- Por Carolina Vanni
- carolina.vanni@gruponacion.com.py
- Adriana Zacarias
- adriana.zacarias@gruponacion.com.py
- Fotos: Nadia Monges Fernando Riveros
“Hay servicios que tocan hondo”, reflexiona un sepulturero sobre lo único inevitable en la vida: La muerte. Todos sabemos que ese momento llegará, pero aún así nos cuesta afrontarlo. Sin embargo, existen personas que día a día lo hacen y viven del negocio de la muerte.
Hablar de la muerte sigue siendo un tabú. Nadie quiere hacerlo y existe hasta cierto temor al abordar el tema, tal vez porque es lo único inevitable. Todos sabemos que ese momento llegará. “En este tiempo llevamos una vida muy agitada”, dice monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de la Diócesis de Caacupé. “La muerte es un paso obligado y forma parte de la vida”, añade al indicar que la fe ofrece un camino hacia el paraíso. “Existe una fuerza superior, pero solo la fe te da esa visión”, indica.
A pesar del recelo que se tiene a este tema, existen personas que trabajan y viven de la muerte: los sepultureros, los que construyen panteones y lápidas, quienes venden servicios funerarios y muchos otros oficios que están relacionados al destino final del que nadie se salva. “Hay servicios que tocan hondo”, dice Daniel Riveros, de 51 años. Lleva más de dos décadas como uno de los 12 sepultureros del Cementerio de la Recoleta de Asunción, donde existen horarios rotativos para cubrir los oficios que surgen a diario.
Hay días en que se tienen hasta siete sepelios por turno, otros días son más tranquilos. “Cuesta enterrar a una mamá en el Día de la Madre, a un chico en el Día del Niño. También en las fiestas de fin de año. Me imagino lo difícil de una Nochebuena velando un familiar, en vez de estar brindando”, dice con la mirada baja y los ojos entristecidos a causa de esos recuerdos.
Sin embargo, su día a día con la muerte le hace ver la vida de otro modo. “Cada día es para dar gracias porque pude despertar, por la vida de mis seres queridos, porque a pesar de las circunstancias, que a veces no son tan buenas, seguimos vivos”, sostiene al indicar que ya le tocó inhumar a conocidos.
Al principio el trabajo le resultó difícil, pero con el paso de los años se fue acostumbrando. Admite que los jóvenes ya no quieren tomar un puesto como el suyo, justamente por lo que implica, trabajar y vivir con la muerte en las narices.
ESCASOS VISITANTES
Aunque desde el primer suspiro estamos expuestos a morir, muchas veces “la vida nos regala años”, dice Fátima Torres, la única florista que sigue con un puesto en el Portón 9 de la Recoleta.
“Nací allá donde está la iglesia. Allí era mi casa”, dice y señala hacia la Avda. Mariscal López. La conocen como la “plagueona de la Recoleta”, porque de los 70 años de edad, lleva 61 vendiendo flores y quejándose de que cada vez hay menos gente que visita a los difuntos. “Los antiguos visitantes ahora vienen para quedarse”, dice.
Mientras saca las hojas marchitas de la rama del crisantemo, explica que la resistencia a pisar un cementerio se refleja en los sepelios: el cortejo muchas veces se reduce a cuatro personas que acompañan a los que quedan en su morada final.
Aunque los cementerios tienen cada vez menos visitantes, la construcción de espacios para más huéspedes va en aumento. Dentro del camposanto, el sonido de metal del carro de mano vacío rompe el silencio en los pasillos inhóspitos de la Recoleta y se ve a dos hombres que se abren paso entre los panteones. Minutos más tarde vuelven con los carros cargados de cemento, cal, ladrillos y otros materiales para construir más nichos.
“La construcción de un nuevo panteón es escasa. Pero sí hay trabajos para refacciones o ampliaciones”, dice Juan Valdez, quien trabaja como contratista para renovar pinturas, hacer nuevos nichos y refaccionar los existentes.
Trabajar con los difuntos para ellos resulta normal. Una pequeña radio que funciona a pilas rompe el tétrico silencio que reina en medio de la necrópolis, donde ni el trinar de las aves se escucha. Sentado sobre un nicho, don Julián Morel prepara la pintura que utilizará para renovar el interior de un panteón. “Con mi cuñado nos metimos en esto de renovar a los muertos”, dice con un tono irónico.
