Su historia, rocambolesca en otros lares, podría titularse “Amor bajo los cohetes”. Pero el romance de Andriy y Tetiana no es inusual en Ucrania, donde muchas familias cuentan con varios miembros en el frente de guerra. En el sur de Ucrania, el comandante Andriy Dolgopolov espera a los rusos junto a su batería de misiles BM-21 Grads. A su lado, su mujer Tetiana Dolgopolova prepara el café en una placa de cocción sobre la hierba.

La pareja emana complicidad: cortos diálogos y cruces de miradas sirven para entenderse a pesar de la amenazadora presencia del lanzacohetes. Se conocieron hace tres años luchando contra los rebeldes prorrusos en la cuenca minera oriental del Donbás, escenario de una insurrección desde 2014, y desde entonces no se han separado.

Aunque en el ejército lo apodan “Demonio”, Andriy hace muestra de gran sensibilidad al hablar de sentimientos. “El amor llena mi corazón”, dice Andriy, de 35 años. “¡Amor por mi mujer y amor por el Grad!”, cuenta sonriendo. “Lo más importante es que no están celosos uno del otro”.

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“Tres años sin separarnos”

Pero cuando el deber llama, no hay un segundo que perder. La unidad ha localizado un objetivo ruso y “Demonio” salta a su pequeño coche, con su mujer al lado, pisando los talones al vehículo lanzamisiles Grad. Cuando llegan a la zona de disparo, Andriy da las coordenadas del objetivo y un cohete sale disparado con un ruido infernal antes de que la unidad se ponga a cubierto bajo los árboles de los drones rusos.

“Pronto se cumplirán tres años y cada día ha sido una cita romántica. Tres años sin separarnos: en la guerra y en casa”, dice el comandante. Tetiana, una rubia alta con un gorro marrón, es más reservada, reconociendo tímidamente que admira a Andriy “como hombre y como comandante”.

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Ambos coinciden en que la ventaja de hacer la guerra juntos es que, cuando hay bombardeos, ambos saben dónde está el otro. Y ninguno sueña con dejarlo, ni siquiera cuando llegue la paz. “Mi marido está aquí, mis camaradas de años también. Dejarlo no tendría sentido”, dice Tetiana, de 26 años.

Su historia de amor no es rara en Ucrania. Ellos conocen otras tres parejas con ambos integrantes movilizados. Y muchas familias tienen a varios miembros, normalmente hermanos, sirviendo en el ejército. La hermana de Tetiana, sin ir más lejos, también es soldado.

“Liderar con el ejemplo”

El oficial de prensa del ejército que facilitó el encuentro para la AFP, Viktor Zalevskyi, llegó acompañado por su hija, también uniformada. Ahora socorrista, Zhana, de 22 años, era masajista antes de la guerra. La prevalencia de miembros de familias sirviendo juntos en la guerra es “liderar con el ejemplo”, dice el filósofo ucraniano Volodimir Yermolenko a la AFP.

Mientras “en Rusia todo lo decide el jefe”, en Ucrania “la iniciativa procede de la comunidad”, asegura. Esto significa que “una persona que va al frente será un ejemplo para seguir de los otros”, añade. Las matemáticas también tienen su influencia. El país tenía unos 40 millones de habitantes en 2020 antes de la guerra según datos oficiales y la agencia de refugiados de la ONU asegura que 7,6 millones se exiliaron.

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Según el ministro de Defensa, Oleksei Reznikov, las fuerzas de seguridad cuentan con un millón de miembros, con lo que más del 3% de la población está conscripta. El porcentaje aumenta significativamente si solo se tienen en cuenta los grupos en edad de combatir, adultos hasta los 60 años.

“En cada familia ucraniana probablemente hay alguien en la línea del frente”, afirma a la AFP Oksana Kobets, portavoz del ejército. “Y un 90% tiene hermanos, padres, hijos”, añade la portavoz. Su marido es soldado y su hija mayor está terminando la escuela militar. Y la menor podría seguir sus pasos cuando pueda por edad, explica.

Fuente: AFP.

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