- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- Twitter: @RtrivasRivas
“Lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”, canta el lesionado Joaquín Sabina, a quien deseo pronta recuperación. Y, tal vez, esa estrofa, en particular, en su faceta guitarrera, el presidente Alberto Fernández la haya tarareado en los últimos días, sin darse cuenta. Quizás, hasta bajo el agua en su ducha matutina. Fue una semana agotadora la que pasó y nada hace prever que las que vendrán serán más livianas. La negociación de la deuda pública en el frente externo, con fuerte repercusión en el interno, al igual que la necesidad de mantener unida a la coalición de gobierno, ha dado paso a una migraña severa. Dentro y fuera de la Argentina, han dejado de ser pocos los que se preguntan: “¿Quién manda?”, a los coaligados, como lo explicó días atrás a esta columna la académica Alfonsina Guardia. Muchos de los que piden explicaciones son peronistas.
Con escasa información gubernamental la ciudadanía sabe muy poco de los avances, retrocesos o estancamientos en la renegociación de la deuda, un tema de alta sensibilidad económica, política, financiera y social. Se intuye que la Argentina está en default. Nada nuevo pero crucial. Los analistas Luis Tonelli y Gonzalo Condis coincidieron en sostener ante este corresponsal que el futuro del gobierno “está ligado a resolver la reestructuración de la deuda con el FMI”.
El 30 de agosto del año pasado –cuando Alberto F. era el candidato presidencial del Frente con Todos– le dijo al Wall Street Journal: “Argentina está en default, virtual y escondido”. Tres días antes, al término de una reunión que mantuvo con una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI), a través de un comunicado, fue más duro. Reveló la mala situación de las finanzas públicas y denunció: “Quienes han generado esta crisis, el Gobierno (del presidente Mauricio Macri) y el FMI, tienen la responsabilidad de poner fin y revertir la catástrofe social que hoy atraviesa a una porción cada vez mayor de la sociedad argentina. Para ello deberían arbitrar todos y cada uno de los medios y las políticas necesarias”.
El jueves último, coincidentes voceros de los sectores financiero y bursátil que exigieron preservar sus identidades, aseguraron que los títulos de la deuda argentina en poder de tenedores privados, alcanza a unos US$ 115.000 millones. Precisaron que “cerca del 58% de esos papeles nominados en moneda extranjera los tienen los más importantes fondos de inversión que operan en Wall Street y en Londres” en tanto que “el resto está en poder de operadores minoristas”.
Un analista y operador en los mercados, luego de escuchar la exposición del ministro de Hacienda, Martín Guzmán ante el Parlamento, con cinco planillas (que dejó en mi poder), en las que encolumnó, con datos oficiales del Banco Central (BCRA), los vencimientos en pesos argentinos que este país deberá honrar en el transcurso del semestre en curso que suman unos US$ 16.000 millones, 1 billón en moneda argentina, con profunda preocupación expresó: “En un flipper, es game over”.
Guzmán –quien según el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, al momento de su designación, “es la persona adecuada en el lugar correcto, en el momento correcto” y lo categorizó como “la brillante y joven esperanza argentina”, es señalado además como un especialista en reestructuración de deudas sin que hasta el momento se haya reportado con precisión qué, cuándo y dónde ha reestructurado con éxito– reiteró en el Congreso Nacional que recién en el 2023 se alcanzará el equilibrio fiscal. Desde entonces, la Argentina podrá volver a pagar. Palabras para el frente interno que también comienza a dar muestras de algunas resquebrajaduras porque no pocas situaciones judiciales preocupantes para muchos actores públicos del oficialismo, como la deuda, tampoco se resuelven. De hecho, el militante peronista, académico y diplomático, Juan Pablo Lohlé, fundador del Grupo Calafate, tink tank en el que se originó el kirchnerismo, sostiene que Alberto F. y Cristina Fernández acordaron la “unidad para la impunidad” que hasta el momento no consiguen. Si bien, para los dos temas, sólo van dos meses de gobierno, en la Argentina del vértigo, los tiempos no son extensos. Con el relato, no alcanza.
Revela el colega Fernando González, en Clarín, que reunido con empresarios alemanes, el presidente Fernández, días atrás, explicó que “la Argentina es un país que está en terapia intensiva. Y un país en terapia intensiva puede morir. ¿Y saben qué? Los muertos no pagan las deudas”. Es difícil generar confianza en esos términos.
El comunicólogo Augusto Dos Santos, con larga trayectoria de campo en la comunicación gubernamental, electoral e institucional, afirma que “comunicar la campaña y la gestión gubernamental son acciones sustancialmente diferentes que se leen tanto en el interior como en el exterior de cada país”. Ningún actor político local parecería conocer esa premisa. No dejan de gestionar comunicación electoral con sabor a campaña permanente. Argentina y el presidente Fernández no consiguen construir confianza. La deuda pública de los últimos años no es de los Kirchner, de Mauricio Macri ni lo será de Fernández y Fernández, el actual binomio de Gobierno. Desde el principio de la continuidad jurídica del Estado es de la Argentina gestionada por gobiernos con legalidad y legitimidad de origen.