Tres meses después de haber partido a Estados Unidos tras perder por poco la reelección, el ultraderechista Jair Bolsonaro regresa este jueves a Brasilia como figura opositora clave al gobierno del izquierdista Lula da Silva. Bolsonaro viaja desde Orlando, Florida, donde permaneció desde que dejó el país el 30 de diciembre, sin participar en la ceremonia de asunción de Luiz Inácio Lula Da Silva.

Bolsonaro, de 68 años, anticipó que pretende “recorrer Brasil, hacer política” y “mantener en pie la bandera del conservadurismo”. Aunque ha asegurado que su “misión” no terminó, el expresidente afirmó este miércoles que “no va a liderar ninguna oposición”, en declaraciones a CNN Brasil en el aeropuerto de Orlando.

El ultraderechista anunció públicamente su regreso la semana pasada y su Partido Liberal (PL) dio gran publicidad en redes sociales, aunque oficialmente no ha organizado un evento de bienvenida. Aliados del expresidente, como el diputado del PL Gustavo Gayer, llamaron a sus simpatizantes a mostrarle un “sólido apoyo” en el aeropuerto.

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Pero las autoridades anunciaron el refuerzo del dispositivo de seguridad en el terminal aéreo y llamaron a los seguidores a abstenerse de manifestaciones durante la llegada. Informaron además que se prevé la llegada de autobuses de bolsonaristas a la capital, sin detallar el número.

Los accesos a la Explanada de los Ministerios, escenario del asalto al poder del 8 de enero por parte de simpatizantes del expresidente, “serán cerrados en un plazo cortísimo” de ser necesario, según Sandro Avelar, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal.

“Desafío” para Lula

Una vez que deje el aeropuerto, Bolsonaro se desplazará hasta la sede del PL, donde será recibido por su esposa Michelle y el presidente del partido, Valdemar Costa Neto, para un encuentro privado, según la formación. Luego se dirigirá a su nuevo domicilio, una casa en Jardim Botanico, un acomodado barrio de la capital a quince minutos del Palacio presidencial del Planalto.

El exmandatario (2019-2022) asumirá la semana próxima la presidencia honoraria del partido, formación mayoritaria en la Cámara de Diputados (99 de 513 diputados) y segunda fuerza en el Senado. “La derecha se aglutina cada vez más”, afirmó Bolsonaro, advirtiendo que “no puede haber colaboración” con el gobierno de Lula.

Luego de un trimestre prácticamente “callado” y sin “hacer oposición”, el regreso podría suponer un desafío para la presidencia del izquierdista, según Jairo Nicolau, politólogo de la Fundación Getulio Vargas. Lula “tendrá que gobernar ahora con una oposición articulada, luego de meses de dispersión. Eso puede hacer una gran diferencia”, aseguró Nicolau.

En las elecciones de octubre, el exsindicalista derrotó a Bolsonaro por un estrecho margen (50,9% frente a 49,1% de los votos). Bolsonaro ganará un salario mensual de 41.600 reales (unos 8.000 dólares), según la asesoría de comunicación del PL. Trabajará junto a la ex primera dama, que recientemente asumió la conducción de la agrupación de Mujeres del PL y es promovida como una posible candidata en el futuro.

Frentes judiciales

Paralelamente, el expresidente enfrentará dificultades con la justicia. Es objeto de cinco investigaciones susceptibles de penas de prisión en el Supremo Tribunal Federal, la más reciente abierta por su posible rol como instigador del asalto a los tres poderes el 8 de enero.

Además, corre riesgo de ser declarado “inelegible” si es condenado en alguno de los 16 casos que se tramitan en el Tribunal Superior Electoral, que investiga posibles abusos políticos y económicos en las presidenciales de 2022. Si resultara condenado, se le podría prohibir disputar elecciones por ocho años, dejándolo fuera de los comicios de 2026.

Bolsonaro también deberá rendir cuentas por un conjunto de joyas regaladas por Arabia Saudita durante su mandato, que habrían ingresado a Brasil de forma irregular. La Policía Federal lo convocó este miércoles a prestar declaración el 5 de abril, confirmaron a la AFP fuentes de la fuerza.

Mientras sus detractores esperan que responda ante la justicia, simpatizantes del expresidente se entusiasman con su vuelta. “El gobierno necesita una oposición muy fuerte porque está sumergiendo el país en una debacle económica”, opinó el miércoles Cassia Christina, una comerciante de 32 años, en Rio de Janeiro. “Para bien o para mal, Bolsonaro es el nombre de la derecha en el país (...), olvidada durante años”, agregó.

