículos y un autobús del transporte público. En la periferia de la ciudad, pese al toque de queda vigente y el despliegue militar, manifestantes levantaron barricadas y saquearon supermercados. Los disturbios se saldaron con 61 detenidos.
MALESTAR EN ALZA
También el martes, en Bolivia unas 4.000 personas desafiaron la cuarentena obligatoria y marcharon unos 12 km desde El Alto hasta La Paz. “Estamos defendiendo la estabilidad laboral, hay muchos despidos”, dijo Juan Carlos Huarachi, el minero que lidera la Central Obrera Boliviana, al denunciar que el gobierno de la derechista Jeanine Áñez no ha respetado “sus propios decretos” de inamovilidad laboral. Aunque la protesta, que llegó a las inmediaciones del palacio de gobierno, acabó pacíficamente, manifestaciones previas tuvieron otro desenlace. En respuesta, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le recordó al gobierno de Áñez “sus obligaciones de garantizar los derechos humanos, de no criminalizar a líderes, lideresas y participantes de las protestas sociales”.