Para realizar el trabajo se tomaron las primeras medidas, tapar el ataúd, porque previamente se lijó la pared y los restos podrían curtir la madera donde reposa alguien que se adelantó al viaje. “El tiempo de trabajo depende de las condiciones climáticas y del tipo de tarea que vamos a hacer”, sostiene.
Indica que un nuevo panteón puede demorar entre uno o dos meses. Lo más difícil son las terminaciones, el revoque en los espacios pequeños. “Si es para dos lugares, en un mes ya puede estar. Los más grandes tardan más”, añade.
La construcción de un sepulcro cuesta entre G. 3.000.000 (individual) a G. 25.000.000. Lo más barato es hacer un nicho sobre una estructura existente. Las nuevas edificaciones que incluyen sótanos y espacios para 12 ataúdes pueden superar los G. 20.000.000 y se hacen en forma vertical, por la falta de espacio.
DIVISIÓN DE CLASES
Ni a la hora de la muerte se puede obviar las clases sociales. En el Cementerio de la Recoleta es donde se percibe con mayor claridad esta idiosincrasia. En el área declarada Patrimonio, los panteones son verdaderos mausoleos con detalles y esculturas que no pasan desapercibidas ante la vista de quienes ingresan por primera vez.
Muchas edificaciones fueron diseñadas por arquitectos llegados de Europa y datan del siglo pasado. En este sector, los panteones se cotizan en dólares y pueden costar, inclusive, US$. 120.000 dependiendo del área de construcción, que varía de 20 a 40 metros cuadrados, a veces más, explica Osvaldo Marín, jefe de la Recoleta.
“Los precios varían. En la zona declarada Patrimonio, donde las construcciones tienen sótanos y capilla arriba, los lugares se tasan incluso en dólares. Algunos tienen hasta 30 lugares y es para toda una familia”, indica.
En esas áreas las tareas de refacción son constantes, existen panteones que están a la venta y se deben optimizar los espacios, depositando los esqueletos en urnas. Esta tarea resulta natural para mucha gente. Don Sergio Velázquez, uno de los encargados de hacer este tipo de trabajo, toma tereré bajo la planta de un mango antes de comenzar el cambio. “Luego de 20 años solo queda el esqueleto”, explica.
Mientras que los ataúdes vaciados son quemados, las urnas son identificadas con placas o cruces que a menudo son renovadas y más cuando se hace el cambio. Don Gustavo Cantero es uno de los tantos que trabaja en este rubro, uno más que se nutre de la muerte.
Tiene su local frente al portón 2 de la Recoleta, sobre la Avda. Choferes del Chaco. En un pequeño espacio de 4x5 m exhibe los distintos tipos de crucifijos de madera, metal y mármol. Los hay en varios tamaños, por lo que el costo cambia dependiendo del material utilizado.Los grabados se hacen a pedido. La madera se trabaja con échoppes, mientras que el metal con bruñidor y el mármol con buril o cinceles. La tarea, dependiendo del material, puede demorar entre 2 a 6 horas. “Ahora tengo que entregar una cruz de mármol”, dice mientras continúa marcando los espacios de escritura.
Con una regla, lápiz de grafito bien puntiaguda y el nombre del difunto en un papel colocado al costado del crucifijo, don Gustavo marca los espacios donde irán el nombre, la fecha de nacimiento y la de defunción. “La gente siempre viene apurada porque nunca nos preparamos para la muerte”, concluye.
CIUDAD DE LOS MUERTOS
“Necrópolis es la ciudad de los muertos”, indicó Gerardo Arévalo, director del Área de Necrópolis de la Municipalidad de Asunción, al referirse al nombre de la dependencia que lidera en la comuna capitalina. “En este departamento hacemos una especie de asistencia social también. Se te muere alguien hoy y tenemos que ver para poder enterrarle. Hay gente que está preparada y otra que no”, comentó y agregó que en Asunción hay tres cementerios, del Sur, que tiene 5 hectáreas y está ubicado en Barrio Obrero; Recoleta, tiene 22 hectáreas y es el más antiguo, creado en época de Carlos Antonio López; del Este, tiene 20 hectáreas y abrió sus puertas hace 64 años. En la Recoleta hay lugares con 20 m²; mientras que en los cementerios del Este y Sur los panteones llegan a 6 m².
