Irán prohibió los bíperes y walkie-talkies en todos los vuelos, informó la prensa local el sábado, semanas después de las letales explosiones de estos dispositivos del movimiento islamista Hezbolá en Líbano, atribuidas a un sabotaje de Israel.
“Se ha prohibido la entrada de cualquier dispositivo de comunicación electrónica, excepto teléfonos móviles, en las cabinas de vuelo o en los vuelos de carga”, informó la agencia de noticias ISNA, citando al portavoz de la Organización de Aviación Civil de Irán, Jafar Yazerlo.
La decisión se produjo más de tres semanas después de los ataques contra miembros del grupo Hezbolá, aliado de Irán, en Líbano, en los que explotaron bíperes y walkie-talkies. Al menos 39 personas murieron y cerca de 3.000 resultaron heridas en el ataque, del que Irán y Hezbolá culparon a Israel.
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A principios de este mes, la aerolínea Emirates, con sede en Dubái, prohibió los bíperes y los walkie-talkies a bordo de sus aviones. Las tensiones regionales se han disparado desde el estallido de la guerra de Gaza en octubre del año pasado, implicando a grupos proiraníes de Líbano, Irak, Siria y Yemen.
Varias aerolíneas han suspendido en las últimas semanas sus vuelos a Irán tras el ataque con misiles de Teherán contra Israel el 1 de octubre. Irán disparó unos 200 misiles contra Israel en represalia por la muerte del líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, en un ataque israelí en Beirut en septiembre.
Desde entonces, Israel ha prometido tomar represalias, y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo que la respuesta será “mortal, precisa y sorprendente”.
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Fuente: AFP
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Tomar el desayuno y correr al búnker en 90 segundos
Cuando empiezan a sonar las sirenas de alerta sobre los cielos de Tel Aviv, la familia Weisman y millones como ellos buscan refugio de los misiles en camino y hoy continúan recogiendo los escombros de sus vidas.
Vera Lucía Papaterra, de origen dominicano, reportera del periódico estudiantil The Independent Florida Alligator (Gainesville, EE. UU.) busca ser una corresponsal internacional y fue invitada a Israel por la agencia de noticias del Medio Oriente para el mundo hispano parlante, Fuente Latina, para adentrarse a lo más profundo de un país que sigue en guerra pero que una vez más, da muestra de resiliencia, tras los ataques sufridos desde Irán, semanas atrás.
Una de sus entrevistadas fue una mujer israelí residente en Tel Aviv, Hadar Weisman, quien le relata como es la vida casi cotidiana bajo el sonar de las sirenas.
El decir por favor y gracias. Cómo usar cubiertos. Respetar a los mayores. A esa lista de lecciones básicas, la israelí Hadar Weisman añadió una que sus hijos repiten sin dudar: qué hacer en los 90 segundos después de que suenan las sirenas que indican que algún o varios misiles vienen en camino.
El 22 de junio de 2025 fue uno de esos días. En la llamada “Guerra de los doce días”, Israel y Estados Unidos habían atacado instalaciones nucleares iraníes e Irán había devuelto el fuego, lanzando decenas de misiles contra Israel. Varias zonas residenciales de Tel Aviv y en otras ciudades resultaron impactadas; 30 personas fallecieron y al menos 23 personas quedaron heridas. En Tel Aviv resultaron con daños severos varios edificios de Ramat Aviv,incluido el de Weisman. Fue una mañana de concreto roto y vidrios pulverizados que dejó a miles de israelíes sin casas, aunque con vida.
Misma sirena, diferente final
Aquella mañana, a las 7:23, tocaron a la puerta de Weisman. Eran los repartidores de un gavetero que había pedido una semana antes. Lo pusieron en el dormitorio. Apenas salieron, sonó la alerta. “Estamos muy acostumbrados a entrar al cuarto seguro”, cuenta Weisman. “Con los niños lo hacemos desde antes del 7 de octubre (del 2023 cuando terroristas de Hamás atacaron Israel)”.
