Matías Insaurralde es un joven desarrollador autodidacta que trabaja desde su casa y es parte de la empresa británica Tyk.
–¿Quién es Matías Insaurralde y a qué se dedica?
–Tenía 9 años cuando empecé a programar computadoras, hoy tengo 24, desde entonces me dediqué a profundizar en el área de forma autodidacta y hace unos años que trabajo desde casa con empresas del extranjero. Actualmente formo parte de una empresa británica llamada Tyk, en la que construimos un software relacionado a seguridad informática y tenemos clientes alrededor de todo el mundo.
–¿En qué consiste específicamente ese software?
–Trabajamos en un software que permite proteger APIs. Las APIs son un mecanismo de intercambio de información que es utilizado ampliamente por empresas de todo el mundo, nuestro software se puede descargar de forma gratuita de internet. El principal modelo de negocio es el soporte técnico pago, que es algo que las grandes compañías suelen requerir. Nuestros principales clientes son del sector financiero.
–¿Entonces no fue a la universidad? ¿Piensa hacerlo más adelante o realizar alguna especialización?
–No, no llegué a ir a la universidad. Solo terminé el colegio en el 2012. En el futuro tal vez estudie alguna carrera universitaria. pero me inclinaría por economía o algún área similar. Si bien no tengo una educación formal, considero que el software es un área ideal para ser autodidacta, incluso a las universidades más importantes del mundo les cuesta seguir el ritmo de esta industria (como muchas otras del área tecnológica), por lo cual la capacidad para aprender por cuenta propia es esencial.
–¿Cómo ha sido su experiencia como desarrollador, colaboraciones o creaciones propias?
–En el 2008 descubrí un importante problema de seguridad en el Centro Nacional de Computación, una institución relevante en la historia de internet en Paraguay, esto me llevó a colaborar con distintas publicaciones sobre temas de tecnología en el Estado, es algo que suelo hacer en mi tiempo libre. Además, contribuí en numerosos proyectos de código abierto en los últimos años, como en el 2013 cuando creé una aplicación para analizar las elecciones de Paraguay con base en la actividad de Twitter.
En el 2014 trabajé en un proyecto para eliminar las restricciones de acceso a internet que imponía el programa internet.org de Facebook, esto llegó a medios como CNBC, O Globo y VICE.
–¿Cuál de estas colaboraciones le llegó a emocionar más?
–También participé en conferencias nacionales e internacionales, relacionadas a software, un momento emocionante fue haber disertado en el evento LuaConf en PUC-Río (la Universidad Católica de Río de Janeiro) en el 2017, esta universidad se encuentra en el cuarto lugar de Latinoamérica, según la clasificación de Times Higher Education. Más que presentar mi tema, pude aprender e intercambiar conocimientos con muchos informáticos brasileños.
–¿Cómo cree que está encaminado el país en materia digital?
–Creo que existe mucha expectativa sobre el mundo digital; en el 2017, en el marco del programa Prociencia, se realizó un estudio sobre ciencia y tecnología con encuestas dirigidas a jóvenes de todo el país. Estas áreas se encontraban en el segundo lugar entre las “temáticas de interés”. El gran desafío de todos los sectores es el de poder canalizar ese interés. En países como Estonia, un pequeño país europeo, pionero en tecnología, la digitalización juega un rol importante en todos los niveles y especialmente en lo que respecta a servicios públicos, los ciudadanos pueden crear empresas al instante y en línea, votar en línea, etc.
–¿Qué cree que falta? A nivel regional, ¿en qué posición cree que está Paraguay comparado con los países vecinos?