Ante el ineludible abandono, profirió que las noticias en torno a profanaciones y desastres obedecen a que el 80% de los familiares ya no visitan las tumbas. “Se perdió esa costumbre. Cuentan las floristas que antes los lunes eran como una fiesta, la gente se iba a visitar a los muertos. Entonces había mucha actividad”, ilustró.
SIN LUGAR EN ASUNCIÓN
Los cementerios están llenos. “El año pasado tuvimos 3.000 inhumaciones, de las cuales el 50% no tenía espacio, 1.500 lugares tuvimos que fabricar para dar respuesta”, manifestó, y explicó que se suplen lugares en función a la Ordenanza 43/94, que refiere que en caso de evasión de impuestos, en 5 años el espacio caduca y el terreno pasa a la comuna.
“Lo que hacemos es trabajar diariamente con técnicos y administración para identificar lugares vacíos y abandonados. Si dejas de construir en 3 años una vez que se te adjudique, también caduca y pasa a dominio municipal. Pero generalmente apuntamos a 15 a 20 años, cuando cavás y ya no encontrás nada, o lo poco que encontrás lo ubicas en otro lugar”, expuso.
Enfatizó que el terreno no tiene título, sino que la municipalidad lo concede en carácter de usufructo, es decir, el permiso para que se pueda utilizar ese lugar. “Se te adjudica por una resolución. Tenemos unos terrenos en caso de urgencia, ese lugar alguna vez fue de alguien también”, precisó.
Reemplazar los espacios puede durar hasta siete meses. Necrópolis solo prepara la resolución de pago, con previo dictamen de Asesoría Jurídica. Se crea un expediente con los datos del difunto y se envía al cementerio. Luego los técnicos verifican el lugar y por último Asesoría Jurídica ubica a la persona en ese predio.
Dicha área estudia el expediente y eventualmente solicita algún otro documento, además de notificar al que alguna vez fue dueño. Si no se llega al paradero, se publica por edicto en el diario y se espera un lapso de tiempo indicado.
COSTOS MUNICIPALES
Se paga primero el usufructo del lugar por metro cuadrado. Cuesta entre G. 2.500.000 y G. 3.000.000. Después se abona, en promedio G. 100.000 anual, por limpieza y mantenimiento. Según la última información de liquidaciones, existe entre 60% a 70% de morosidad en el pago de impuestos. En los cementerios privados, es 1.000% más. Se paga cerca de G. 1.000.000 en mantenimiento, estimó Arévalo.
Los costos dependen del lugar y la dimensión. Un cementerio se divide en dos partes: zona panteón y fosa común. Pero también se pueden construir panteones en las fosas. Al igual que en vida, los cementerios tienen zonas más caras y más baratas. Estar más al frente no es lo mismo que el fondo.
También existen los osarios, terrenos donde se deposita lo que se encontró en algún lugar, como una fosa colectiva. En la zona panteón generalmente hay lugares más grandes, y en fosa común la media estándar es de 1.20x2.40 m.
AHORRAR PARA MORIR
Morir tiene un alto costo, por ello es necesario, de ser posible, ahorrar para evitar toparse con deudas que exigen acción e inmediatez. En el rubro existen tres grandes firmas que ofrecen varias opciones de prepago y financiación en cómodas y largas cuotas.
Existen planes por edad y servicios de sepelio de alta gama, como el Certificado Innominado, que avala la compra y cobertura de los servicios desde un féretro de madera finamente lustrado, forrado con encaje y seda, manijas cinceladas y vidrio visor; tanatopraxia (tratamiento químico), mortaja (ropa); ambulancia para traslado del fallecido al lugar de velación; servicio de mozo por 24 horas; azafata asistente; asistencia en trámites legales (inscripción en el registro civil, certificado de defunción, aviso de exequias en periódico local); asistencia psicológica; carroza fúnebre, oficio y coro religioso; guardia de seguridad y bus climatizado para traslado de familiares hasta el lugar de sepelio; entre otros. Los servicios exequiales poseen costos diferenciados y se dividen por vigencia, edad y financiamiento.
