El miedo a morir de COVID-19 impulsó a Laura Villa a dejar de posponer su testamento. Como ella, muchos mexicanos decidieron por fin dictar su última voluntad a raíz de la pandemia, algunos desde su lecho de enfermos. De fácil sonrisa cuando le regalan un cráneo azucarado con su nombre el Día de Muertos, el mexicano rehúye sin embargo hablar de herencias, al punto que solo 5% de quienes tienen qué repartir han legalizado estos asuntos en el país, según el Colegio de Notarios de Ciudad de México.

Un gran número hereda en cambio conflictos que se extienden por generaciones. “Me la pasé diciendo ‘para el próximo año’. Los mexicanos somos mucho del mañana y no nos gusta hablar de testamentos, es ave de mal agüero”, dice a la AFP Villa, financiera de 49 años preocupada por dejar claro el destino de dos departamentos.

A la superstición se suma una renuencia a los trámites legales, considerados caros y engorrosos, por lo que hay familias que llevan décadas viviendo en casas de parientes fallecidos sin tener título de propiedad.

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Disparada

Desde hace años, autoridades y notarios brindan facilidades y descuentos para que la gente deje en orden sus posesiones e incluso organizan campañas como “Septiembre, mes del testamento”, extendida ahora a octubre.

“Han aumentado casi 60% las solicitudes para la apertura de testamento. Todos nos vamos a morir y cuando la vemos más cerca, como con esto del COVID-19, la gente más se preocupa”, comenta a la AFP Luis Antonio Montes de Oca, secretario de comunicación del Colegio de Notarios de Ciudad de México. A inicios de septiembre, Villa testó tras pagar 118 dólares.

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“Yo pensaba: ‘no me voy a morir ahora, soy saludable’. Pero ves la pandemia y con ello la decisión de -ahora sí- hacer mi testamento”, añade Villa, quien tiene dos hijos. Con casi 90.000 decesos y 129 millones de habitantes, México es el cuarto país más enlutado por el nuevo coronavirus; contabiliza además unos 900.000 contagios. Montes de Oca ha tramitado este año unos 140 testamentos contra 90 en 2019. La epidemia surge invariablemente en las entrevistas con sus clientes.

Uno de ellos estaba postrado por el virus. Tras una videollamada en la que el enfermo expresó su voluntad, el notario se hizo de un equipo de bioseguridad para visitarlo, leer el documento y firmarlo, como marca la ley que sólo admite testamentos presenciales.

“Llegué con mucho miedo. Para evitar un contagio le pedí que tuviera su pluma para firmar sin que yo le tuviera que prestar la mía”, recuerda el abogado. “Lo mejor es que mi cliente se recuperó”.

“Pánico”

Morir sin testamento acarrea problemas con los inmuebles, pues sin título de propiedad no pueden ser vendidos ni arrendados. La regularización es sencilla cuando los familiares están de acuerdo; de lo contrario, resulta ardua y costosa. Aunque en Ciudad de México la legalización de herencias alcanza 20%, el gobierno capitalino creó una unidad especial de sucesiones.

“Con la pandemia ha habido una reacción de pánico de la gente de querer hacer todo ahora. Hay personas que viven en una casa y no les importaba regularizar. Ahora quieren hacerlo para ellos no dejar de herencia el problema”, explica Antonio Ramírez, jefe de la unidad.

El ente gestiona casos de fallecidos de COVID-19 que no dejaron testamentos o cuyo trámite quedó inconcluso. Montes de Oca lleva dos juicios de ese tipo. “Está muy fresco esto de la pandemia, tiene que pasar el duelo. Luego vendrán seguramente más” casos de personas que dejaron su herencia en el limbo, prevé.

Fuente: AFP.

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