Desde la ciudad israelí de Haifa hasta Ramala, pasando por la Franja de Gaza, las manifestaciones y los cruentos enfrentamientos con israelíes, civiles o militares, fortalecieron la identidad palestina, muy fragmentada en los últimos años, estiman los analistas.

El 18 de mayo, en pleno conflicto en la Franja de Gaza, un llamado a la huelga general fue muy respetado en Cisjordania y Jerusalén Este, la parte palestina de la ciudad, pero también, hecho inusual, en localidades israelíes donde viven numerosos palestinos con nacionalidad israelí, como Nazaret y Acre (norte).

En múltiples lugares ondearon las banderas palestinas para apoyar la huelga general en reacción a los letales bombardeos de la Franja de Gaza por parte de Israel y la colonización en los territorios palestinos. “Ver a cada comunidad palestina movilizarse unida es muy raro”, señala Salem Barahmeh, director del Instituto Palestino para la Diplomacia Pública.

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“Muerte a los árabes”

Los palestinos de Cisjordania, ocupada por Israel, de la Franja de Gaza (sometida a un bloqueo desde hace casi 15 años), de Jerusalén Este (ocupada y anexada por Israel) y los árabes israelíes, descendientes de palestinos que permanecieron en su tierra cuando Israel fue creado en 1948, viven realidades muy diferentes y están aislados unos de otros.

“Estas circunstancias impiden cualquier intercambio entre palestinos, geográfica, social y políticamente”, explica Barahmeh, en Ramala (Cisjordania). Detrás de esta fragmentación, también hay una cierta despolitización, alentada por 15 años sin elecciones palestinas, y por una clase política dividida, sostiene.

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A eso se agrega el surgimiento “de una clase media” ávida de una vida alejada de la política y de los conflictos, señala Barahmeh. Pero en las últimas semanas, los acontecimientos se aceleraron. Primero estallaron los enfrentamientos entre la policía israelí y los palestinos en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén Este, lugar santo musulmán y símbolo de la identidad palestina.

Luego vinieron los bombardeos en Gaza y los disparos de cohetes hacia Israel, enfrentamientos en los que fallecieron más de 250 palestinos. Y, al cabo de los días, la violencia llegó a Cisjordania y las ciudades israelíes llamadas mixtas, donde viven israelíes y palestinos. La violencia en estas localidades de Israel, presentadas a menudo como ejemplo de convivencia, marca un punto de inflexión, opina Miriam Barghouti, investigadora y activista palestina.

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El 11 de mayo, un palestino de Israel, Mussa Hassuna, fue asesinado en un enfrentamiento entre judíos nacionalistas y jóvenes árabes en Lod, en el centro de Israel. “Cada palestino tiene una experiencia diferente del Estado de Israel, eso impide sentirse conectados entre sí, para compartir una experiencia común”, dice Barghouti.

“Pero aquí vimos que (la violencia) no era un problema exclusivo de Cisjordania o Gaza” sino que abarcaba “también a Tel Aviv, Lod, Yafa, con gente que gritaba ‘muerte a los árabes’ y atacaba con armas a los palestinos”, explica.

“Misma identidad”

Las ONGs estadounidense Human Rights Watch (HRW) e israelí B’Tselem calificaron en los últimos meses de “apartheid” la política israelí hacia los palestinos que viven en Israel o en los territorios palestinos ocupados. “La violencia que se produjo, la brutalidad israelí, les recordó a todos su condición de palestinos”, afirma Amal Jamal, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Tel Aviv.

“Pero hay una gran diferencia entre el sentimiento (de identidad) y el proyecto político”, agrega Jamal, ya que según él los palestinos no se ponen de acuerdo en la manera de tratar con Israel. Los palestinos de Israel “son realistas, han vivido con judíos durante décadas, entienden el espíritu israelí y hablan hebreo”, explica.

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“Aspiran a ser parte del sistema político (israelí) y ganar legitimidad para resolver el problema de los palestinos”, señala. En cambio, algunas facciones palestinas, como el movimiento islamista Hamás de la Franja de Gaza, no reconocen a Israel y lo atacan.

“Nos damos cuenta de que hablamos el mismo idioma, compartimos la misma historia, nos rebelamos contra el mismo sistema, afirmamos tener la misma identidad”, insiste Barahmeh. “¿Esta unidad es plena? No. ¿Está lo suficientemente estructurada? Todavía no. Pero es el comienzo de algo” concluye.

Fuente: AFP.

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