ENFRENTANDO UNA MUERTE
Siempre se habla del duelo para referirse al proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida o muerte de un ser querido o de una relación importante, significó María Teresa Galeano, psicóloga clínica y máster en terapia familiar.
El duelo suele durar entre 6 meses y un año, cuando se trata de la pérdida de un ser querido muy allegado, como ser madre, hijo, cónyuge.
De acuerdo a distintos factores que hacen a los niveles de afecto, experiencia y grado de parentesco, existen cinco fases: negación; enfado, indiferencia o ira; negociación; dolor emocional (depresión); aceptación.
“Es muy importante acudir a un profesional de la psiquiatría y/o psicología, ya que la persona afectada puede estar sufriendo un episodio de depresión crónico, lo que implicaría un duelo patológico”, refirió y precisó que a esto se suman las enfermedades psicosomáticas. “Aunque convencionalmente se enfoca la respuesta emocional de la pérdida, el duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta, que es vital en el comportamiento humano”, concluyó.
SERVICIOS FÚNEBRES
Según datos brindados por el departamento de ventas de Futuro, que posee su propio complejo velatorio San Martín, ubicado sobre la Avda. San Martín esq. Sucre, los planes o certificados van desde 0 a 40 años por 6 meses y a un costo mínimo desde G. 14.000, cuando avanza la edad, por ejemplo, 86 años en adelante, el costo aumenta a G. 117.000 por 36 meses por persona. El financiamiento puede llegar a 60 cuotas. Si se requiere del servicio antes de la vigencia cumplida, tiene 50% de cobertura.
En Jardín de la Paz, según datos brindados por el departamento de ventas, los costos de planes o certificados van de G. 7.500.000 hasta G. 60.000.000. Los servicios prepagos van desde G. 10.000 por velatorio y menor a 20 años hasta G. 56.000. El nicho dentro del campo santo tiene un costo aparte. Para el primero es G. 35.000, para el otro G. 136.000. Esta firma cuenta con salones de velatorio en Asunción (centro), Luque, Fdo. de la Mora, Lambaré, Cnel. Oviedo y Encarnación.
CREMACIÓN COMO OPCIÓN
Algunos consideran que la cremación es la solución definitiva para el ahorro de impuestos y espacios, pero muchos consideran que atenta contra los principios religiosos. “Es la solución para el tema”, sentenció Arévalo y explicó que “el horno crematorio, la infraestructura y lo que conlleva su instalación está por los G. 1.200.000.000. Hicimos el pedido para que se tenga en cuenta en un presupuesto. Se podría tercerizar con alguna empresa que quiera invertir”, expresó.
La cremación ofrecida por Futuro cuesta G. 7 millones y Parque Serenidad G. 8.800.000. Los panes van desde G. 7.000. Los montos de urna también varían, de madera G. 1.230.000 y metal G. 730.000.
ESPACIOS PRIVADOS
Jardín de la Paz cuenta con parcelas para 3 lugares, que ya incluyen el trabajo del sepulturero por G. 25 millones en Lambaré; en Luque G. 10.500.000; en Limpio 4 lugares por G. 6 millones. Todo hasta 48 cuotas.
En el cementerio Parque Futuro en Luque, los montos van desde G. 9.600.000 hasta US$ 18.500 en categoría Vip.
En el cementerio Parque Serenidad, el predio es para tres inhumados. El costo por usufructo del sitio es de G. 12.400.000, mantenimiento anual G. 390.000 (cubre la placa). Los impuestos se abonan a la Municipalidad de Villa Elisa. No incluye el costo del sepulturero.
Los planes ascienden a G. 25.000.000 y son financiados en 60 cuotas. Los servicios de prepago van desde G. 17.200 hasta 40 años y G. 166.200 (Plan Memoria) hasta 90 años y G. 310.700 (Plan Celestial) hasta 24 meses de vigencia. El servicio vitalicio en categoría presidencial es de G. 54.900.000 hasta 60 cuotas. Ante lo inevitable, mejor estar preparado, aseguran quienes trabajan y viven con la muerte en las narices.