Todos en casa de Weisman estaban ya vestidos y despiertos por el ruido de los obreros, así que caminaron con calma hacia la mamád, la habitación reforzada que muchos israelíes tienen en sus casas para protegerse de los misiles. El impacto llegó minutos después. El misil cayó entre los edificios de la cuadra. Ninguna estructura recibió un golpe directo, pero el golpe de la onda expansiva convirtió la casa en escombros. “Todo el edificio se sacudió y se cortó la luz”, recuerda Weisman, doctora en economía y profesora de microeconomía en la Universidad de Tel Aviv que vivía en ese apartamento desde 2019. “Nos quedamos 45 minutos en la oscuridad, sin saber qué habría cuando abriéramos la puerta”.
Sentados con una bolsa de caramelos
Dentro del cuarto seguro, un detalle dominguero: la tapa plástica del conducto del aire acondicionado salió volando y por ahí entraron polvo y residuos del edificio tras el impacto. Sentados en un colchón, con el teléfono en una mano y una bolsa de caramelos en la otra, los padres usaron el tiempo para hacer llamadas y tranquilizar a los niños. El mayor, de nueve años, lloró pensando en sus juguetes.
El impacto en el más pequeño, su hijo de tres años y medio, se mide más allá de una preocupación por sus cosas. En sí, el niño siempre pregunta la ubicación del cuarto seguro —como quien pregunta por el baño— cuando llega de visita a una casa desconocida. “Es una forma de vida y no debería serlo”, dice visiblemente emocionada Weisman. “No es manera de criar a nuestros hijos”.
Afuera, el grupo de WhatsApp del edificio se convirtió en un mapa humano. Vecinos reportaban quién estaba adentro y quién estaba en la calle para que los equipos de rescate no perdieran tiempo en búsquedas inútiles. Policías, bomberos y la unidad de rescate de la Fuerza de Defensa israelí subieron piso por piso. Forzaron la puerta acorazada del quinto piso, que quedó doblada, del apartamento de los Weisman. “Menos mal que esperamos”, dice. “Si hubiéramos intentado salir, el corredor estaba cubierto de muebles y cosas caídas. Nos habrían caído encima”.
Hay que mantener la rutina
El edificio de Weisman es uno de los más nuevos en el barrio y sus cimientos resistieron mejor que otros. Otros en la cuadra, no tanto. La familia pasó dos semanas en un hotel y luego consiguió un subarriendo en el mismo barrio para que los niños siguieran asistiendo a su misma escuela y su kínder. “Volveremos, dicen que para Pascua”, explica, con ese optimismo que nace de una rutina resistente. “Creo que será más tarde, quizá en julio”, añade con una sonrisa corta, como quien ya aprendió a negociar con la incertidumbre.
El ataque del 22 de junio fue parte de una escalada de doce días que cruzó fronteras y agendas políticas. Para Weisman, sin embargo, la política se traduce en una caminata sabatina. Ella asiste cada sábado a las manifestaciones por la paz que se llevan a cabo en la avenida Begin de Tel Aviv, donde discurso tras discurso pide el fin de la guerra y el retorno de todos los rehenes. “Voy desde antes de octubre”, cuenta, refiriéndose al 7 de octubre del 2023. “Esto no puede seguir así. Incluso si alguien creyó que al principio había justificación, ya no se ve un final ni resultados positivos. Es la forma equivocada de hacer las cosas”.
Su crítica tiene varios destinatarios. A su gobierno, que a su juicio no ha ofrecido una salida real ni ha priorizado un acuerdo para los rehenes capturados en el ataque del 7 de octubre. A Hamás, “una organización terrible, mala para Israel y aún peor para los gazatíes”. Y a cualquiera que crea que “disparar es mejor que hablar”, o que la vida de alguien vale menos que “un pedazo de tierra”. “Es inexcusable porque es obra humana”, dice Weisman, y la frase le tiembla en la garganta.
