Entre el alboroto, un cañonazo resuena y un silencio sepulcral se impone. Le sigue el aplauso de centenares de personas, congregadas este sábado en la Torre de Londres para homenajear al príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, fallecido ayer.

A pesar del frío y de la típica llovizna londinense, multitud de habitantes de la capital se han reunido en la explanada del famoso castillo situado en pleno corazón de la City, haciendo caso omiso a las advertencias de las autoridades, que quieren evitar concentraciones de gente a causa de la pandemia del COVID-19.

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Pese al frío y de la típica llovizna londinense, muchas personas se han reunido en la explanada del famoso castillo para participar del homenaje. Foto: AFP.

Heather Utteridge ha venido a mostrar su “respeto hacia el que fue un superhombre”, explica a la AFP, considerando que algunos de sus compatriotas “no se dan cuenta” de todos los logros realizados por el príncipe Felipe y la reina, pues “actúan de forma discreta”. Precisamente en línea con esa discreción, el duque de Edimburgo, que no gustaba demasiado del protocolo y que quería modernizar la institución, afirmó que no deseaba que se le organizaran funerales de Estado.

Ceremonia de adiós privada

A la espera de una ceremonia de adiós privada, las salvas de artillería sonaron este sábado a las 12:00 (11:00 GMT) por todo el país, desde el castillo de Edimburgo al enclave británico de Gibraltar, pasando por la cubierta de los buques de la Royal Navy, en la que Felipe sirvió durante la Segunda Guerra Mundial.

En la Torre de Londres, los curiosos miraban hacia la orilla del Támesis, donde fueron instalados tres rutilantes cañones, custodiados por militares y por varios “Yeomen”, los emblemáticos guardias vestidos de rojo y amarillo. A mediodía, bajo la orden de los militares, se disparó el primer cañonazo de una salva de 41 (uno cada minuto). En ese momento, el alboroto de la multitud desapareció durante unos minutos, dando paso al silencio.

“Acontecimiento único”

“Para mí era importante estar aquí, dicho así suena un poco raro, pero queríamos estar aquí para vivir este acontecimiento único”, explica Alexander Beaten, acompañado de su novia. “Somos dos jóvenes treintañeros y no hemos conocido nada más que la reina y su marido”, dice el joven, para quien la pareja real “representa la identidad y la cultura británica”.

“Podemos no estar de acuerdo con el gobierno, no estar de acuerdo con muchas cosas que ocurren en el país, pero la reina y el príncipe Felipe son una constante”, afirma. Su novia, Emma Preston, de 27 años, asiente: “Ellos siempre han sido una constante, quería tomarme un minuto para pensar en el impacto que han tenido en mi vida”.

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Para ella, la popularidad del duque, conocido por su franqueza y por su humor (pero también por sus bromas teñidas de racismo o de sexismo), se explica en parte por su faceta “divertida” y chistosa. “Constituía un buen contrapeso para la reina, que siempre tiene que mostrarse como la persona respetuosa, como la jefa”.

Tras la ceremonia y los aplausos, Heather Utteridge lamenta que el homenaje haya durado demasiado poco, esperando que se organice algo más importante “cuando el coronavirus se calme”. Alexander, en cambio, espera que este evento sin “grandes fastos (...) corresponda con lo que el príncipe hubiera querido”.

Fuente: AFP.

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