• Washington, EEUU. AFP.

En su primer año como presidente de EEUU, Donald Trump se ha mostrado sediento de aclamación, consumido por el agravio y, para bien o para mal, cumpliendo su promesa de romper las normas del cargo. La ex primera dama Michelle Obama probablemente lo resumió bien: "La presidencia no cambia quién eres, revela quién eres". Bajo el foco implacable de uno de los cargos más demandantes del mundo, plagado de desafíos cotidianos, Trump ha revelado mucho sobre sí mismo desde el 8 de noviembre del 2016.

El hombre que afirmó que puede "ser más presidencial" que todos sus predecesores (excepto Abraham Lincoln), no archivó su cuenta de Twitter, en la que cada mañana dispara a diestra y siniestra en 140 caracteres. Aliados y adversarios evalúan si tomarlo en serio o no. Él mismo parece no estar cómodo como inquilino de la Casa Blanca, e incluso admitió que pensó que "sería más fácil". Para los seguidores, el magnate de 71 años está cumpliendo su promesa de poner a "EEUU primero". Está yendo "más allá de los medios, más allá de burócratas no elegidos", dijo Eric Beach, un estratega político republicano que defiende a Trump. "La verdad es que comprendió mejor que todos los demás lo que los estadounidenses sienten y cómo se sienten".

Pero su índice de aprobación, de 33% según la última encuesta de Gallup, es más bajo que el de cualquier otro presidente moderno.

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Aunque Trump puede presumir de encabezar una economía sólida, su primer año en la Casa Blanca fue pobre en victorias legislativas, tanto en el tema de salud como en el migratorio, y rico en escándalos que atormentarían a cualquier otro gobierno. Su campaña está bajo investigación federal por una presunta colusión con Rusia, una pesquisa que ha corroído el corazón de su administración.

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