A bordo del barco Sam Simon, Francia | AFP. Por Laure FILLON

Los seis voluntarios de la ONG Sea Shepherd ocupan sus asientos en una pequeña embarcación armados de cámaras. A la luz de la luna se alejan del Sam Simon, antigua embarcación de observación meteorológica, para llegar hasta la zona donde faenan dos buques de pesca de arrastre.

A veces tienen que esperar varias horas hasta que los pesqueros retiren las redes tratando de no hacerse notar demasiado. Y es que no son muy bienvenidos. "¡Banda de carroñeros!", gritan desde los pesqueros cuando ven la embarcación a unos metros de las redes de los barcos.

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Pescan lubina, pero el Sea Shepherd quiere ver si hay cetáceos atrapados en las redes. En la primera red, una enorme masa agita frenéticamente la cola. Se trata de un atún. Una forma más grande se distingue en la segunda, en medio de los peces. "¿Un tiburón?", pregunta el videasta de Sea Shepherd sin tener claro de qué se trata.

El Sam Simon llegó el 22 de diciembre al Golfo de Vizcaya, que comparten Francia y España, y permanecerá aquí hasta finales de febrero, por segundo invierno (boreal) consecutivo. El objetivo es monitorear las capturas colaterales de delfines.

"El problema dura ya 30 años, pero había una omertá (silencio)", denuncia Lamya Essemlali del Sea Shepherd Francia.

El observatorio Pelagis, que documenta las capturas de cetáceos, informa de que la situación se ha agravado desde 2016.

1.200 cetáceos muertos

"2019 ha sido el año de todos los récords" con 1.200 muertes de pequeños cetáceos entre enero y abril. Entre ellos, 880 delfines comunes, anuncia la bióloga Hélène Peltier. En total, 11.300 delfines comunes habrían muerto ya que la mayoría se hunden.

80% de los delfines autopsiados por Pelagis tienen huellas de colisión con las artes de pesca: cortes, dientes rotos, rostro herido, asfixia.

"Los pescadores van a las zonas donde hay peces, al igual que los delfines", explica Yves Le Gall, responsable del servicio acústico del Instituto Francés de Investigación para la Explotación Marina (Ifremer).

Se estima que en el Golfo de Vizcaya hay unos 200.000 delfines. Según los científicos, más del 1,7% de la población muere a causa de actividades humanas. "Estamos muy por encima" de ese porcentaje, constata Hélène Peltier, subrayando que "los animales muertos accidentalmente gozan de excelente salud".

En los años 2000, se empezó a experimentar con dispositivos acústicos, conocidos como 'pinger' para alejar a los delfines, pero no se aplicaron pese a que alejan a los delfines.

Desde enero de 2019, los pescadores franceses tienen que declarar las capturas accidentales de mamíferos marinos, pero cuesta aplicar la legislación.

Conciliar pesca y delfines

A partir de enero, un plan de protección de los cetáceos completará las medidas. "Queremos equipar a todos los navíos de arrastre del Golfo de Vizcaya con 'pingers'", explica el ministerio. Francia negocia con Bruselas que la medida la cumplan todos los barcos, tanto franceses como extranjeros.

Los pesqueros de arrastre, que han aceptado llevar observadores a bordo, serían responsables de al menos 4% de las capturas accidentales. Estos barcos, 25 pares en el Golfo de Vizcaya, están ahora equipados con 'pingers'.

Pero otros navíos, entre ellos 20 pesqueros solos y 400 embarcaciones equipadas con redes de enmalle faenan en esta zona. "Es difícil saber quién captura los delfines y cuántos", resume Hélène Peltier.

Científicos, ONG y pescadores aceptan la necesidad de comprender mejor el tipo de aparejos de pesca que capturan a los delfines, cuándo y dónde.

El Ifremer trabaja en nuevos 'pingers' y en reflectores para equipar los kilómetros de redes que extienden los buques de redes de enmalle. "Estamos casi seguros de que los delfines no los ven", explica Yves Le Gall.

Para Sea Shepherd, los repelentes acústicos no son "una solución milagro". La ONG pide "una prohibición de las medidas de pesca no selectivas", a lo que Hubert Carré responde que es "imposible" pues no se puede olvidar la importancia económica de la pesca francesa.

Dominique Chevillon, de la ONG France Nature environnement (FNE) aboga por medidas menos radicales: la “suspensión periódica en algunos lugares y algunos tipos de pesca” serían eficaces para proteger a los mamíferos marinos, dice.

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