El arquitecto Jorge Enrique Bonavita, de 55 años, que estaba a cargo de la construcción que se estaba realizando en el edificio que desplomó en Villa Gesell, fue el sexto detenido en la investigación. Mientras un tercer cuerpo fue hallado ayer sábado, el sobrino de Rosa Stefanic, exdueña del establecimiento hotelero, y quien también murió en el lugar; mientras continúa la búsqueda de otras cinco personas que estarían debajo de los escombros.
Rescatistas hallaron el jueves pasado a la segunda víctima fatal del derrumbe de un hotel en obras ocurrido el martes último en la ciudad argentina de Villa Gesell. “Lo sabemos por una confirmación que hizo la familia a través de la fotografía de un tatuaje que ella tenía en el brazo derecho”, confirmó el ministro de Seguridad local, Javier Alonso, en una improvisada conferencia de prensa desde el lugar del derrumbe, acerca de la exdueña fallecida.
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Desde que ocurrió el siniestro, cuatro personas fueron detenidas: dos albañiles, un capataz y otro sujeto vinculado a la obra, que se encuentran bajo investigación por “estrago culposo agravado” y podrían enfrentar penas de hasta cinco años de prisión. El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, visitó el lugar del derrumbe el miércoles y se reunió con el Comité de Crisis.
“Vamos a continuar trabajando sin descanso hasta que removamos todos los escombros, encontremos a las víctimas y se pueda establecer qué ocasionó tamaña tragedia”, escribió en la red X. El Apart Hotel Dubrovnik, fundado en 1986 y emplazado a poco más de 200 metros de la playa, se desplomó hacia la 1:00 local (4:00 GMT) del martes.
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Tres de los diez pisos del complejo cayeron sobre un edificio lindante matando a un hombre de más de 80 años e hiriendo a su esposa, una mujer de 79 que fue trasladada a un hospital. Los rescatistas trabajan desde entonces con perros, drones, sonares, sondas con cámaras y micrófonos y una grúa para remover paredes, losas y vigas.
Se desconocen las causas del derrumbe, pero el municipio de Villa Gesell informó en un comunicado que en el hotel se llevaba a cabo una obra “en forma clandestina, sin cumplir con la normativa municipal” y que ya había sido detenida en agosto.
Fuente: AFP.
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Proceso electoral argentino atravesado por situación judicial de expresidenta Cristina
- Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- X: @RtrivasRivas
En las seis elecciones provinciales que se desarrollaron en la Argentina en lo que corre del presente año electoral de medio tiempo para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la de Senadores, el otrora poderosísimo Partido Justicialista (el peronismo) se evidencia perdedor y en caída.
La voluntad popular no acompaña en las urnas a quienes se suponen herederos de Juan Perón y Evita cuando casi el 22 % del padrón nacional estuvo habilitado para discernir con el voto cuestiones provinciales que no siempre tienen relevancia cuando en los comicios se discuten asuntos nacionales e internacionales.
Luego de conocidos los escrutinios en las provincias de Santa Fe, Salta, Jujuy, San Luis, Chaco y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), si algo queda claro es que –con la excepción justamente de la capital argentina– los oficialismos provinciales se imponen y que, en ellos, el oficialismo nacional del partido La Libertad Avanza (LLA), que fundara y lidera el presidente Javier Milei, no solo mantiene los mismos volúmenes que en las presidenciales de 2023 alcanzó en la primera vuelta electoral, sino que el 26 de octubre –cuando se realicen las elecciones legislativas nacionales en todo el país– la influencia del libertarismo, según coincidentes encuestas, “podría crecer y consolidarse” aunque, aun así carecerá a partir del próximo 10 de diciembre de mayorías en el Parlamento.