La confianza, admite, ya estaba dañada antes de octubre. “Siguen intentando cambiar el Estado de derecho en medio de la guerra”, señala Weisman sobre las modificaciones constitucionales que el gobierno trata de implantar para fortalecer los poderes ejecutivos y legislativos a expensa del judicial, algo que ha creado malestar en sectores de la sociedad israelí. Weisman escucha rumores sobre comicios, sospechas de fraude y un clima que erosiona las instituciones. Aun así, la decisión íntima no es simple. “Si nos paramos y decimos que esto es demasiado y nos vamos, ¿quién se queda? ¿Los que creen que esto está bien? Tampoco quiero que mi hijo cargue con esto”. Lo discuten en casa, una y otra vez.
Como casas de muñecas
Al volver a su apartamento en ruinas para recoger papeles y ropa, Weisman mira por la ventana y ve fachadas abiertas como casas de muñecas. Luego baja la mirada al pasillo, donde antes no se podía caminar sin tropezar, y recuerda la lección que repite a los niños: Hay una alarma. Se hace lo que toca. La vida va primero. “Estamos bien”, les dice. “La casa es solo cosas”.
La normalidad se despega a veces en pequeños gestos. Volver al subarriendo con mochilas y bolsas. Hacer la tarea de matemática. Preparar una cena sencilla. Y sí, repetir las reglas: por favor y gracias, respetar a los mayores, así se agarra un tenedor. Y esa otra, más urgente y aprendida a la fuerza, que suena como un juego pero enseña a sobrevivir: Sirenas en el aire. Un minuto y medio. Respira. Vete al búnker. Cierra su puerta reforzada. Espera. Vuelve a salir. Sigue adelante.
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Tiroteo en el Times Square deja tres heridos
Un adolescente armado de 17 años abrió fuego e hirió a tres personas este sábado en Times Square, en Nueva York, indicó la policía de la ciudad. El incidente tuvo lugar alrededor de la 01:20 local (05:20 GMT) tras una disputa, informó a AFP un portavoz de la policía.
Una mujer de 18 años sufrió un rasguño en el cuello, mientras que un hombre de 19 años y otro de 65 años resultaron heridos en las extremidades inferiores.
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Las tres víctimas fueron trasladadas al Hospital Bellevue de Nueva York, donde se determinó que se encontraban en estado estable. “El autor fue detenido por la policía y se recuperó un arma de fuego”, añadió el portavoz.
El sospechoso no ha sido acusado formalmente. Imágenes difundidas en redes sociales muestran a una multitud presa del pánico, aunque AFP no pudo confirmar inmediatamente su autenticidad.
Hay que señalar que finales del mes pasado, un hombre armado disparó a cuatro personas y luego se suicidó en un rascacielos de Manhattan.
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Fuente: AFP
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Nagasaki recuerda 80 años de la bomba atómica con el repicar de campana y mensaje de paz
Nagasaki guardó este sábado un minuto de silencio en el momento en el que hace 80 años una bomba atómica cayó sobre esa ciudad japonesa, en una ceremonia en la que la campana restaurada de una iglesia repicó por primera vez desde aquel ataque.
El 9 de agosto de 1945, a las 11:02 locales y tres días después del ataque en Hiroshima, Nagasaki sufrió el horror del arma nuclear lanzada por Estados Unidos. Unas 74.000 personas perdieron la vida en ese puerto del suroeste del país asiático, sumándose a las 140.000 víctimas de Hiroshima.
“Han pasado 80 años, ¿quién hubiera imaginado que el mundo se convertiría en esto? ¡Detengan inmediatamente los conflictos armados!”, exhortó el alcalde de la ciudad, Shiro Suzuki, durante la ceremonia ante los representantes de más de 100 países.
“Los enfrentamientos se intensifican en diversos lugares debido a un círculo vicioso de confrontación y división. Una crisis que puede amenazar la supervivencia de la humanidad, como una guerra nuclear, se cierne sobre todos los que vivimos en este planeta", añadió bajo una lluvia torrencial que cesó para el minuto de silencio.
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Esta nutrida participación internacional, que batió todos los récords, se vio marcada por la presencia de Rusia, que no había sido invitada desde su invasión de Ucrania en 2022. Israel, cuyo embajador tampoco fue invitado el año pasado en protesta por el conflicto en Gaza, lo que provocó el boicot de la ceremonia por parte de los representantes de los demás países del G7, también estuvo presente.