–A nivel mundial hay herramientas como el GII (Global Innovation Index o Índice Global de Innovación), que es elaborado por la Universidad de Cornell y otras instituciones. Este índice agrupa una serie de métricas relacionadas a ciencia, tecnología y, por supuesto, innovación. Es interesante porque no solo mide el volumen de investigación científica, también incluye variables como el ranking de nuestras universidades, avances en gobierno electrónico y hasta la cantidad de patentes generadas. En la edición 2019, Paraguay se encontraba en la posición 11 en Latinoamérica y a nivel mundial en la posición 73. Cuando inspeccioné en detalle estas variables, encontré que nuestras mayores deficiencias, con relación al resto de la región, son los aspectos de capital humano, instituciones e infraestructura.
–¿Por qué cree que seguimos así?
–Encontramos baja calidad regulatoria, dificultad para crear negocios, etc. A nivel de capital humano, se ve que invertimos muy poco en I+D (investigación y desarrollo), también un gasto inferior en educación. Se debe a que aún no adoptamos completamente la visión de que potenciar nuestra producción científica y tecnológica puede ayudarnos a pegar un salto, nuestras políticas públicas no son muy consistentes, lo poco que se gasta, no siempre se gasta bien, etc. Todo esto impacta negativamente en los jóvenes, ese bono demográfico tan popularmente mencionado por nuestros representantes. Puedo dar dos ejemplos concretos, a fines de los noventa Paraguay participó de un programa del Banco Mundial para conectar escuelas a internet, este programa fue descontinuado luego de unos años, países como Chile lo siguieron empujando a través de un programa llamado Enlaces y en el 2007 habían capacitado al 75% de los docentes en el uso de tecnología, además de conectar una mayoría de las escuelas.
–¿A qué se debe apuntar con mayor énfasis?
–Priorizar este tipo de programas nos habría permitido preparar más gente para el futuro. Un ejemplo más lejano es Estonia, que luego de abandonar la Unión Soviética se propuso conectar todas las escuelas a internet, lo lograron en el 2000 y hoy siguen innovando tecnológicamente en muchos aspectos. Es importante entender que estos programas no se tratan solo de conectar escuelas a internet, sino que implican acciones como formar a los profesores y alumnos en tecnología, algo transversal y necesario para casi cualquier área hoy día.
Al ritmo en que capacitamos docentes en tecnología hoy, nos tomaría más de 20 años llegar al 100%, en el 2018 la meta fue de 11.987 docentes y solo capacitamos a 3.316. La cantidad de escuelas conectadas hoy a internet difícilmente supera el 10% (el MEC reportó 5% en el 2015). En mi opinión, una educación sin tecnología debilita enormemente nuestras capacidades, especialmente si consideramos los riesgos de factores como la automatización; en Europa existen estudios como el de Bruegel que analizan el impacto de la automatización en la recaudación de impuestos y la financiación de los servicios públicos.
–En cuanto a avances o esfuerzos a nivel país con miras al desarrollo de la tecnología desde el sector público, ¿cuál o cuáles serían?
–A nivel público creo que el proyecto más importante de los últimos años es el de la agenda digital, si bien tengo mis críticas sobre algunos ítems del mismo, creo que es una inversión necesaria y si la estructura del Mitic logra estandarizar y estructurar los temas de tecnología, entre todos, los entes públicos podrían representar un gran avance; hoy existe poca coordinación y el doble gasto es algo común. Con un grupo de gente propusimos un mecanismo para codiseñar este proyecto a partir de aportes de la comunidad técnica y otros sectores, hoy día solo tenemos un proyecto diseñado completamente por el BID, que es el financista del proyecto.
–¿Qué tiene en mente ahora Matías, cuáles son tus proyectos?
–Además de mi trabajo en software, estoy impulsando un grupo para investigar temas relacionados a ciencia y tecnología de forma independiente, estamos arrancando con algunos pilotos.
PERFIL
MATÍAS INSAURRALDE
Edad: 24 años
Programador autodidacta.
Actualmente trabaja con una empresa británica denominada Tyk en el desarrollo de un software relacionado a seguridad informática, con clientes alrededor de todo el mundo. A la vez, está impulsando un grupo para investigar temas relacionados a ciencia y tecnología de forma independiente en el país.