La Habana, Cuba. AFP.

Desde que el nuevo coronavirus llegó a Cuba en marzo, la doctora Liz Caballero no ha descansado. Encargada de formar a estudiantes que recorren casa por casa en busca de nuevos casos, siente que cumple una “tarea importante” para atender la emergencia sanitaria. Esta pandemia “ha cambiado la rutina nuestra”, dice a la AFP esta mujer de 46 años y hablar pausado que trabaja desde 1998 en un centro de salud del barrio El Vedado, en La Habana. Cada mañana sale de su casa rumbo al trabajo, junto a otra “bata blanca”: su esposo Rubén, médico del departamento de salud municipal. “En estos momentos nos vemos bien poco, un tiempo corto, porque llega bien tarde”, dice Caballero, que se desempeña como médica, pero fundamentalmente como profesora de Medicina. La pandemia la sacó, al igual que a sus alumnos, de las salas de clases, y los llevó a una misión de puerta en puerta por los barrios de la ciudad, como parte de una estrategia que se aplica en todo el país para detectar contagios. “Buenos días, soy la doctora”, lanza alegremente Caballero a la entrada de un edificio. Junto a dos estudiantes que la acompañan, toca el timbre en cada apartamento para preguntar si los que viven allí tienen tos, fiebre u otros síntomas de covid-19.

Dejanos tu comentario