Hiroshi Nishioka, un superviviente de 93 años que se encontraba a solo 3 kilómetros del epicentro, testificó ante todos los participantes sobre el horror que vivió cuando era adolescente. “Incluso los más afortunados (que no sufrieron heridas graves) empezaron poco a poco a sangrar por las encías y a perder el pelo, y murieron uno tras otro”, recordó. "Aunque la guerra había terminado, la bomba atómica trajo consigo un terror invisible“.
“Acontecimientos reales”
Símbolo de esta conmemoración, la campana de la imponente catedral de la Inmaculada Concepción, edificio que fue destruido por el estallido, sonó por primera vez en 80 años. La iglesia de ladrillo rojo, flanqueada por dos campanarios, se alza en lo alto de una colina de la ciudad. Fue reconstruida en 1959 después de que la original hubiera quedado destrozada a unos cientos de metros de allí.
Solo una de sus dos campanas fue encontrada entre los escombros. Para su sacerdote principal, Kenichi Yamamura, esta restauración “muestra la grandeza del ser humano, la prueba de que las personas que pertenecen al bando que ha herido a otro pueden algún día querer redimirse”.
“No se trata de olvidar las heridas del pasado, sino de reconocerlas y actuar para repararlas, reconstruir y, así, trabajar juntos por la paz”, añadió a la AFP. Akio Watanabe, un habitante sexagenario de Nagasaki, se emocionó hasta quedarse sin voz al escuchar las dos campanas al unísono en medio de la misa a la que entre 200 o 300 personas acudieron este sábado como parte del memorial.
“Se puede decir que es un símbolo de reconciliación”, consideró. “La abolición de las armas nucleares parece algo muy lejano. Pero con este tipo de esperanza, avanzando paso a paso, podemos creer que los seres humanos podrán, algún día, abolirlas por completo”.
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El proyecto de restauración fue llevado a cabo por un profesor universitario estadounidense cuyo abuelo participó como médico en el Proyecto Manhattan, que dio lugar a las bombas atómicas de la Segunda Guerra Mundial. James Nolan, maestro de sociología en Massachusetts, recaudó 125.000 dólares en Estados Unidos.
Los dos bombardeos atómicos dieron el golpe de gracia a Japón, que se rindió el 15 de agosto de 1945, poniendo fin a la segunda gran guerra. Sin embargo, los historiadores siguen debatiendo si esos ataques realmente permitieron salvar más vidas al acelerar el fin del conflicto, frente al calvario de los “hibakusha”, como se conoce a los supervivientes de la bomba víctimas de discriminación y expuestos a un mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer.
Fuente: AFP
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Reportan un intento de feminicidio en Asunción
Una mujer fue emboscada por su expareja cuando la misma salía de su lugar de trabajo, un frigorífico ubicado en la zona de Trinidad de la ciudad de Asunción. Tras una discusión, el sujeto la atacó con un arma blanca.
La víctima fue identificada como Karen Beatriz Martínez Ferreira; la misma salía de su lugar de trabajo cuando su expareja, Francisco Javier Benítez, la intercepta sobre las calles Capitán José Domingo Lombardo y Viuda de las Llanas e inicia una discusión.
En un momento, el hombre empieza a forcejear con la mujer, quien cae al suelo y, mientras intenta levantarse, ya recibe las primeras estocadas en la zona del cuello y pecho por parte de su expareja. Tras el hecho, el mismo se dio a la fuga.
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La misma fue auxiliada por transeúntes de la zona y derivada hasta el Instituto de Previsión Social, donde, tras ser intervenida, se encuentra en estado delicado con pronóstico reservado.
Por su parte, los efectivos policiales iniciaron una búsqueda del atacante en la zona y barrios aledaños, logrando dar con su detención horas después en inmediaciones de su vivienda; si bien el mismo se resistió primeramente, al final logró ser reducido.
“La mujer manifestó que el hombre es su expareja, mientras que este asegura que aún es su novia; aparentemente, el trasfondo de la pelea y el ataque sería una cuestión de celos por una supuesta infidelidad”, comentó el comisario Misael Aguilera en conversación con la 780 AM.
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