La percepción en los sentidos expuestos de analistas y relevantes actores públicos respecto de la evolución de las fuerzas políticas argentinas es tan coincidente que, según el periodista Jorge Liotti, del diario La Nación de Buenos Aires, la expresidenta Cristina Fernández (2007-2015) y exvicepresidenta (2019- 2023), “admitió días atrás, durante un encuentro político del peronismo kirchnerista –de cara al proceso electoral en desarrollo que, tanto ella como su partido “enfrentamos un escenario muy desfavorable en la provincia (bonaerense) para las elecciones de setiembre. Y si no nos va bien en setiembre, (se pregunta y los interroga) ¿cómo nos va a ir en octubre? Mucho peor”.
Siempre según Liotti, la exjefa de Estado reconoció que le “preocupa el impacto de la provincia (de Buenos Aires que tendrá el resultado de los comicios provinciales que por disposición del gobernador Axel Kicillof se realizarán el venidero 7 de septiembre) en la definición de los senadores nacionales (que se votarán un mes más tarde, porque) si cae el bastión (peronista), como le dicen (a Buenos Aires, el resultado), impacta en todo el país”.
En línea con ese trascendido, Cristina Fernández sostuvo ante sus dirigentes más cercanos que “si no ganamos en setiembre, no hay octubre posible”. También en esta apreciación de la señora Fernández, coinciden los más relevantes y connotados consultores en opinión pública que trabajan intensamente aquí.
El panorama presente al igual que el del futuro inmediato del peronismo –en cualquiera de sus variantes– y, en particular, el kirchnerista, no es bueno ni mucho menos alentador.
Aunque a dicho análisis no exento de complejidad es preciso añadirle la situación judicial de la señora de Kirchner que, condenada en tres instancias tribunalicias a “seis años de prisión con la accesoria de inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos” por ser penalmente responsable del delito de “administración fraudulenta”, como se encuentra, por un recurso de apelación en queja que la exmandataria presentó ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), si el más alto tribunal de la República rechazara su presentación, inmediatamente podría ser encarcelada porque la condena mencionada más arriba tendrá que hacerse efectiva.
De allí que –según cuatro fuentes del peronismo kirchnerista bonaerense que dialogaron con La Nación con la condición de mantener sus identidades en reserva– “Cristina quiere presentarse como candidata a diputada provincial en la Tercera Sección Electoral (la zona sur más cercana a la capital argentina), donde todas las encuestas la señalan como triunfadora” porque de resultar electa tendría fueros parlamentarios y, en consecuencia, no podría ser privada de su libertad.
Otros informantes consultados sobre el tema no solo convalidaron aquella intención, sino que añadieron que “con esa estrategia la señora de Kirchner tiene la esperanza de salvar la ropa para no ir en cana (presa)”.
Las horas pasan. Los días también. Si bien desde la perspectiva procesal la Corte Suprema de Justicia no tiene plazos para expedirse, los jueces Horacio Rosatti, presidente; Carlos Fernando Rosenkrantz, vicepresidente; y Ricardo Lorenzetti, tienen claro que el desprestigio del Poder Judicial –que es un dato real, verificable y comprobado entre otros por Latinobarómetro– podría crecer exponencialmente si no resolvieran la situación que comenzó a tramitarse cuando la imputada era presidenta.
El reloj –algo que los supremos parecen desconocer– en este caso les juega en contra. El fiscal general de la Nación, Eduardo Casal, consultado por la CSJN, varios días atrás dictaminó, aunque su dictamen no es vinculante con la decisión que finalmente tomen los jueces, que la condena a la señora de Kirchner debe ser duplicada (12 años) y, además, se la debería condenar también por el delito de “asociación ilícita”, como técnicamente se denomina a una banda (a un grupo de 3 ó más personas) que se ponen de acuerdo para delinquir y obtener beneficios de esas acciones antijurídicas.
De allí que Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti saben que –ante la opinión pública– tienen 97 días (hasta el inicio del 7 de septiembre) para decidir sobre el futuro de Cristina Fernández viuda de Kirchner.
Si no lo hicieran y en esa jornada fuera elegida candidata a diputada –desde ese mismo momento, aún antes de asumir el cargo– tendrá fueros y, para eventualmente encarcelarla para que cumpla la condena en la causa que la tiene como rea, previamente, deberá ser desaforada por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires.
