Río de Janeiro, Brasil | AFP | por Jorge SVARTZMAN

China, principal socio comercial de Brasil, multiplica y diversifica sus inversiones en la mayor economía latinoamericana y la relación podría estrecharse aún más, bajo la presión de la política proteccionista de Estados Unidos.

Las inversiones directas chinas en Brasil se centraban hasta 2010 en proyectos destinados a asegurar el abastecimiento alimenticio y energético de la segunda economía mundial. Pero en los últimos años se dirigen de manera creciente a las telecomunicaciones, la industria automotriz, las energías no convencionales y los servicios financieros.

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Desde 2005 hasta 2017, Brasil ha recibido el 55% de las inversiones de empresas chinas en Latinoamérica , según la CEPAL (Comisión Especial para América Latina y el Caribe).

En números del Ministerio brasileño de Planificación, las empresas chinas invirtieron 53.968 millones de dólares en Brasil desde 2003 hasta junio de 2018, en un centenar de proyectos. En 2017, esos capitales totalizaron USD 10.878 millones.

Este año se constata una desaceleración, vinculada por analistas a las incertidumbres de las elecciones generales de octubre, pero el ritmo debería retomar: Brasil necesita inversiones para dinamizar su débil economía y disminuir su déficit fiscal, en tanto que China suma a su avidez de materias primas la determinación de convertirse en potencia en sectores de punta.

"China puede desempeñar un papel muy importante para ayudar a la economía brasileña a salir de su estancamiento", afirma Luiz Augusto de Castro Neves, presidente del Consejo Empresarial China-Brasil (CEBC).

Uno de los ejemplos más llamativos de la diversificación de estos años fue la compra por 297 millones de dólares anunciada en enero del servicio brasileño 99 Taxis por la compañía china de transporte compartido Didi Chuxing.

China también hace sentir su presencia en el sector bancario. "Para entrar pesado, [las empresas chinas] quieren tener su propia financiación", señala Lia Valls, investigadora del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas (FGV-IBRE).

En marzo, la China Communications Construction Company (CCCC) inició las obras de un puerto en Sao Luis (Maranhao, noreste), financiado en un 70% por el ICBC (Banco Industrial y Comercial de China).

¿Chinodependencia?

Brasil logró en los últimos años, pese a su grave crisis, tener cuentas externas saludables gracias a excedentes comerciales récord, principalmente con China (+20.166 millones de dólares en 2017).

La facturación de productos brasileños hacia China representaba menos del 2% del total de sus exportaciones en el año 2000, 15% en 2010, un 22% en 2017 y 26% en el primer semestre de este año, según datos del Ministerio de Desarrollo y Comercio Exterior (MDIC).

Algunos analistas ven en esa fuente aparentemente inagotable de divisas un riesgo de desindustrialización, dado que la facturación proviene en un 86% de productos básicos (soja y hierro principalmente), mientras que la casi totalidad (97,3% en 2017) de las importaciones brasileñas procedentes de China están constituidas de productos manufacturados.

Castro Neves desecha esos temores, argumentando que las ventajas comparativas de Brasil en el sector del agronegocio se deben a que éste también tiene "un valor añadido creciente". "Producir soja envuelve hoy en día mucha tecnología y muchas actividades afines", sostiene.

Otras objeciones ante la creciente presencia china surgen de prácticas poco respetuosas de las legislaciones ambientales y laborales.

Pero según Castro Neves, "ese no es un problema chino (...), sino brasileño". "¿Acaso tenemos un marco regulatorio claro, sencillo y atractivo y cumplimos con él?", se pregunta.

China, inversiones con estrategia global

El presidente del CEBC lamenta la falta de una estrategia brasileña para poner esos flujos de capital al servicio del desarrollo.

"Los países latinoamericanos, Brasil incluido, tienen una actitud pasiva en sus relaciones con China. Los chinos saben exactamente lo que quieren de nosotros. ¿Pero nosotros sabemos lo que queremos de los chinos, aparte de vender más?", se pregunta.

China lanzó varios planes complementarios de afianzamiento como potencia global en tecnología e industrias de punta. Los principales son el programa de construcción de infraestructuras "Una Franja, Una Ruta" y la estrategia de desarrollo industrial "Made in China 2025".

En América Latina, el presidente Xi Jinping propuso durante una gira en 2014 un modelo de "Cooperación práctica 1+3+6": una planificación coordinada, con tres motores (comercio, inversión y financiamiento) y seis áreas prioritarias (infraestructura, tecnología informática, cultura, industria manufacturera, energía y recursos e innovación científica y tecnológica).

Esos proyectos, que apuntaban a reducir la dependencia de tecnologías occidentales, se adelantaron de hecho a las medidas proteccionistas del presidente Trump.

China espera reducir el impacto de esas medidas estrechando su cooperación con el grupo BRICS de potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que esta semana celebrará una cumbre en Johannesburgo.

Pekín busca reforzar la coordinación macroeconómica de los BRICS, en respuesta a los “desafíos que plantean los cambios en las políticas de algunos países desarrollados”, dijo en junio el viceministro de Relaciones Exteriores, Zhang Jun.

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