Por Simon VALMARY

El presunto ataque químico en Duma provocó un importante aumento de las tensiones en torno al conflicto en Siria, con bombardeos occidentales contra el régimen y la investigación del supuesto ataque bloqueada, mientras la situación en el ámbito diplomático apenas avanza.

Estados Unidos, Francia y Reino Unido bombardearon el 14 de abril tres sitios que, según ellos, servían al programa de armamento químico del régimen de Bashar Al Asad, al que acusan del presunto ataque con gases tóxicos del 7 de abril en Duma, que en aquel momento era el último bastión rebelde cerca de Damasco.

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El régimen de Asad y su aliado ruso negaron cualquier responsabilidad en el ataque que dejó más de 40 muertos, según los rescatistas. Pero, para los occidentales, el poder sirio cruzó una “línea roja”.

Una misión de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) enviada a la zona para investigar está bloqueada en Damasco, por el momento.

Tras haber presentado sus bombardeos como un ”éxito”, los occidentales afirmaron querer reactivar la acción diplomática para llegar a una “solución política” al conflicto, que ha dejado desde 2011 más de 350.000 muertos y forzado a millones de personas a abandonar sus hogares.

Esos ataques “no cambiarán el curso de la guerra civil en Siria”, consideró Joshua Landis, director del Centro de Estudios de Oriente Medio de la universidad de Oklahoma.

Inyección de anestesia’

En Siria, los bombardeos encendieron los ánimos de los simpatizantes de Asad.

Los civiles, víctimas de los combates, no se hacen ilusiones. “Esto no es más que una inyección de anestesia. El régimen volverá a utilizar la fuerza contra nosotros”, declaró Ahmad, un evacuado de Duma.

Hace un año, un ataque con gas sarín contra el pueblo sirio de Jan Sheijún (noroeste), donde murieron más de 80 personas, generó también bombardeos de represalia de Estados Unidos.

En 2013, tras otro ataque con gas sarín (1.429 muertos, según Washington), el régimen de Asad también negó cualquier implicación pero se comprometió a destruir sus armas químicas.

Más tarde, la OPAQ confirmó que Siria se había deshecho de este armamento, pero los occidentales manifestaron sus dudas a raíz de varias acusaciones de ataques químicos en los últimos años.

La OPAQ regresó a Siria el 14 de abril para investigar en Duma. Pero sus expertos todavía no han podido acceder a la ciudad, en manos de las fuerzas sirias y rusas, que afirman que no pueden garantizar su seguridad.

Los occidentales temen que eventuales pruebas biológicas (como muestras de orina o de sangre de supervivientes, o tomadas de cadáveres) o materiales (edificios, suelo) desaparezcan.

Según los expertos entrevistados por la AFP, a medida que pasa el tiempo el cloro va siendo más difícil de detectar, pero los restos de sarín son detectables durante varias semanas, o incluso más.

‘Prestigio’

Washington y París aseguran tener pruebas de la utilización de agentes químicos y por ello efectuaron esos bombardeos como represalia.

“Los tres dirigentes (estadounidense, francés y británico) dijeron que no intentaban cambiar el curso de la guerra ni alterar la relación de fuerzas en Siria. La cuestión no versa sobre el hecho de matar a gente si no de cómo los matan”, subraya Joshua Landis.

Las potencias occidentales solo querían “recuperar su prestigio”, criticó por su parte el opositor Yasin Al Haj Saleh. Para él, Siria es “un símbolo mundial de injusticia y aniquilación y el régimen sigue a salvo, sin ninguna perspectiva de que le vayan a pedir que rinda cuentas”.

En la ONU, los occidentales presentaron una resolución ante el Consejo de Seguridad, que aborda por primera vez de forma simultánea los aspectos químico, humanitario y político del conflicto. Moscú, que empleó 12 veces su veto desde 2011, la acogió con reservas.

La intervención de Rusia en Siria desde 2015 dio un giro a la situación y permitió a las tropas de Asad recuperar el control de más de la mitad del territorio, donde viven dos tercios de la población del país.

Tras la reconquista total de la extensa región de Guta Oriental, el régimen se concentra en los reductos del sur de la capital que siguen en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Si el régimen derrotara al EI en su bastión emblemático de Yarmuk, Asad pasaría a controlar el conjunto de la capital y de sus alrededores por primera vez desde 2012.

“Para que una iniciativa diplomática funcione, el equilibrio sobre el terreno debe cambiar, si no, el régimen, apoyado por Rusia e Irán, predominará”, apuntó Nabil Khoury, experto estadounidense del Atlantic Council. “Así las cosas, ni siquiera con los últimos bombardeos, Occidente se ha hecho un hueco en la mesa” de negociaciones.

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