La Paz, Bolivia. AFP.- La familia del profesor de música Lindomar Castillo llevó un acordeón y otros instrumentos al cementerio para honrar a sus parientes muertos, una tradición que se cumple religiosamente en Bolivia incluso cuando hay crisis política.
En la festividad católica del Día de los Difuntos, las protestas contra la reelección del presidente Evo Morales amainaron cuando miles de bolivianos se volcaron este sábado a los cementerios a acompañar por unas horas a sus seres queridos fallecidos.
"Hay una pausa [en las protestas], pero no una tregua", explica el profesor Castillo, de 41 años, al costado de la tumba familiar en el cementerio 'La Llamita', situado en la ladera de uno de los montes que rodea a La Paz, en el barrio La Periférica, no lejos del centro.
"El conflicto sigue, pero como la mayoría de la gente tiene esas costumbres, esta fe religiosa [cristiana], se hace una pequeña pausa. El lunes, de seguro, que van a estar con mayor fuerza las movilizaciones" en las calles, indica Castillo a la AFP.
La creencia popular en Bolivia es que las almas de los muertos retornan a la Tierra cada 1° de noviembre para estar con sus deudos durante 24 horas. Al día siguiente, los cementerios se llenan porque las familias despiden las almas de sus difuntos al lado de sus tumbas con mucha comida, bebidas, flores y música tradicional andina.
Luego de limpiar la tumba, los Castillo colocan un mantel sobre la lápida de cemento y van depositando ofrendas: frutas, como plátanos y naranjas, caramelos, y panes de diversos tamaños con formas de sus parientes difuntos.
Aymaras anti-Evo
Muchas de las familias en el cementerio son indígenas aymaras, igual que Evo Morales. Sin embargo, no todas apoyan al presidente, quien fue reelegido para un cuarto mandato tras un cuestionado escrutinio de los comicios del 20 de octubre.
"Nosotros con mi familia estamos a favor de la democracia, en contra de lo que sería el presidente Evo Morales y su gabinete (...). Todos estos días, con mi mamá, con mis hermanos hemos estado en los cabildos [asambleas populares], en las marchas, en los bloqueos" de calles, declara a la AFP María Isabel Budych, de 23 años, estudiante de comunicación social, cuya madre es aymara.
Muchas mujeres en el cementerio visten las anchas 'polleras' [faldas] y pequeños sombreros tradicionales aymaras, en un país donde el 60% de la población es indígena.
Sin embargo, los más jóvenes no lucen atuendos tradicionales. Si bien la abuela y la tía de María Isabel visten pollera y sombrero aymara, la universitaria, su madre y su hermana llevan pantalones vaqueros y gorra de béisbol.
Escalera al cielo
Después de orar brevemente, los Castillo se ponen a tocar alegremente sus instrumentos: una melódica (especie de pianito de viento, no de cuerdas), un ukelele (pequeña guitarra hawaiana), bongó, maracas, charango (pequeña guitarra andina) y acordeón.
Las otras familias siguen un ritual semejante, y las que no tienen músicos propios para amenizar la jornada pueden contratarlos entre la media docena de bandas que ofrecen serenatas de entre 10 y 15 minutos por 100 bolivianos (unos 15 dólares).
También ofrecen sus servicios fotógrafos -provistos de pequeñas impresoras portátiles-, así como vendedores ambulantes de helados de canela, algodones de dulce y sombrillas para el sol, entre otros.
La escena de 'La Llamita' se repitió en los demás cementerios del resto de Bolivia, según medios locales.
En 'La Llamita' y un puñado de otros cementerios "clandestinos" o ilegales de La Paz, los difuntos son enterrados hasta ahora sin ningún tipo de registro ni permiso formal.
Las autoridades, que han tolerado esta práctica por décadas, ahora buscan regularizar la situación.
Por esta razón, cada tumba de 'La Llamita' tenía pegada una notificación municipal, fechada el 30 de octubre de 2019, que advertía a las familias que deben registrar a todas las personas enterradas, pues de lo contrario sus restos "serán exhumados y trasladados a una fosa común".
Sobre las lápidas también quedaban los penas llevados por los deudos. Algunos tienen forma de pequeñas escaleras, que sirven -afirman- para que sus difuntos asciendan nuevamente al cielo, hasta que vuelvan el próximo 1° de noviembre...