El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, expresó un deseo: “2022 debe ser el año en el que acabemos con la pandemia”. Fue en una rueda de prensa en Ginebra, hoy lunes, donde pidió reducir la desigualdad en el acceso a las vacunas.

Con la aparición de la variante ómicron, detectada en Sudáfrica en noviembre y mucho más contagiosa, algunos países se enfrentan a una quinta ola de COVID-19 y decidieron endurecer las restricciones sanitarias. En esa línea, el jefe de la OMS advirtió de los riesgos de las reuniones familiares durante esta época de fiestas.

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“El año que viene, la OMS se compromete a hacer todo lo posible para poner fin a la pandemia”, agregó, y luego pidió que se reduzcan las desigualdades en el acceso a las vacunas en los países más desfavorecidos.

“Si queremos acabar con la pandemia el próximo año, debemos poner fin a la desigualdad (del acceso a las vacunas) garantizando que el 70% de la población de todos los países esté vacunada a mediados del próximo año”, afirmó Tedros.

Un “futuro mejor”

Dos años en primera línea de la lucha contra la pandemia del COVID-19 como jefe de emergencias sanitarias de la OMS y Michael Ryan no pierde el optimismo, convencido de que la humanidad tomará las medidas necesarias para controlar el virus. Mientras tanto, reconoce que la crisis podrá agravarse con la variante ómicron, ya que todo apunta a que hará aumentar las tasas de contagio y volver a llenar los hospitales.

Y no es imposible que el mundo deba enfrentar otras variantes, más peligrosas, que con olas sucesivas podrán desbordar los sistemas de salud. “Es un futuro posible si no tratamos correctamente el virus”, declaró Michael Ryan en una entrevista reciente con AFP. Pero “eso no es lo que yo veo por el momento. Yo veo un futuro mejor”, aseguró.

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El epidemiólogo de 56 años, un excirujano, considera que si “nosotros nos aplicamos seriamente en términos de medidas sanitarias (y) aumento de la cobertura de vacunas”, se podrá superar la fase pandémica. Aunque el virus del SARS-CoV-2 probablemente no desaparecerá, Ryan considera que podría convertirse en otro virus respiratorio endémico, como la gripe.

Esta perspectiva optimista parece ir a contramano de la situación en el terreno. El COVID-19 oficialmente ha matado a más de 5,3 millones de personas en el mundo, aunque la cifra real podría ser tres o cuatro veces superior.

“Optimista patológico”

La propagación de ómicron no cambia fundamentalmente las cosas, según Ryan. “Teníamos dificultades mucho antes de ómicron”, indicó el médico, quien recordó que la variante delta se propagó gracias a la desigualdad en las vacunas, la politización de la pandemia e incluso la desinformación generalizada y el levantamiento prematuro de las restricciones sanitarias.

Pero para él, el mundo puede cambiar de rumbo, y citó la “resiliencia increíble” de las comunidades, el servicio desinteresado del personal de salud y la cooperación científica sin precedentes desde el inicio de la peor crisis sanitaria en un siglo.

“Me siento muy optimista ante lo que podemos lograr colectivamente”, expresó. De hecho, el irlandés ha sido diagnosticado por sus colegas como un “optimista patológico”, una cualidad que ha sido extremadamente útil desde que asumió como jefe del programa de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2019, poco antes del inicio de la pandemia.

Censura

La OMS está nuevamente en el ojo de la tormenta, criticada por reaccionar a veces muy lentamente o tardar en reconocer sus errores de apreciación, y ha sido usada como chivo expiatorio de las autoridades superadas por los acontecimientos.

“A veces es difícil”, admite Ryan, quien, junto con el director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, es uno de los rostros de la lucha de la OMS contra el COVID-19. “Nos hemos llevado algunos golpes”, pero “es parte del oficio”. Lo más duro para el “general” --como le dice el doctor Tedros-- es el impacto para las familias de los expertos de la OMS que trabajan sin descanso. Él mismo ha visto a sus tres hijos que viven en Irlanda solo cuatro veces en dos años.

“Es difícil”, admite, aunque se apresura a aclarar que eso no es nada comparado a lo que vive el personal en el terreno. “No hay nada más agotador, más estresante que estar en primera línea ante una epidemia”, sostiene Ryan, quien pasó gran parte del último cuarto de siglo en el terreno luchando contra las epidemias del ébola, el cólera y la polio.

Más diplomático

La visión de Ryan sobre la vida cambió en Irak en 1990, donde fue tomado rehén durante la primera guerra del Golfo, cuando llegó a operar con un arma apuntada a su cabeza. “Yo estuve de rehén en Irak y (...) varias veces pensé que mi vida había terminado”, confió. “Actualmente, para mí, la mayor parte del tiempo es como de bonificación”.

Esa experiencia le resultó útil para su trabajo actual, ya que le ayudó a desarrollar una “capacidad de hacerle frente al estrés de una emergencia”. Sin embargo, todo lo que vivió en el terreno no lo preparó para enfrentarse a la política del poder. “Yo no soy un político natural”, admite el médico, pero “aprendí” y “puede ser que sea un mejor diplomático tras los últimos años”.

Fuente: AFP.

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