El “Mesías” ultraderechista

Tras gobernar con un estilo provocador y un cúmulo de escándalos, Jair Bolsonaro se autoexilió tres meses en Estados Unidos donde guardó prácticamente silencio. Ahora el excapitán ultraderechista vuelve a llamar a las puertas de la política en Brasil. A los 68 años, el expresidente de extrema derecha quiere jugar un papel relevante en la oposición a su sucesor y némesis, el veterano izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, y parece convencido de que puede volver al poder.

Sin embargo, enfrenta obstáculos legales en varios frentes en Brasil, donde sus cuatro años de gobierno (2019-2022) quedaron marcados por escándalos y crisis, desde la desastrosa gestión de su gobierno de la pandemia del covid-19 hasta sus acusaciones sin pruebas de fraude electoral.

Conocido por su estilo provocador y divisivo que le hizo ganar el apodo de “Trump tropical”, Bolsonaro, un excapitán del Ejército convertido en diputado, irrumpió en el escenario nacional como candidato presidencial en 2018 con un seductor discurso anticorrupción. Cuando sobrevivió a un ataque con cuchillo durante un acto de campaña en septiembre de ese año solo incrementó la fe de sus seguidores en su “Messias”, o Mesías, segundo nombre de Bolsonaro.

Investigaciones en curso

Este hombre de ojos azules y sintaxis simple enciende el fervor de los derechistas con sus ataques contra el “comunismo”, la “ideología de género” o la corrección política. Y tiene el apoyo de los influyentes ‘lobbies’ de las armas, el agronegocio y el vasto electorado evangélico.

Sus críticos, por otro lado, lo acusan de racismo, sexismo y homofobia. El apoyo del centro político a su gobierno se erosionó especialmente por su manejo de la pandemia del coronavirus, que en Brasil dejó 700.000 muertos, solo por debajo de Estados Unidos en números absolutos.

Bolsonaro restó importancia al covid-19, desafió los abordajes científicos para combatirlo, se burló del uso de mascarillas y advirtió que las vacunas podrían convertir a las personas en “cocodrilo”. Internacionalmente fue objeto de críticas por la destrucción de la Amazonía, que aumentó más del 70% durante su mandato respecto al promedio anual de la década anterior.

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Las controversias continuaron hasta los últimos días de su presidencia y más allá. Luego de perder por poco en las elecciones de octubre ante Lula, Bolsonaro se negó a felicitar a su adversario o a admitir abiertamente su derrota. Desconsolado, cayó en un silencio melancólico, incluso en sus redes sociales, otrora hiperactivas.

Viajó a Estados Unidos dos días antes del fin de su mandato, y no asistió a la toma de posesión de Lula el 1 de enero. Una semana después, miles de seguidores de Bolsonaro invadieron y vandalizaron el palacio presidencial, el Congreso y la sede del Supremo Tribunal Federal (la corte suprema), en un intento fallido por derrocar a Lula.

A su regreso a Brasil el jueves, el exmandatario enfrenta cinco procesos ante el máximo tribunal que podrían enviarlo a prisión. El más reciente investiga si instigó la asonada del 8 de enero. También es investigado por la policía y las autoridades impositivas por un escándalo que estalló este mes, cuando surgió que intentó importar ilegalmente y retener joyas valoradas en millones de dólares que él y su esposa, Michelle, habían recibido de Arabia Saudita en 2019.

Una controversia tras otra

Nacido en 1955 en Campinas, cerca de Sao Paulo, en una familia de origen italiano, Jair Messias Bolsonaro siguió una carrera militar marcada por episodios de insubordinación. Abiertamente nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), inició su carrera política como concejal de la ciudad de Rio de Janeiro en 1988. Dos años después fue electo a la Cámara de Diputados, donde permaneció hasta ser presidente.

Pero se hizo conocer sobre todo por sus explosivas controversias. En 2011, dijo a la revista Playboy que prefería tener un hijo “muerto en un accidente” en lugar de homosexual. Y en 2014, provocó un escándalo al declarar que una diputada izquierdista “no merecía” ser violada por ser “demasiado fea”. Casado tres veces, este defensor de la familia que se define católico tiene cuatro hijos varones -tres de ellos políticos-, y una hija, procreada, según él mismo, en un momento de “debilidad”.

Fuente: AFP.

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