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Dieron de alta al pequeño Santino tras trasplante hepático en Argentina
El pequeño Santino recibió el alta médica en Argentina, tras un trasplante hepático en el Hospital Garrahan, a donde fue trasladado a inicios de abril pasado, desde el Hospital Pediátrico Niños de Acosta Ñu. Nathalia Martínez, madre del niño de dos años, informó que se encuentra en buen estado de salud y evolucionando favorablemente.
Desde hace unos dos años, Santino estaba padeciendo problemas hepáticos y en los últimos meses previos a la intervención quirúrgica presentó un deterioro considerablemente rápido en las funciones de su hígado. En Paraguay ya se cuenta con un equipo multidisciplinario que atenderá al niño una vez que regrese del vecino país y se inicie el proceso de recuperación.
“La alegría que sentí fue inmensa cuando me informaron que el órgano funcionaba perfectamente en Santino. Siempre creímos y tuvimos fe de que iba a salir recuperado y gracias a Dios todo salió bien para él”, dijo Nathalia Martínez, madre de niño, en entrevista con C9N.
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La madre, que fue la donante del hígado, confirmó que el Ministerio de Salud provee todos los medicamentos para el paciente. “Santino va a llevar una medicación y una leche que debe consumir de por vida y eso se está gestionando con el Ministerio de Salud de Paraguay, que ya nos confirmó que nos va a proveer todo”, detalló.
Agregó que en la semana debe llegar la primera tanda de medicación antirrechazo proveída por la cartera sanitaria de Paraguay. “Siempre que tengo duda e inquietudes desde el Ministerio de Salud me responde, por eso estoy muy tranquila desde acá, porque tengo el apoyo de las autoridades. La leche que consume tiene un costo de G. 6.500.000 y le dura dos días”, señaló.
La madre de la niño, en principio no era compatible para donar el órgano, pero en el Hospital Garrahan es el único lugar donde realizan este tipo de procedimientos para casos como el de Santino. Estaba previsto que el pequeño pudiera retornar al país el próximo 14 de junio.
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Sobre la no muerte de dos barcos gloriosos
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Quienes saben de mitología –no es mi caso– sostienen que los barcos “no mueren”. Aunque inmediatamente precisan que no morir, para las embarcaciones, aplica porque devienen en leyenda o, acaso, son parte de la historia misma.
Alguna noche tormentosa pude ver cómo un viejo barco pesquero soltó amarras desde el puerto de Mar del Plata –unos 1.662 kilómetros al sur de mi querida Asunción– para navegar en medio de la borrasca hasta encallar para siempre a unos cientos de metros del cruce de dos de las más importantes avenidas de la ciudad –Constitución y Félix Ubaldo Camet–, donde quedó para siempre.
Era el 20 de junio de 1991. Inolvidable. El “buque fantasma”, como inmediatamente la imaginación popular comenzó a llamarlo, posibilitó la circulación de innumerables historias que, con increíble frecuencia, vuelven a ser parte de las conversaciones cotidianas.
Especialmente, en los inviernos cuando ese tipo de historias resultan tan atractivas en aquellas zonas de climas inclementes que estimulan los encuentros con amigos y amigas para poner límite concreto a los malos tiempos con el calor de la amistad y algunos buenos vinos.
Algunos y algunas –exóticamente, por cierto– llaman desde aquella noche a la embarcación aludida como “el holandés errante”, que –según una muy antigua leyenda marina– da cuenta de un barco que –sin sus tripulantes– (nunca me explicaron por qué) fue condenado a navegar eternamente sin poder descansar en puerto alguno.
“EL BARCO FANTASMA”
Otros, con simpleza, lo mencionan solo y simplemente como “el barco fantasma” y aseguran que el Marcelina de Ciriza –así se llama aquel pesquero español malogrado por razones que aún hoy no son tan claras– piloteado por ánimas exhaustas zarparon cuando el vendaval arreciaba.
Navegaron unos 15 kilómetros con algunas de sus luces de navegación e internas encendidas y, luego cuando no pudieron superar el desafío de olas de más de tres metros de altura, lo dejaron ir hasta que, escorado a babor, quedó allí para siempre. “Las almas del Marcelina decidieron el lugar en el que querían descansar eternamente”.
