Alemania anunció este lunes el envío de un avión militar a Líbano para evacuar al personal diplomático y a sus familias, así como a ciudadanos alemanes con problemas médicos. “Un avión A321 de la Fuerza Aérea voló hoy a Beirut para apoyar la salida de colegas y sus familias”, detalló un comunicado conjunto de los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa.
“Los ciudadanos alemanes que están particularmente en riesgo debido a circunstancias médicas también están siendo evacuados en el avión de la Bundeswehr”, indicó el comunicado. Israel ha estado bombardeando objetivos del grupo libanés Hezbolá, respaldado por Irán, en Beirut y en el este y sur del Líbano, en ataques que mataron a cientos de personas y forzaron a cientos de miles más a huir de sus hogares.
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La embajada en Beirut sigue operando para ayudar a los aproximadamente 1.800 ciudadanos alemanes en el país, y solo se evacuará a personal no esencial de la embajada y sus familias. “La embajada continúa apoyando a los alemanes que quedan en Líbano en su salida a través de vuelos comerciales y otros medios”, añadió el comunicado.
“Los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa continúan coordinando esto muy de cerca”, se indicó, después de que Berlín elevara el fin de semana su nivel de alerta para las misiones en Beirut, Tel Aviv y Ramalá, en Cisjordania ocupada. “Actualmente estamos en una etapa en la que apoyamos la salida (de los ciudadanos), pero no en un escenario de evacuación”, detalló un portavoz del gobierno alemán.
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El comunicado reiteró que “a todos los alemanes en Líbano se les instó a abandonar el país desde octubre de 2023″. Hezbolá comenzó ataques transfronterizos de baja intensidad contra tropas israelíes un día después de que su aliado palestino Hamás llevara a cabo su ataque sin precedentes contra Israel el 7 de octubre, que desencadenó la guerra en la Franja de Gaza.
Israel anunció a principios de mes que reforzaba su frontera norte con Líbano para que los israelíes desplazados desde octubre puedan regresar a sus hogares. Hezbolá prometió el lunes continuar luchando contra Israel y afirmó estar preparado para enfrentar cualquier operación terrestre en Líbano, después de que su líder, Hasán Nasralá, fuera abatido en un ataque aéreo que propinó un golpe sísmico al grupo.
Fuente: AFP.
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Tomar el desayuno y correr al búnker en 90 segundos
Cuando empiezan a sonar las sirenas de alerta sobre los cielos de Tel Aviv, la familia Weisman y millones como ellos buscan refugio de los misiles en camino y hoy continúan recogiendo los escombros de sus vidas.
Vera Lucía Papaterra, de origen dominicano, reportera del periódico estudiantil The Independent Florida Alligator (Gainesville, EE. UU.) busca ser una corresponsal internacional y fue invitada a Israel por la agencia de noticias del Medio Oriente para el mundo hispano parlante, Fuente Latina, para adentrarse a lo más profundo de un país que sigue en guerra pero que una vez más, da muestra de resiliencia, tras los ataques sufridos desde Irán, semanas atrás.
Una de sus entrevistadas fue una mujer israelí residente en Tel Aviv, Hadar Weisman, quien le relata como es la vida casi cotidiana bajo el sonar de las sirenas.
El decir por favor y gracias. Cómo usar cubiertos. Respetar a los mayores. A esa lista de lecciones básicas, la israelí Hadar Weisman añadió una que sus hijos repiten sin dudar: qué hacer en los 90 segundos después de que suenan las sirenas que indican que algún o varios misiles vienen en camino.
El 22 de junio de 2025 fue uno de esos días. En la llamada “Guerra de los doce días”, Israel y Estados Unidos habían atacado instalaciones nucleares iraníes e Irán había devuelto el fuego, lanzando decenas de misiles contra Israel. Varias zonas residenciales de Tel Aviv y en otras ciudades resultaron impactadas; 30 personas fallecieron y al menos 23 personas quedaron heridas. En Tel Aviv resultaron con daños severos varios edificios de Ramat Aviv,incluido el de Weisman. Fue una mañana de concreto roto y vidrios pulverizados que dejó a miles de israelíes sin casas, aunque con vida.
