Madrid, España | AFP | por Diego URDANETA y Álvaro VILLALOBOS

Tras cuatro meses de audiencias, el histórico juicio a doce líderes independentistas por el fracasado intento de separar a Cataluña de España en 2017 culminó este miércoles, quedando a la espera de una sentencia que se anuncia muy sensible políticamente.

En la sesión final en el Tribunal Supremo, en Madrid, los acusados se expresaron por última vez, lamentando que la justicia se vea abocada a solventar un "problema político" y reivindicando el diálogo como salida a la persistente crisis catalana.

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"Votar o defender la República desde un Parlamento no puede constituir delito", afirmó el principal acusado, el exvicepresidente catalán Oriol Junqueras. Hay que "devolver la cuestión al terreno de la política (...) de donde nunca debería haber salido", señaló.

"El poder judicial no puede resolver un problema político", aunque ahora los magistrados tienen la "responsabilidad de no agravar la crisis", dijo Jordi Sánchez, ex líder de una influyente asociación independentista, que al igual que sus compañeros de banquillo reivindicó el carácter pacífico del movimiento.

Minutos después, el líder de otra importante asociación, Jordi Cuixart, expresó su indoblegable compromiso con la causa separatista.

"Lo volveremos a hacer", dijo Cuixart, un lema que sus simpatizantes estaban ya luciendo esta tarde en carteles en Barcelona.

Tras más de 50 sesiones televisadas, centenares de testigos, incluido el ex presidente del gobierno español Mariano Rajoy, y copiosas pruebas presentadas, ahora toca a los siete miembros del alto tribunal emitir un fallo, que no se espera antes de otoño y que los acusados prevén recurrir ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Con el principal protagonista de la tentativa secesionista huido en Bélgica, el ex presidente regional Carles Puigdemont, la cara más visible del proceso fue Junqueras, para quien la fiscalía pide 25 años de cárcel.

Él y otros ocho separatistas, en prisión preventiva desde hace más de un año, son acusados del grave delito de rebelión, que implica duras penas, mientras que los tres restantes responden por desobediencia y malversación, cargos más leves.

En Barcelona, independentistas manifestarán la noche de este miércoles en solidaridad con quienes consideran “presos políticos”. “El juicio es una anomalía democrática”, estimó Abel Vilà, estudiante separatista de 25 años, en la capital catalana.

La controvertida “violencia”

La fiscalía ha calificado los hechos de 2017, que incluyeron el 1 de octubre un referéndum de autodeterminación ilegal y el 27 la declaración del Parlamento catalán de una república que nunca se concretó, de "golpe de Estado" en medio de un "clima insurreccional".

A su juicio, hubo violencia, esta última una cuestión muy controvertida incluso entre expertos, y determinante, ya que es indispensable para sustentar el delito de rebelión.

Un cargo negado por las defensas, que han dicho que la violencia fue casi exclusiva de la policía, cuya represión durante el referéndum de autodeterminación generó imágenes que dieron la vuelta al mundo.

"La violencia (...) nunca ha formado parte del código de conducta" de los independentistas, insistió el acusado Jordi Turull, ex portavoz del gobierno catalán.

Los abogados de Junqueras y de otros dos exministros regionales admiten que pudo haber en todo caso desobediencia, un delito que conlleva inhabilitación para ejercer cargos públicos, pero no prisión.

Para varios procesados, sus defensores pidieron absolución.

Posiciones antagónicas reforzadas

Los puntos de vista antagónicos reflejan la pugnaz realidad fuera del Tribunal Supremo: a más de año y medio de la tentativa independentista, el separatismo sigue dividiendo a la población catalana y remeciendo la política española.

"La sentencia, sea la que sea", constituirá para el movimiento independentista, que había quedado "un poco sin horizonte", "un elemento al cual agarrarse para intentar de nuevo movilizar a su bloque", señaló a la AFP Oriol Bartomeus, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona.

El presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, quien inició el martes negociaciones para formar gobierno, busca evitar un nuevo apoyo de los separatistas catalanes, que desde el inicio del juicio le hicieron la vida imposible. Tanto es así que precipitaron las legislativas anticipadas de abril al rechazar los presupuestos del Estado.

En esos comicios fueron electos cinco de los acusados en el juicio, pero fueron suspendidos después. Uno de ellos, Junqueras, consiguió en mayo un escaño para el Parlamento Europeo que pretende conservar.

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