Río de Janeiro, Brasil. AFP.

La pandemia de coronavirus arroja una luz cruda sobre las desigualdades raciales en Brasil, al ensañarse con la población negra, mayoritaria pero con menor acceso a los servicios públicos y en situaciones precarias de empleo y vivienda.

En el estado de San Pablo, epicentro de la enfermedad y el más populoso del país, el riesgo de morir por COVID-19 es 62% más elevado para los negros.

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El último balance de las autoridades sanitarias regionales establece que la tasa de mortalidad del virus es de 15,6 por cada 100.000 habitantes para los negros, frente a 9,6 para los blancos.

A escala nacional, los datos muestran que los blancos tienen más chances de recuperarse en hospitales, donde los negros representan un 36,4% de las admisiones por síndrome respiratorio agudo severo, pero un 45,3% de las defunciones.

"Estos números muestran que el riesgo de muerte es más elevado para los negros porque llegan muy tarde al hospital, debido a que viven lejos, o porque carecen de atención médica", afirma Emanuelle Goes, investigadora del Instituto Fiocruz, referencia en salud pública.

"La pandemia no hace más que ampliar las desigualdades históricas heredadas de la esclavitud, mientras que las políticas destinadas a promover la igualdad racial se estancaron", agrega.

Salud Pública precaria

Un informe divulgado el miércoles por el instituto oficial de estadísticas IBGE muestra que el promedio de ingreso mensual de los negros equivale apenas al 55,8% del de los blancos.

"Los trabajadores negros están más expuestos al contagio. Muchos dependen de la economía informal y deben salir para ganarse la vida", explica Aline Nascimento, del instituto ID_BR, una ONG que trabaja por la igualdad racial en el mercado laboral en Brasil.

"La población negra ocupa también de forma mayoritaria puestos de trabajo que permiten que los servicios esenciales funcionen, como los cajeros de los supermercados, por ejemplo", detalla Nascimento.

En estas condiciones, respetar las reglas de distanciamiento social es un desafío diario, especialmente porque la población negra es mayoría en las favelas, comunidades con alta densidad de habitantes en viviendas precarias, muchas veces sin acceso a servicios básicos, como agua corriente.

Y cuando se enferman, dependen mayormente del precario sistema de salud pública. Estudios revelan que un 67% de los brasileños que carecen de recursos para acceder al sistema privado son negros.

"Muchos negros a menudo presentan otras patologías que los hacen más vulnerables al nuevo coronavirus, como diabetes e hipertensión, pero no lo saben porque no tienen acceso a consultas regulares", advierte Maria Inés da Silva Barbosa, una de las principales especialistas en problemas raciales relacionados con la salud en Brasil, quien fue profesora de la Universidad Federal de Mato Grosso (UFMT).

Situación caótica

En Río de Janeiro, la tasa de letalidad del coronavirus, calculada al dividir el número de casos confirmados entre el número de muertos, es significativamente superior en los barrios pobres: llega a 30,8% en la Maré, un conjunto de favelas en el norte de la ciudad, contra 2,4% en Leblon, en el sector más rico de la zona sur, frente al mar.

"En la Maré no tenemos más que un hospital público y siete ambulatorios para una población de más de 140.000 habitantes. La situación ya era precaria, ahora se volvió caótica", afirma Eliana Sousa Silva, directora de la ONG Redes de la Maré.

También Rita Borret, médica en un ambulatorio de la favela de Jacarezinho, cerca de la Maré, cree que la situación de la atención de salud se ha agravado.

"Al principio, como los primeros casos de coronavirus eran de ricos que iban al extranjero, se pensaba que la pandemia no llegaría jamás a la favela. Como casi todo el mundo siguió trabajando, la circulación del virus se aceleró", explica Borret.

El coronavirus, cuyo primer caso fue anunciado en Brasil a finales de febrero, ya dejó más de 8.500 muertos en el país.

A este escenario se suma la dificultad de encontrar camas disponibles en el servicio público para los casos más graves, en tanto que la población que tiene algún seguro de salud, en su mayoría blanca, tiene acceso a la red privada.

“En los primeros días de la pandemia, cuando llamaban una ambulancia, llegaba en media hora y el paciente era hospitalizado. Ahora, tenemos que esperar casi cinco horas. Y a veces nos enteramos de que los pacientes son enviados de vuelta a casa después de llegar a la emergencia debido a la falta de camas en los cuidados intensivos”, relata Borret.

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