Misma sirena, diferente final
Aquella mañana, a las 7:23, tocaron a la puerta de Weisman. Eran los repartidores de un gavetero que había pedido una semana antes. Lo pusieron en el dormitorio. Apenas salieron, sonó la alerta. “Estamos muy acostumbrados a entrar al cuarto seguro”, cuenta Weisman. “Con los niños lo hacemos desde antes del 7 de octubre (del 2023 cuando terroristas de Hamás atacaron Israel)”.
Todos en casa de Weisman estaban ya vestidos y despiertos por el ruido de los obreros, así que caminaron con calma hacia la mamád, la habitación reforzada que muchos israelíes tienen en sus casas para protegerse de los misiles. El impacto llegó minutos después. El misil cayó entre los edificios de la cuadra. Ninguna estructura recibió un golpe directo, pero el golpe de la onda expansiva convirtió la casa en escombros. “Todo el edificio se sacudió y se cortó la luz”, recuerda Weisman, doctora en economía y profesora de microeconomía en la Universidad de Tel Aviv que vivía en ese apartamento desde 2019. “Nos quedamos 45 minutos en la oscuridad, sin saber qué habría cuando abriéramos la puerta”.
Sentados con una bolsa de caramelos
Dentro del cuarto seguro, un detalle dominguero: la tapa plástica del conducto del aire acondicionado salió volando y por ahí entraron polvo y residuos del edificio tras el impacto. Sentados en un colchón, con el teléfono en una mano y una bolsa de caramelos en la otra, los padres usaron el tiempo para hacer llamadas y tranquilizar a los niños. El mayor, de nueve años, lloró pensando en sus juguetes.
El impacto en el más pequeño, su hijo de tres años y medio, se mide más allá de una preocupación por sus cosas. En sí, el niño siempre pregunta la ubicación del cuarto seguro —como quien pregunta por el baño— cuando llega de visita a una casa desconocida. “Es una forma de vida y no debería serlo”, dice visiblemente emocionada Weisman. “No es manera de criar a nuestros hijos”.
Afuera, el grupo de WhatsApp del edificio se convirtió en un mapa humano. Vecinos reportaban quién estaba adentro y quién estaba en la calle para que los equipos de rescate no perdieran tiempo en búsquedas inútiles. Policías, bomberos y la unidad de rescate de la Fuerza de Defensa israelí subieron piso por piso. Forzaron la puerta acorazada del quinto piso, que quedó doblada, del apartamento de los Weisman. “Menos mal que esperamos”, dice. “Si hubiéramos intentado salir, el corredor estaba cubierto de muebles y cosas caídas. Nos habrían caído encima”.
Hay que mantener la rutina
El edificio de Weisman es uno de los más nuevos en el barrio y sus cimientos resistieron mejor que otros. Otros en la cuadra, no tanto. La familia pasó dos semanas en un hotel y luego consiguió un subarriendo en el mismo barrio para que los niños siguieran asistiendo a su misma escuela y su kínder. “Volveremos, dicen que para Pascua”, explica, con ese optimismo que nace de una rutina resistente. “Creo que será más tarde, quizá en julio”, añade con una sonrisa corta, como quien ya aprendió a negociar con la incertidumbre.
El ataque del 22 de junio fue parte de una escalada de doce días que cruzó fronteras y agendas políticas. Para Weisman, sin embargo, la política se traduce en una caminata sabatina. Ella asiste cada sábado a las manifestaciones por la paz que se llevan a cabo en la avenida Begin de Tel Aviv, donde discurso tras discurso pide el fin de la guerra y el retorno de todos los rehenes. “Voy desde antes de octubre”, cuenta, refiriéndose al 7 de octubre del 2023. “Esto no puede seguir así. Incluso si alguien creyó que al principio había justificación, ya no se ve un final ni resultados positivos. Es la forma equivocada de hacer las cosas”.
Su crítica tiene varios destinatarios. A su gobierno, que a su juicio no ha ofrecido una salida real ni ha priorizado un acuerdo para los rehenes capturados en el ataque del 7 de octubre. A Hamás, “una organización terrible, mala para Israel y aún peor para los gazatíes”. Y a cualquiera que crea que “disparar es mejor que hablar”, o que la vida de alguien vale menos que “un pedazo de tierra”. “Es inexcusable porque es obra humana”, dice Weisman, y la frase le tiembla en la garganta.