Solo Duke, un perro callejero que descansaba en su interior cuando se inició aquel último viaje, consiguió escapar a nado hasta llegar exhausto a la playa cercana. Durante algunos años los mástiles del Marcelina de Ciriza fueron atracción para lugareños y visitantes. Ya no. Sus restos están allí –algunos de los que aquí residimos lo sabemos–, pero nada de ellos emerge ni es visible.
Sin embargo, el Marcelina de Ciriza no cayó en el olvido. En una veintena de días, se trepará nuevamente a los contenidos tanto de los medios tradicionales como de los que forman parte de los ecosistemas digitales. Misterios marinos.
¿MUEREN LOS BARCOS?
¿Cómo mueren los barcos? ¿Mueren? Quienes saben de mitología –no es mi caso– sostienen que “no mueren”. Aunque inmediatamente precisan que no morir, para las embarcaciones, aplica porque devienen en leyenda o, acaso, son parte de la historia misma.
Carlos Papageorgiou –seguramente fallecido y que descanse en paz– que en el Bajo Belgrano, mi pueblo natal en Buenos Aires, comercializaba pieles y evitaba magistralmente las aduanas, decía ser marino mercante y amigo “desde la niñez” de Aristóteles Onassis.
El nombre del archimillonario propietario de la isla de Skorpios se mencionaba con frecuencia en el barrio. Sus parientes más cercanos residían justo en un chalé ubicado en la esquina de las calles Daniel de Solier y Pablo Ricchieri, a menos de tres cuadras del estadio Más Monumental de River Plate.
El caso es que el escurridizo comerciante y contador de historias muy antiguas ya mencionado relataba incansablemente que el mítico barco Caronte era el transporte de las almas de quienes morían hasta la presencia de Hades, el dios del inframundo.
Con presuntuoso tono académico (¡hasta impostaba su voz!), don Papageorgiou, a quienes con frecuencia nos sentábamos a su mesa en el desaparecido café Timi (ahora Lidoro), nos explicaba que “los nórdicos, los vikingos, también tenían un barco –el Naglfar, que llevaba a quienes morían en el Ragnarök”.
Al parecer, siempre según aquel relato atrapante para adolescentes que queríamos dejar de serlo, eso significaba conducirlos hasta su lugar, hasta los dioses, hasta alcanzar sus destinos. Por esa razón –bastante poco razonable, como casi toda cuestión en la que se involucran algunas incomprobables creencias populares– es que el viejo Carlos enfáticamente aseguraba que “los barcos nunca mueren porque son parte de la travesía hasta la batalla final”.
Apresurado, siempre, dejaba la mesa sin pagar sus varios cafés ni despejar nuestras dudas que “quedarán aclaradas totalmente otro día cuando les contaré más en detalle”.
¿Cómo mueren los barcos? ¿Mueren? ¿Dónde mueren? Tal vez porque ese interrogante no me abandona es que, asiduamente, miro hacia el mar en busca de esa respuesta que –sin dejar de lado mi curiosidad incansable– se repite una y otra vez tanto despierto como en situación de vigilia.
PRETENSIÓN
“No fue aquel un día como el de hoy. No. Ni parecido. No. Son bien diferentes. El de hoy –presiento, aunque me duela y lastime– es de recuerdos... de repasos... de búsquedas... Como desde hace algún tiempo, en procura de respuestas y de imaginar estrategias para comprender, en poco tiempo, lo que no puedo discernir en 81 años ¡Vaya pretensión de sobreviviente...!”.
Ese fue el decir susurrante que escuché. Me sorprendió. Creí que estaba solo. Miré fijamente a ese viejo –posible amante del mar o navegante entristecido– con el deseo de descubrir sus misterios y secretos.
