Lausana, Suiza. AFP.
Renato Hausler grita la hora desde el campanario de la catedral de Lausana y justo después le sigue la centenaria campana que solo tañe cuando la habitualmente tranquila ciudad suiza de la ribera del lago Leman está en peligro.
El vigilante nocturno tañe La Clemence (La Clemencia), una campana fabricada en 1518, para llamar a la solidaridad a los lausaneses y hacer frente a la pandemia del coronavirus, dice Hausler a la AFP.
Sus 3,4 toneladas de acero hacen un estruendo ensordecedor que rompe la tranquilidad de la noche desde lo alto de la ciudad y se oye a leguas a la redonda.
Su sonido suena en armonía con las de María Magdalena, Lombard y las otras cuatro campanas de la torre.
Con su sombrero de fieltro y una linterna para alumbrar el camino, Hausler hace repicar la campana tres veces, una pausa, y vuelve a repicar seis veces. Y repite la cadencia.
Cada noche sin falta, Hausler o uno de sus ayudantes gritan la hora desde las 22:00 a las 2:00, al Norte, al Sur, al Este y al Oeste desde lo alto del campanario, situado a 153 escalones del suelo de la catedral.