El papa Francisco, de 86 años, admitió este lunes que a su edad ya no le resulta tan fácil viajar, a su regreso de una visita a Mongolia en la que tendió la mano a China, con la que el Vaticano no tiene relaciones diplomáticas. “Queridos hermanos y hermanas de Mongolia, gracias por el don de la amistad que recibí en estos días. ¡Bayarlalaa! (gracias en mongol) Que Dios los bendiga”, indicó en la red social X, antes Twitter, poco después del despegue del avión papal.

El vuelo llegó a Roma poco después de las 16:00 locales (14:00 GMT). El papa admitió a los periodistas que le acompañaban en el vuelo que le es más difícil viajar a su edad, tras el 43º periplo de su pontificado de una década. “Les digo la verdad, para mi viajar ya no es tan fácil como al inicio, pues hay limitaciones al caminar”, reconoció el pontífice argentino, que sufre dolores de rodilla y cadera, fue operado del abdomen en junio y utiliza una silla de ruedas la mayor parte del tiempo.

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Con esta visita a Mongolia, nación situada entre China y Rusia, Francisco se planteó dos objetivos: llegar a una región remota donde el catolicismo aún no está muy extendido, y aprovechar su presencia a las puertas de China para estrechar lazos con Pekín. En la mañana, antes de marcharse de Mongolia, visitó la “Casa de Misericordia”, un hogar para personas en indigencia y víctimas de la violencia doméstica en las afueras de la capital, Ulán Bator.

Tras una misa el domingo, el religioso se dirigió directamente a los católicos en China, algunos de los cuales estaban entre el público, para pedirles “que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos”, buscando aliviar tensiones con Pekín. Numerosos católicos chinos viajaron a Mongolia, cuya Constitución garantiza la libertad religiosa, para ver de cerca al papa, y el lunes afuera del refugio, un grupo de mujeres cantó en mandarín, entre lágrimas al paso del vehículo papal. “Querido papa, nuestros mejores deseos para usted”, le cantaron.

“Nada que temer”

En el avión de regreso, el papa afirmó que las relaciones entre el Vaticano y China son “muy respetuosas”, pero que ambas partes deben “ir más allá” para su entendimiento mutuo. “Las relaciones con China son muy respetuosas, mucho. Personalmente, tengo una gran admiración por el pueblo chino”, pero ambos Estados necesitan “ir más lejos en el aspecto religioso para entenderse mejor, para que los ciudadanos chinos no piensen que la Iglesia no acepta su cultura y sus valores”, declaró.

El gobierno chino, oficialmente ateo, desconfía de las organizaciones, entre ellas religiosas, que puedan cuestionar su autoridad. El día anterior, el papa pareció enviar un mensaje a China, sin nombrarla explícitamente. “Los gobiernos y las instituciones laicas no tienen nada que temer de la acción evangelizadora de la Iglesia, porque la Iglesia no tiene agenda política”, aseguró.

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Una mujer china de la ciudad noroccidental de Xi’an, quien participó en la misa dominical, contó a la AFP las dificultades a las que tuvo que hacer frente en la peregrinación, en la que dos organizadores del viaje fueron detenidos en China. “Déjeme decirle, siento tanta vergüenza de llevar la bandera nacional” de China, admitió. “Pero necesito llevarla y que el papa sepa lo difícil que es para nosotros”.

La Santa Sede y Pekín renovaron el año pasado un polémico acuerdo de 2018 que permite a las dos partes incidir en la elección de obispos en China. Críticos han señalado que se trata de una concesión peligrosa a cambio de la presencia de la Iglesia en el país. Mongolia, un exsatélite soviético que se democratizó en 1992, es de mayoría budista y su comunidad católica es muy pequeña, de sólo 1.400 personas entre una población de 3,3 millones.

Cuenta con 25 sacerdotes católicos, de los cuales sólo dos son mongoles, y 33 monjas. Mongolia ha buscado mantener la neutralidad entre sus vecinos expansionistas, Rusia y China, de los que depende para importar energía y exportar carbón, mientras busca acercarse a terceros países, como Estados Unidos y Corea del Sur.

Fuente: AFP.

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