Nampula, Mozambique | AFP.

Por Philippe ALFROY

Un golpe seco separa la cáscara de la nuez. La temporada del anacardo (cajú) toca a su fin en Mozambique, que trabaja a toda máquina para recuperar el auge del pasado, cuando era uno de los principales productores mundiales.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Este sector quedó malparado por la guerra civil y un polémico plan de “apoyo” del Banco Mundial (BM). Con paciencia el gobierno mozambiqueño fue enderezando el sector con el objetivo de colocarlo de nuevo entre los principales productores mundiales.

Este fruto se le conoce con distintos nombres: cajú, nuez de la India, castaña de cajú, marañón, caguil o merey, entre otros.

La empresa Condor Nuts abrió hace diez años en un suburbio de Nampula (norte), la principal región productora de este fruto. “En estos momentos tratamos unas 8.000 toneladas de anacardos por año”, explica el director, Americo Matos.

En los almacenes, los sacos de anarcados se apilan. Cientos de empleados (hasta 1.000 en temporada de fuerte actividad) los cuecen, abren y pelan, a menudo a mano.

De cinco a seis horas de trabajo diario empapados en sudor y en medio del ruido, por poco más del salario mínimo del sector, o sea 45 euros por mes.

“Vamos a mecanizar algunos puestos”, promete Matos. Se trata de mejorar las condiciones de trabajo de los obreros y aumentar la producción. “La demanda es muy fuerte”, se alegra, “conseguimos vender toda nuestra producción, el futuro se anuncia muy prometedor”.

“Productividad”

A unos kilómetros de allí, Armando Joaquim Balança confirma la buena salud del sector.

Con sus 140 árboles, este pequeño productor alcanzó el año pasado las dos toneladas de anacardos. “Me aportaron 140.000 meticales (1.850 euros, 2,250 dólares)”, dice frotándose las manos. “Reinvertí la mitad, con el resto pago el colegio de los niños, la salud”, afirma. Está eufórico. Acaba de plantar otros 500 árboles.

Durante los últimos años, los anacardos reinan en los platos occidentales, junto a los pistachos, cacahuetes y otros frutos secos. Su consumo se ha disparado el 50% desde 2010 en Europa.

Casi tres millones de toneladas se cosechan cada año en el mundo, sobre todo en Costa de Marfil, el principal productor por delante de India y Vietnam. Con sus 140.000 toneladas, Mozambique está muy lejos de ellos, pero espera ponerse a su altura.

“Nuestra productividad aumenta y nuestro objetivo es alcanzar pronto el nivel histórico de las 200.000 toneladas por año”, anunció recientemente el primer ministro, Carlos Agostinho do Rosario.

Esta cifra simbólica se consiguió en los años 1970, la edad de oro del anacardo mozambiqueño. La guerra civil (1977-1992) puso al sector de rodillas. Cuando se restableció la paz, el Banco Mundial le impuso una cura neoliberal que casi lo destroza.

El BM obligó a Maputo a poner fin a un impuesto que financiaba la industria de transformación local, convencido de que así la exportación de las nueces en bruto aportaría más dinero a los productores locales.

El fracaso fue estrepitoso: 10.000 empleos suprimidos en las fábricas y los ingresos de más de un millón de productores se desplomaron.

“La idea era asegurarse que los precios fuesen lo suficientemente altos como para garantizar el futuro del sector (pero) hubo dificultades en la aplicación del plan”, justifica actualmente el director del BM para Mozambique, Mark Lundell.

“Nuestra finalidad siempre fue apoyar a la industria para mantener la producción y hacerla crecer”, añade. Ahora los anacardos vuelven a ser un impulsor de la agricultura del país africano y atrae inversiones extranjeras.

Déjanos tus comentarios en Voiz