Varsovia, Polonia | AFP, por Michel VIATTEAU.

Es contaminante y cada vez más caro, pero a Polonia, país anfitrión de la Conferencia sobre el clima COP24, le cuesta renunciar al carbón, su "oro negro" de antaño.

Millones de polacos sufren picor de ojos por culpa del esmog, causado en gran parte por el carbón, sobre todo el "carbón del pobre". Sus ciudades se encuentran entre las más contaminadas de Europa.

Si el país pretende cumplir con los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima y reducir sus emisiones de CO2, tendrá que realizar grandes esfuerzos.

Según los expertos del Instituto de Investigaciones Estructurales (IBS) de Varsovia, Polonia tendría que disminuir la utilización del carbón para que, en 2030, la parte de éste en la producción de electricidad sea del 39%.

Pero la Política Energética del Estado (PEP), presentada el 23 de noviembre por el ministro de Energía Krzysztof Tchorzewski contempla que para entonces el 60% de la energía eléctrica proceda del carbón (contra el 80% en 2017).

El ministro se muestra sin embargo deseoso de conciliar esta previsión con los objetivos de la UE respecto a la reducción de emisiones de CO2. Espera poder recortarlas un 30% en 2030 respecto al nivel de 1990, principalmente reduciendo el derroche de energía.

Según la PEP, la parte del carbón debería bajar verdaderamente entre 2030 y 2040, cuando el gobierno espera que caiga hasta cerca del 32% en el mix energético, gracias a la energía nuclear.

El programa prevé abrir seis centrales nucleares a partir de 2033 y nuevas minas de carbón y reducir la energía eólica terrestre en beneficio de las turbinas marinas.

'Impacto negativo'

"Polonia se opone al aumento de los objetivos de reducción de CO2 adoptados por la UE para el año 2030, pues esto tendría un impacto negativo en el sector de la energía eléctrica y en el conjunto de la economía polaca", recoge un documento del ministerio polaco de Energía publicado el 13 de noviembre.

Con todo, gracias a las fuentes de energía renovables y a la presión de la UE, la parte del carbón en la producción de energía eléctrica de Polonia pasó del 98% en 1990 al 80% en 2017, según datos oficiales.

Pero su producción seguirá siendo más o menos estable, admitió recientemente Piotr Naimski, secretario de Estado de Infraestructuras Energéticas.

Y aunque ésta baje, Polonia seguirá comprando carbón en el extranjero, sobre todo a Rusia. En 2018, las importaciones del mineral aumentaron ligeramente, hasta los 12 millones de toneladas entre enero y septiembre.

'Interés político'

"Polonia no tiene estrategia, lo que prima es el interés político a corto plazo, las decisiones difíciles se aplazan", sostiene Marek Jozefiak, experto en carbón en Greenpeace. Menciona, por ejemplo, que hace poco se empezó a construir una central de carbón a más de 200 km de una mina pero en un feudo electoral del ministro de Energía.

Para Piotr Siergiej, activista en la organización "Alarma antiesmog polaco", también influye el factor económico, pues el gas se ha encarecido y la gente vuelve al carbón.

Sin embargo, subraya Siergiej, la lógica económica va en sentido contrario.

Según el Tribunal de Cuentas polaco, la industria minera recibió más de 15.000 millones de euros en subvenciones entre 2007 y 2015.

Si se tiene en cuenta el coste de las enfermedades causadas por la contaminación, señala el ecologista, esas subvenciones deberían destinarse a otras fuentes de energía, ahorrando además en el sector sanitario.

Hace poco se aprobó una ley para impedir la venta a particulares de carbón en polvo y de concentrado de flotación (el llamado “carbón del pobre”), importantes causantes del esmog y de partículas cancerígenas. Pero la batalla está lejos de ganarse: una de las variedades autorizadas a la venta incluir hasta un 30% de esas dos sustancias prohibidas.

Dejanos tu comentario