Parecía no verme. Sentado en el punto más extremo de la “escollera sur”, a los pies de un san Salvador (patrono de los pescadores) gigantesco, en Mar del Plata –uno de mis lugares en el mundo– con sus ojos vidriosos clavados en un horizonte siempre lejano, murmuraba y, de a ratos, buscaba entre las páginas de lo que imagino como una especie de bitácora de su vida.
Leía, la guardaba celosamente en el bolsillo interno de su parca arenosa y volvía a murmurar. Me alejé unos pocos pasos. Procuré ser respetuoso de su soledad que imaginé solo habitada por fantasmas. Volví a verlo. Porteño y tanguero, al fin, creí descubrir allí sentado, de cara al mar, al “ciego inconsolable del verso de Carriego que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral” que magistralmente pintara y describiera en 1949 Homero (Manzi) en “El último organito”.
Los relojes marcaban las 7:48 del 19 de mayo de 2025. El sol asomaba imponente sobre el horizonte. El cielo regalaba algunas pinceladas tímidamente rosas. Algunas nubes pequeñas anuncian, sin embargo, que su reinado en el firmamento le será disputado rápidamente. Nada es para siempre. Gaviotas cocineras, australes y de Orlog nos sobrevuelan en busca de alimento. Algunas vuelan detrás de los barcos.
IMPRECISIÓN
Sé que no mucho tiempo atrás estas aguas tan frías como tranquilas en esta mañana fueron surcadas por algunos buques de guerra que, tal vez, hayan navegado hacia el sur. Ningún dato es preciso. “Todos mienten”, sentenció con precisión el espinoso Doctor House desde la tele. Sé qué es cierto en la era de la mentira.
Pese a ello, un par de días más tarde de aquel hoy, varios pescadores de cercanía –por llamarlos y describirlos de alguna manera comprensible para todos y todas a quienes se ocupan de la pesca costera algunas veces con barcas amarillas– me dicen que muy temprano ese lunes 19 vieron zarpar a varios buques de la Flota de Mar.
“Desde mi lancha los miramos pasar en silencio”, dijo un pescador claramente conmovido. “Dejaron la base (naval Mar del Plata) los avisos ARA Bahía Agradable y ARA Puerto Argentino y, junto con ellos, también zarparon la patrullera ARA Contralmirante Cordero y la corbeta ARA Espora. No iban hacia el mar con alegría”.
Por unos minutos enmudeció. “Remolcados iban el aviso ARA Alférez Sobral y la corbeta Drummond. Heridas gravemente por los años y agotadas por cientos de misiones”, agregó.
INEQUIDAD
El veterano pescador y sus tripulantes exudaban tristeza mientras hablaban –algunos en voz muy baja– y manipulaban las redes con las que luego irán por la corvina, la pescadilla y el gatuzo para ganarse la vida con la ‘pesca del día’”.
La inequidad también está en el mar. Volví a mirar al misterioso viejo. Por largos minutos no me atreví a hablarle. No recuerdo siquiera si lo intenté sin éxito o, finalmente, lo hice. Solo lo interrogaba observándolo. A nuestro alrededor solo viento rugiente, frío y olas que tienen el color oscuro del Atlántico Sur y golpean con fuerza contra las rocas.
“Tenemos la misma edad con el Sobral, 81. Los dos nacimos en 1944. Yo, en algún lado donde mi madre en situación de pobreza y sin mi padre a su lado encontró para parir cerca del mar y él, el 29 de setiembre en Orange, Texas. Siempre que pude lo visité y cada vez que zarpó, desde este mismo lugar, lo despedí.
Como hoy, aunque con el dolor de saber que no volverá, pero con algo de tranquilidad porque supe lo que sufría cuando lo dejaban amarrado, en algún puerto con el agua salada mojándole el casco y la quilla mientras que sus mástiles se secaban y corroían hasta ser carcomidos y mostrarse herrumbrosos”.
Silencio. Una pequeña voluta de humo blanco que la ventisca impiadosa fagocitó inmediatamente, junto con la incomparable percepción olfativa de ese aroma tan clásico como inconfundible, seductor y placentero que emerge de una mezcla aromática de tabacos madurados –seguramente Golden Cavendish– quemándose en la cazoleta de una pequeña pipa Author, me permitió imaginar que ese “viejo marino” –así lo llamaré– bien sabía de qué hablaba.