La confianza, admite, ya estaba dañada antes de octubre. “Siguen intentando cambiar el Estado de derecho en medio de la guerra”, señala Weisman sobre las modificaciones constitucionales que el gobierno trata de implantar para fortalecer los poderes ejecutivos y legislativos a expensa del judicial, algo que ha creado malestar en sectores de la sociedad israelí. Weisman escucha rumores sobre comicios, sospechas de fraude y un clima que erosiona las instituciones. Aun así, la decisión íntima no es simple. “Si nos paramos y decimos que esto es demasiado y nos vamos, ¿quién se queda? ¿Los que creen que esto está bien? Tampoco quiero que mi hijo cargue con esto”. Lo discuten en casa, una y otra vez.
Como casas de muñecas
Al volver a su apartamento en ruinas para recoger papeles y ropa, Weisman mira por la ventana y ve fachadas abiertas como casas de muñecas. Luego baja la mirada al pasillo, donde antes no se podía caminar sin tropezar, y recuerda la lección que repite a los niños: Hay una alarma. Se hace lo que toca. La vida va primero. “Estamos bien”, les dice. “La casa es solo cosas”.
La normalidad se despega a veces en pequeños gestos. Volver al subarriendo con mochilas y bolsas. Hacer la tarea de matemática. Preparar una cena sencilla. Y sí, repetir las reglas: por favor y gracias, respetar a los mayores, así se agarra un tenedor. Y esa otra, más urgente y aprendida a la fuerza, que suena como un juego pero enseña a sobrevivir: Sirenas en el aire. Un minuto y medio. Respira. Vete al búnker. Cierra su puerta reforzada. Espera. Vuelve a salir. Sigue adelante.
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Médico paraguayo asciende como jefe en hospital de Hümmling de Sögel, Alemania
El médico paraguayo Julio Alex Sandoval, originario de una familia humilde en Paraguay, fue recientemente promovido como jefe médico en el Hümmling Hospital de la ciudad de Sögel, en Baja Sajonia, Alemania. Su historia de vida y de superación ha sido reconocida por medios alemanes y compartida oficialmente por el propio hospital, como parte de su política de transparencia institucional.
“Hoy soy jefe médico en un hospital de Alemania. Pero lo que muchas personas no saben es lo difícil que fue el camino para llegar hasta aquí”, señala Julio Sandoval.
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A los once años, tras la separación de sus padres, quedó al cuidado de su abuela y hermanos. “Mi abuela, junto con mis tíos, hacían todo lo posible para que no nos faltara un plato de comida. Ella nunca se rindió, y eso me enseñó a no rendirme tampoco.”
A pesar de las dificultades económicas, logró destacarse académicamente en el colegio, gracias a su esfuerzo y al apoyo de compañeros que le prestaban libros a cambio de que les ayudara con trabajos. Esa constancia lo llevó a conseguir una beca para estudiar Medicina.
La universidad representó otro desafío enorme: “Tenía que estudiar el doble o el triple que mis compañeros para entender lo mismo. Pero seguí adelante. Nunca quise decepcionar a mi abuela ni a mí mismo.”
Con el título en mano, decidió emigrar a Alemania. Llegó sin dinero, sin conocer el idioma, sin contactos y enfrentando un contexto cultural completamente distinto. “Golpeé puertas, acepté trabajos por horas, pedí ayuda. Mucha gente me dio la mano. Sin esa solidaridad, no estaría donde estoy hoy.” Se formó en Medicina Interna, luego en Gastroenterología, y obtuvo también la certificación en Hepatología. Poco a poco se abrió camino, hasta que este año fue promovido como Leitender Oberarzt (jefe médico) en el hospital donde hoy lidera un equipo profesional.
Julio conoció en Alemania a su esposa, quien ha sido un sostén fundamental en su proceso de crecimiento y adaptación. Hoy, desde el lugar que ocupa, quiere dar un mensaje claro a la juventud paraguaya: “Podes venir de la pobreza más profunda, sin dinero, sin privilegio, pero si tenés un sueño y luchás con disciplina, fe y constancia, todo es posible”, indicó el profesional paraguayo.
