El nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, prometió este lunes que no permitirá que las instituciones de su país sigan doblegadas por la “corrupción” e “impunidad”, en su primer discurso tras ser juramentado para un mandato de cuatro años.

“No permitiremos que nuestras instituciones se dobleguen otra vez ante la corrupción y la impunidad”, dijo en el acto solemne, que se celebró con más de nueve horas de retraso en el Teatro Nacional, en el centro de la capital. “Nunca más el autoritarismo. Jamás permitiremos que la violencia sea empleada como medio para promover agendas políticas o preservar privilegios”, añadió, con la banda presidencial en el pecho.

El nuevo presidente guatemalteco advirtió que “el mundo está siendo confrontado por una ola de autoritarismos, la propagación de la intolerancia, la restricción del disenso”. “Nos enfrentamos a nuevos fenómenos autoritarios como la cooptación corrupta de las instituciones estatales por parte de grupos criminales que explotan su apariencia democrática para traicionar los principios de libertad, de equidad, de justicia”, alertó.

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Pero destacó que Guatemala está luchando con esas nuevas formas de autoritarismos y por preservar la democracia. “No nos dejen solos, nosotros no nos daremos por vencidos”, manifestó. Arévalo, sociólogo y exdiplomático de 65 años, pasó inesperadamente en junio a la segunda ronda presidencial con una candidata conservadora aliada del oficialismo, a quien venció cómodamente con un 60% de los votos por su mensaje anticorrupción.

Desde entonces, enfrentó una ofensiva judicial que denunció como un “golpe de Estado”, detrás del que estarían corruptos de la élite política y económica que por décadas ha regido el destino del país. “Durante estos últimos meses nos hemos enfrentado a complejas tensiones y desafíos que llevaron a muchos a creer que estábamos destinados a un retroceso autoritario”, dijo. Pero ahora, agregó, Guatemala está “cerrando un doloroso paso de incertidumbre para dar paso” a la esperanza.

“Sí, juro”

Minutos después de la medianoche, el sociólogo de 65 años juró como presidente para un mandato de cuatro años en un acto solemne en el Teatro Nacional, en el centro de la capital. “Sí, juro”, dijo con la mano izquierda en la Constitución y la derecha alzada, al ser investido por el jefe del nuevo Congreso, Samuel Pérez, miembro de su partido, constataron periodistas de AFP.

La ceremonia fue retrasada por una inédita jornada parlamentaria en la que los diputados salientes y luego los de la nueva legislatura se enfrascaron en debates a favor y en contra de la minoritaria bancada de Arévalo. La incertidumbre en torno a la investidura de Arévalo provocó que los representantes de Estados Unidos, la Unión Europea, la OEA y presidentes latinoamericanos, presentes en Guatemala, urgieran al Congreso a cumplir con la voluntad expresada por los guatemaltecos en las urnas.

Arévalo, también exdiplomático y filósofo, pasó inesperadamente en junio a la segunda ronda presidencial con una candidata conservadora aliada del oficialismo, a quien venció cómodamente con un 60% de los votos por su mensaje anticorrupción. Desde entonces, enfrentó una ofensiva judicial que denunció como un “golpe de Estado”, detrás del que estaría la élite conservadora que por décadas ha regido el destino del país.

A la cabeza de esa ofensiva, la Fiscalía intentó retirarle la inmunidad a Arévalo, desarticular su partido y anular los comicios, argumentando que hubo anomalías electorales. La embestida, basada en casos “espurios” según Arévalo, fue condenada por la comunidad internacional. Washington sancionó a cientos de fiscales, jueces y diputados por “corrupción” y “socavar la democracia”.

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Revés y victoria en el Congreso

Con música y bailes, ondeando banderas, miles de seguidores de Arévalo lo esperaron horas en la Plaza de la Constitución, frente al Palacio Nacional, desde cuyo balcón los saludará el nuevo presidente. El camino de Arévalo a la presidencia fue tortuoso de principio a fin. Tras horas de debates, el Congreso saliente declaró independientes a los 23 diputados de Semilla, argumentando que obedecía la orden judicial que suspendió al partido por supuestas irregularidades en su creación en 2017.

Pero en un giro inesperado, luego de instalado el nuevo parlamento, Semilla logró mediante acuerdos con otros partidos políticos que se revirtiera esa decisión. Recuperaron su bancada y consiguieron la presidencia del Congreso. “¡Sí se pudo!”, celebraron cientos de simpatizantes en las afueras de la sede parlamentaria. La espera fue tan larga que varios de los dignatarios invitados al acto, como el rey Felipe VI de España, incluso partieron de Guatemala sin ver a Arévalo con la banda presidencial.

Arévalo sustituirá al derechista Alejandro Giammattei, quien ha sido vinculado con la “élite corrupta” y durante cuyo gobierno se exiliaron decenas de fiscales, jueces y periodistas que denunciaron actos de corrupción. “Hay hartazgo del pueblo de tanto abuso, robo, corrupción y de tanta humillación al pueblo de Guatemala”, dijo a la AFP la lideresa indígena Alida Vicente, de 43 años.

“Recuperar” las instituciones

Analistas advierten que lo más duro está por venir y no descartan que la Fiscalía continúe la persecución y solicite al Congreso retirarle la inmunidad de presidente. Arévalo dijo que esta misma semana le pedirá la renuncia a la fiscal general Consuelo Porras, a la cabeza de la ofensiva judicial y quien fue ratificada en su puesto por Giammattei hasta 2026.

Pero una renuncia de Porras es poco probable, según los analistas. Y aunque este domingo logró acuerdos políticos, lidiará con un Congreso de 160 curules, en su gran mayoría de partidos tradicionales conservadores. Arévalo reconoce que afrontará enormes desafíos pues las “élites político-criminales, al menos durante un tiempo, seguirán enquistadas” en poderes del Estado.

La Guatemala que hereda ocupa el puesto 30 de 180 países en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional y con 60% de sus 17,8 millones de habitantes en la pobreza, uno de los índices más altos de América Latina. Según Arévalo, “lo más urgente” es recuperar las instituciones “cooptadas por los corruptos”, pero “lo más importante” es trabajar por el desarrollo social.

Hijo de Juan José Arévalo (presidente de 1945-1951), impulsor de reformas sociales, nació en Montevideo y vivió de niño en Venezuela, México y Chile, en el exilio de su padre tras el golpe de Estado orquestado por Washington en 1954 contra el progresista Jacobo Árbenz.

Fuente: AFP.

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