• Washington, Estados Unidos. AFP.

El presidente estadounidense, Donald Trump, asistió ayer miércoles por la noche al estreno del exitoso musical “Los Miserables” en el Centro Kennedy, en Washington. La obra, adaptación de la novela de Victor Hugo, lleva a los espectadores a las barricadas de París durante el breve levantamiento de junio de 1832 contra la monarquía, que fue reprimido a fuego y sangre por el ejército y la Guardia Nacional.

“Me encantan las canciones, me encanta la obra”, declaró recientemente el presidente republicano, acusado abiertamente el martes de tendencias autoritarias por el gobernador de California, Gavin Newsom, debido a la represión de las protestas contra las redadas migratorias.

Dos grupos de manifestantes están congregados frente al Centro Kennedy. Según la CNN, algunos actores podrían negarse a participar en la función en esta prestigiosa sala de Washington, dirigida por decisión de Trump por un equipo que le es leal para imprimirle un cariz antiprogresista.

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La función del miércoles no es una cualquiera, sino parte de un evento benéfico, destinado a reforzar las arcas de la institución. Según el Washington Post, cuesta dos millones de dólares estar entre los asistentes a la recepción y tomarse una foto con Trump, además de asistir al espectáculo en un palco.

La canción más famosa de este musical, estrenado en Francia en 1980 y convertido en un fenómeno mundial tras su adaptación a Broadway, es un llamamiento a la movilización popular.

Trump acude al festival tras haber enviado a miles de miembros de la Guardia Nacional y de los Marines para sofocar los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes opuestos a su política migratoria en Los Ángeles. El republicano declaró el martes que “liberará” la ciudad de quienes él llama “insurrectos” y “enemigos extranjeros”.

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Newsom, opuesto a este despliegue militar, respondió con un discurso muy sombrío en el que describe a un “presidente que se niega a someterse a ninguna ley o Constitución, y que lidera un ataque frontal contra los valores estadounidenses”. La velada en el Kennedy Center, programada antes de estos enfrentamientos, ilustra el deseo del republicano de afirmar su control sobre el mundo de la cultura y el entretenimiento.

Inmerso en una cruzada ultraconservadora contra lo que él llama “propaganda antiestadounidense” en el arte, pero también en la investigación y la historia, el presidente también ha recuperado el control de varios museos de Washington. Y despidió a los directores de dos prestigiosas instituciones: la National Portrait Gallery y la Biblioteca del Congreso.

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