Su historia, profundamente humana, interpela a toda la sociedad: muestra que la educación, la solidaridad y la voluntad transforman vidas, y que es posible alcanzar metas inimaginables incluso desde condiciones de extrema dificultad.
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Investigador cursará un doctorado en Alemania
El Dr. José Gaspar Petters, categorizado en el Sistema Nacional de Investigadores (SISNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), fue seleccionado para cursar un doctorado en Ciencias Veterinarias con enfoque en One Health (Una Salud) en Alemania, a través de una beca otorgada por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD).
El estudio se realizará en Paraguay y se enfocará en la detección y caracterización de tripanosomátidos y hantavirus en micromamíferos silvestres, analizando su relación con la fragmentación de hábitats, los impactos en la salud pública y la conservación de la biodiversidad.
Esta investigación cuenta con el respaldo institucional del Servicio Nacional de Calidad y Salud Animal (Senacsa), Itaipú Binacional y la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de Asunción (FCV-UNA). El objetivo es fortalecer la vigilancia epidemiológica, el trabajo interdisciplinario y la cooperación científica entre Paraguay y Alemania.
RESPONSABILIDAD HISTÓRICA
El Dr. Petters comentó que la beca obtenida representa mucho más que una oportunidad académica. “Para mí es una responsabilidad histórica. Es la confirmación de que la ciencia paraguaya tiene rostro, nombre, raíces y una voz que puede dialogar de igual a igual con las grandes potencias científicas del mundo. Esta beca simboliza la posibilidad de unir el conocimiento local fruto del esfuerzo, la adversidad y la pasión con la tecnología, infraestructura y visión global que ofrece Alemania”, sostuvo Petters.
Además, el profesional mencionó que la transferencia directa de conocimiento avanzado en zoonosis, salud pública y epidemiología de fauna silvestre son temas estratégicos para el desarrollo sostenible y la prevención de pandemias emergentes. Fortalecer el enfoque de Una Salud, que en Paraguay está en consolidación, resulta fundamental para abordar los desafíos ambientales, sanitarios y productivos de forma integral.
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Chile evacúa a más de un millón de personas de su costa por alerta de tsunami
Chile evacuó preventivamente a más de un millón de personas de su costa el miércoles ante el riesgo de tsunami provocado por el terremoto de magnitud 8,8 que azotó el extremo oriente de Rusia.
“A nivel país, se estima en 1.400.000 personas” el número de evacuados en las zonas costeras, informó a la prensa el ministro del Interior, Álvaro Elizalde, tras el arribo del primer tren de olas al país.
El gobierno informó que de momento no se reportaron daños.
Gran terremoto en Kamchatka
Uno de los terremotos más potentes registrados hasta ahora, que azotó el extremo oriente de Rusia, provocó este miércoles un tsunami con olas de cuatro metros y alertas de evacuación a lo largo de la costa del Pacífico, desde Japón hasta Ecuador.
El sismo de magnitud 8,8 se produjo a las 23:24 GMT del martes a una profundidad de 20,7 km, a 126 km de la costa de Petropávlovsk-Kamchatski, capital de la península rusa de Kamchatka, informó el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).
A pesar de ser el más fuerte desde 2011, cuando 15.000 personas murieron en Japón, el sismo provocó solo heridas leves y daños limitados, según las autoridades.
Sin embargo, más de una docena de países, desde Estados Unidos a Perú, pasando por México y Colombia, emitieron alertas de tsunami y millones de residentes fueron llamados a evacuar sus hogares.
Para las 18:00 GMT del miércoles, muchos las habían cancelado o rebajado, pero una franja de la costa del Pacífico sudamericano permanecía bajo alerta.
En Ecuador, “en la región Insular ya se registraron olas de hasta 1,3 metros, mientras que para la costa continental se prevén alturas de hasta 1 metro”, informó el instituto oceanográfico de la Armada.
En las islas Galápagos, a 1.000 km del continente, se cerraron los parques nacionales y se desalojaron playas, muelles y zonas bajas.
“Como residentes aquí, sentimos mucho miedo: hay una sensación de incertidumbre; realmente no sabemos qué va a pasar”, dijo Patricia Espinosa, de la isla Isabela, donde los habitantes fueron trasladados a lugares más altos.
- Fuente: AFP
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