Miles de armas de fuego decomisa­das a criminales son arrojadas a un horno gigantesco del cual salen calcinadas, convertidas en fierro fundido para que no vuelven a las calles de Perú, donde la inseguridad es uno de los principales problemas para la ciudadanía.

Más de 11.000 armas de fuego, entre pistolas, revól­veres, carabinas, escopetas y armamento de fabrica­ción artesanal, fueron des­truidas por las autoridades peruanas en una planta siderúrgica de la ciudad por­tuaria de Pisco, a unos 250 kilómetros al sur de Lima, un espectáculo pocas veces visto en este país, donde la violencia urbana es una de las mayores preocupaciones de la población.

“Hemos presentado 11.610 armas que a van ser destrui­das luego de ser decomisa­das. Es la mayor cantidad de armas que se destruyen en el país”, dijo Carlos Rivera, jefe de la Superintendencia de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Muni­ciones y Explosivos de Uso Civil.

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El objetivo de las autorida­des es retirar del mercado cada vez más armas ilega­les “para que estas no pue­dan ser utilizadas contra los ciudadanos”, acotó Rivera.

“Estas armas en manos de la delincuencia son utilizadas para delitos graves contra la ciudadanía y personas inde­fensas”, agregó el ministro del Interior, Carlos Morán.

La fundición de las 11,6 toneladas de armamento se realizó en el marco de la celebración por el Día Inter­nacional de la Destrucción de Armas de Fuego, decre­tado por las Naciones Uni­das.

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