Me senté a su lado para escucharlo y percibirlo con más claridad. Curtidos pómulos rosáceos, descuidada barba entrecana. Ojos muy oscuros clavados en algún lugar y, hasta quizás, en sus recuerdos, imaginé por su impronta y sus pocas pero profundas palabras que expresara y que pude escuchar. Vivir también puede ser un ejercicio permanente de memoria.
RECUERDOS
Cubría su cabeza con una vieja gorra de capitán prisionero en el campo de concentración de algunos recuerdos recordables que, incluso, podrían remitir a tiempos fugazmente gloriosos. Nada es para siempre. Tampoco la gloria.
Durante un largo rato permanecí mirándolo. Solo mirándolo. Creo que ni siquiera registraba mi presencia. No me atreví a interrumpir la que doy por cierto era su retrospección. Me pareció sacrílego hacerlo.
“La memoria no es solo nostalgia”, sostiene el papa León XIV, quien enfáticamente asegura que también “es la raíz del propósito y el mapa del significado” que cada quien, y cada cual, procura y, tal vez, consigue para darle o encontrarle sentido a la vida… o a la muerte. Memoria y recuerdo. Dos situaciones bien diferentes que marcan con precisión la enorme distancia que existe y separa anatómicamente al cerebro del corazón.
Si el cuerpo fuera del impreciso tamaño del universo, me animo a pensar y decir que cuarenta centímetros pueden ser miles de kilómetros de años luz en otros escenarios, en otras situaciones. Inhalé profundo. Un vaho salitroso rayano en la hiperoxia saturó mis pulmones.
Unos seis mil seiscientos sesenta y pocos kilómetros hacia el este está Sudáfrica. El anchísimo Atlántico Sur se interpone entre los dos continentes. Y allí también se guardan –voluntaria o involuntariamente– millones de secretos.
Lo tengo claro. Se dice –desde hace algunos días, aunque a fuerza de ser precisos no queda claro– que los buques de guerra que partieron desde la Base Naval Mar del Plata arrastraron al ARA Drummond y al ARA Sobral hasta un lugar no precisado distante entre 90 y 100 millas náuticas de la ciudad de Necochea, unos 135 kilómetros al sur de aquí.
Según la explicación de varios marinos de guerra –casi todos veteranos de Malvinas cuyas identidades preservaré– una vez allí, “en esa posición, por la tarde del 21 de mayo, en el transcurso de un ejercicio de artillería, los dos buques fueron hundidos. Quedarán en el mar Argentino para siempre”.
Muy probablemente, los mismos sensores hidroacústicos que triangularon con total precisión dónde terminó sus días el submarino ARA San Juan el 15 de noviembre de 2017 también “escucharon” el fin de las dos embarcaciones respetuosamente cañoneadas. El alférez José María Sobral –héroe naval, en cuya memoria uno de esos buques que combatió en Malvinas fue bautizado y permanecerá para siempre en el fondo del mar– también murió cuando cumplió 81 años, el 14 de abril de 1961.
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José Luis Ardissone, el arquitecto
- Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Este domingo, Toni Roberto rinde homenaje a una faceta menos conocida del eminente director y actor de teatro que partió el pasado 22 de mayo para permanecer de otra forma en la pléyade de la cultura paraguaya.
Con unos libros en la mano, mi computadora y un viaje a la casita del fondo, ahí donde escribo con el corazón de los recuerdos y unas lágrimas para llorar solo, empiezo a escribir otro capítulo en la historia de mi memoria ante la partida de José Luis Ardissone, hoy en esta nueva manera de tenerle presente para siempre.
Hola, José Luis. ¿Querés pasearte un rato por el barrio para analizar algunas arquitecturas? Como siempre, él sin ningún titubeo me dice “te espero”. Paramos en algunas casas de los años 70, las cuales nos parecían a los dos muy interesantes. Tal vez, la época de mayor gloria de la arquitectura paraguaya, en la maduración de un lenguaje que se afianzó en esa década y a la cual él perteneció.
