Nueva York, Estados Unidos | AFP. Por Catherine TRIOMPHE

"Estamos en una ciudad que vive las 24 horas, el metro no fue concebido para estar vacío, sino lleno", afirma Gary Dennis, un neoyorquino de pura cepa.

Por primera vez desde 1904, el metro de "la ciudad que nunca duerme" se detuvo en la noche para ser desinfectado debido a la pandemia de coronavirus. Una decisión muy triste para quienes ven en el metro un indicador de la salud de la capital económica estadounidense.

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El cierre del metro de una a cinco de la mañana desde este miércoles debe permitir la eliminación de todo rastro del virus en 6.500 vagones, a través de diferentes técnicas que van desde el uso de simples desinfectantes a lámparas ultravioletas, dijeron responsables de la MTA, la agencia que administra el transporte público de la ciudad.

Aunque los casos del virus y las hospitalizaciones están disminuyendo en Nueva York, la ciudad sigue siendo el epicentro de la pandemia en el país, con más de 19.000 muertos, y aún no hay fecha para el fin de las medidas de confinamiento.

Para Dennis, de 59 años, guía turístico amante de la Gran Manzana y de sus 420 estaciones de metro, los trenes grises, ruidosos y envejecidos, tan emblemáticos como los taxis amarillos o la estatua de la Libertad, son un excelente indicador de la salud de la ciudad.

La decisión de parar los trenes en la noche le conmocionó.

"Sin metro, Nueva York muere", señala. "Con un metro fuerte, la ciudad está en forma".

El alcalde Bill de Blasio lo dice a menudo: el metro es "el soplo de vida" que anima esta ciudad de 8,6 millones de habitantes.

Pero desde el inicio de la pandemia el servicio se ha reducido, y el metro nunca estuvo tan vacío. La frecuentación ha caído un 90%, a menos de 500.000 pasajeros diarios, según la MTA.

Recientes imágenes de vagones ocupados en la noche por personas sin techo provocaron una viva emoción. El cierre nocturno tiene también por objetivo alentar a estas personas a buscar un refugio.

Los empresarios y corredores de bolsa, ahora en teletrabajo, desaparecieron. Solo quedan en el metro los trabajadores considerados esenciales: unos 800.000 empleados de hospitales, supermercados o restaurantes, en general jóvenes latinos o negros, que se apresuran por los pasillos, con mascarillas.

“Vector gigante del virus”

"¡Está vacío!", exclamó Will Ramos, de 33 años, plomero y reparador de todo tipo, al atravesar en la hora pico la estación de Union Square, una de las mayores de la red, con una amiga que trabaja en un hospital.

Para él, el metro es Nueva York: un lugar donde uno se aprieta y lo empujan pero también donde se ve "mucha cultura y talento".

Pero la epidemia ha convertido el metro en un "vector gigante del virus", según una de sus conductoras, Sujatha Gidla, que tuvo COVID-19 y denunció la falta de protección de los empleados en una carta abierta al New York Times, publicada el martes.

Según el presidente de la MTA, Patrick Foye, 109 de los 50.000 empleados murieron de coronavirus desde marzo.

Aunque nadie sabe cuando acabará la pandemia, el amplio proyecto de renovación iniciado en los últimos años, considerado urgente, está en peligro por la falta de ingresos. Las pérdidas se estiman en 4.000 a 8.000 millones de dólares, según algunos expertos.

Ni la ciudad ni el estado de Nueva York, cuyos ingresos fiscales también están en caída libre debido a la paralización de la economía y la explosión del desempleo, podrán cubrirlas. Y muchos dudan de que el gobierno de Donald Trump se apiade del metro de su ciudad natal.

"Los problemas de financiación serán enormes", dice Bruce Schaller, exresponsable del transporte neoyorquino y hoy consultor sobre el tema.

Pero este experto, así como muchos otros, no duda de que el metro terminará por recuperar su efervescencia tras adaptarse al aumento del tráfico de autobuses y bicicletas.

Aún estamos lejos de la crisis fiscal de los años 1970, según Schaller. El lamentable estado del metro en esa época, con criminalidad endémica, era solo uno de los síntomas de "una ciudad gravemente enferma", indica.

El problema actualmente “es cómo salir” de la pandemia, señala. “La vitalidad a largo plazo de la ciudad no está en cuestión”.

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