EL CHALECITO ECONÓMICO Y FUI YO
Llegamos a la esquina de Bertoni y Mariano A. Molas. Una mirada a una fachada de mi parte y le digo: “José Luis, qué hermoso este chalecito económico, digno, sencillo, pero con mucho que decir. ¿Quién habrá sido el arquitecto?”. Yo al volante, un momento de silencio y me dice: “¿Querés saber quién fue el arquitecto? Yo”. Mi asombro por la coincidencia y aquel instante tan memorable que jamás olvidaré.
EL HOTEL CHACO
El trabajo arquitectónico de Ardissone tiene uno de sus más importantes ejemplos con el diseño del edificio Chaco Hotel, un emblema de los 70 del centro de Asunción. Hoy es parte del estudio histórico del paisaje urbano asunceno y que fuera analizado con mucha atención por uno de nuestros más importantes teóricos de la arquitectura paraguaya, César “Yito” Morra, en su libro “Espacios intermedios”, editado por la Universidad Católica Ntra. Sra. de la Asunción en 2004.
LA CASA DE DON MICHELLE Y PAOLO PEDERZANI
Una tarde, café de por medio, me contó la historia de una casa sobre Mcal. López: “Un día nos llama don Michelle Scavone a Paolo Pederzani y a mí y nos dice: ‘Quiero hacer una gran casa en este terreno’, en un tono serio, seguro y con un claro acento italiano. Le planteamos un proyecto vanguardista, teniendo en cuenta que yo volvía de estudiar arquitectura en la cuna de la arquitectura moderna latinoamericana, que era Río de Janeiro. Le pasamos el primer borrador y nos dijo: ‘Ma io (pero yo) les pedí una casa, no una fábrica’.
Todos aquellos sueños de una mirada más contemporánea de principios de los años 60 se habían ido al tacho cuando empecé a discutirle. Me dijo Paolo: ‘Vamos un rato al patio. José Luis, ¿vos te querés casar? ¿Querés juntar plata para tu casamiento?’. Y le respondí, con un efusivo y contundente, ¡sí! ‘Entonces callate y vamos hacer la casa que a don Michelle le gusta’”.
UN INVESTIGADOR SABIO Y SILENCIOSO
Muchos a esta altura de la lectura se preguntarán “¿Ardissone también era arquitecto?”. Él era antes que nada un investigador silencioso y sabio en el trabajo de la funcionalidad del hogar, cosa que se puede notar en su propia casa, a la que se mudó en 1974, en Villa Morra, en Dr. Morra casi Tte. Vera.
En aquellos años era un lugar muy lejano a donde se accedía por un inmenso arenal. Cuando llegaba la noche, las ranas hacían conciertos que daban la nota en medio de un gran silencio. La paradoja del destino es que hoy es una de las esquinas más ruidosas del viejo barrio del dottore Morra.
DESDE VILLA YIYÍ, HASTA LA SEDE DE LABORATORIOS CATEDRAL
Las casas realizadas por Ardissone Nunes son innumerables; solo como ejemplo, dos residencias para Guido Masi en Perú y Río de Janeiro, Villa Yiyí en Villa Morra; la casa de su suegra, la de Víctor Abente, la de su hermana María Inés y muchas viviendas de bajo presupuesto, pero realizadas con toda la dignidad que solo un gran humano lo podría hacer.
Además, la ex sede central de los laboratorios Catedral sobre la avenida España y San Martín, las oficinas y recepción del frente del Colegio San José y así mientras escribo sigo descubriendo más arquitectura suya.
Así hoy termino, al final, con lágrimas en los ojos, recordando la otra faceta de este grande del teatro, José Luis Ardissone Nunes, aquel seguidor y participante de muchísimos programas de “Cuadernos de barrio”.
Ahí también vivirá, en mi eterno recuerdo. Cuando salga a seguir mirando la ciudad, siempre estará presente el eterno, el otro José Luis Ardissone, el arquitecto.