El príncipe Enrique reveló el sábado durante una larga conversación con un especialista sobre traumatismos que siempre se sintió “ligeramente distinto” del resto de la familia real británica y que fumar marihuana lo ayudó.
Enrique, de 38 años, explicó al doctor Gabor Mate que al haber crecido en una “familia rota”, ahora intenta criar a sus hijos Archie y Lilibet de forma que no les transmita sus “traumatismos”. La conversación se produjo tras la publicación en enero de su controvertido libro de memorias “Spare” (”En la sombra, en español) en el que narra una adolescencia marcada por la droga y el alcohol y detalla el deterioro de las relaciones con su padre, el rey Carlos III, y su hermano Guillermo.
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“A lo largo de toda mi vida, de mi juventud, me sentí ligeramente distinto del resto de mi familia”, afirmó Enrique a Mate, según numerosos medios que informaron de esta entrevista retransmitida en directo. “Me sentía extraño” en este entorno “y sé que mi madre sentía lo mismo”, dijo en referencia a la princesa Diana.
Según él, su esposa Meghan Markle, “un ser excepcional” que venía de “un mundo diferente”, lo “salvó” y lo “ayudó a salir adelante”. A lo largo de la entrevista, el doctor Mate, autor de varios libros sobre traumatismos y dependencia, afirmó que Enrique sufre un problema de déficit de atención.
“Muchos traumatismos”
Al estudiar la vida del príncipe, que perdió a su madre a los 12 años y más tarde sirvió para el ejército británico en Afganistán, el doctor opinó que sufrió “muchos traumatismos”. Enrique, instalado en California tras dejar el Reino Unido y la familia real a principios de 2020, explica en sus memorias que consumió cannabis y cocaína en su adolescencia.
Junto al doctor Mate explicó que la cocaína “no hizo nada bueno” para él, pero que la marihuana era “diferente”. “Eso realmente me ayudó”, dijo. La controversia provocada por la publicación de las memorias del príncipe Enrique lo ha alejado todavía más de la familia real hasta el punto que se desconoce si él y Meghan asistirán a la coronación de Carlos prevista para mayo.
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Fuente: AFP.
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Vida, muerte, fantasía, ilusión, deseo… pulsiones y condición humana
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
“¿Fantasear o desear...?”. Ese era el dilema que, en frecuentes charlas de café, proponía un tan veterano como anónimo polemista que habitaba, cuando la tarde agonizaba, algunas de las selectas mesas en el mítico café La Paz, en la esquina de la avenida Corrientes 1593, cuando esa arteria cordial se cruza con la calle Rodríguez Peña, muy cerca del Obelisco, en Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción.
Era los años 70, en el siglo pasado. Enfrente –justo en diagonal– intentaba competir el bar Ramos. En concurrentes habituales estaban cabeza a cabeza. Inolvidables, por cierto. Pero el caso es que, luego de encender la polémica con aquel interrogante, con impostado tono académico, intentaba, aquel sanatero, zamarrearnos.
¡Me parece verlo! Acomodaba prolijamente los dos o tres libros de Sigmund Freud o de Foucault que siempre llevaba con él y lentamente –como buscando las palabras más adecuadas– iba al punto. Fumaba tabaco inglés en una pipa muy gastada y sobre su prominente nariz montaba espejuelos redondos tonalizados verde oscuro.
“El tío Segismundo –ironizaba mientras revoleaba sus manos refiriéndose a Freud– cuando compartíamos algunos puros con amigos en el Café Frauenhuber, en la inolvidable Viena, nos explicaba con claridad, jóvenes amigos, palabra más, palabra menos, que solo fantasean las personas insatisfechas”.
PULSIÓN
Lo seguíamos en silencio. Algunas veces –como la ignorancia nos impedía responder y/o, mucho menos, poner alguno de sus dichos en duda, hacía una pausa que disfrutaba y, si la memoria no me falla, en aquel caso puntual remató: “Cada fantasía surge de una pulsión para cumplir con un deseo insatisfecho, muy deseado, que corrija la realidad”.
Nunca recuerdo su nombre. En verdad, no tengo claro si alguna vez lo supe. Pero sí, sus anécdotas con pretensiones académicas y que se definía como “un libre pensador, diletante”. ¡Nos maravillaba! Aunque –debo admitirlo– teníamos dudas que no confesábamos sobre su presunta sabiduría por aquello de que entre los ciegos un tuerto es rey.
“¡Déjese de joder, farfullante…!”, recuerdo que le dijo –indisimuladamente molesto y a voz en cuello– un reconocido profesional y estudioso freudiano, de quien exclusivamente consignaré sus letras iniciales (G.G.), que incontenible por lo que también escuchó abandonó su café en una mesa cercana y lo increpó sin miramientos.
Un pesado silencio cubrió todas y cada una de las mesas. El increpado no atinó a responder. Se retiró cabizbajo –con sus tres libros bajo el brazo– enmudecido y sin plantarle cara. El increpante nos miró, se disculpó “por interrumpir la conversación sin que nadie me llame” y fue al punto: “Simple y sencillo, muchachos. La fantasía tiene que ver con el imaginario. Con lo que creemos o sabemos que muy difícilmente suceda. Con aquello que suponemos imposible y que, de alcanzarlo, imaginamos sería placentero, pero sabemos que no podrá ser. Desear es converger la fantasía con la realidad más deseada en algún momento de tu vida. ¡No entender esa diferencia es grave… y, pretender explicar desde la ignorancia y la confusión, no lo puedo dejar pasar!”.
Renovó su disculpa y volvió a su mesa. “Como una escuela de todas las cosas...”, como nos enseñó Discépolo cuando escribió aquel tangazo que llamó “Cafetín de Buenos Aires”, así era el bar La Paz. Fantasías. Deseos. Ilusiones. Me atrevo a añadir que, como entonces, en estos tiempos de imágenes exacerbadas y exacerbantes que circulan y atropellan en los avasallantes ecosistemas digitales que facilitan las comunicaciones reticulares contemporáneas, aquellas –junto con la vida y la muerte– emergen como inevitables pulsiones incrustadas en el día a día de nuestros días.
OXÍMORON
Claramente, forman parte de la condición humana. Pese a que, con el correr de los tiempos y a la democratización de las monarquías (¿oxímoron?), con mucho menos frecuencia que algún tiempo atrás y, en aquel contexto, escuchar decir “vida de príncipes”, sorprende porque pareciera ser una expresión que cae en desuso.
Aun así, hay quienes insisten con ella cuando se procura producir sentido respecto de alguna persona que –a juicio de quien así se expresa– tiene allanado el acceso a poderosos y poderosas o cuando dispone de bienes materiales en abundancia o cuando no debe preocuparse por necesidades que –como tales– sí lo son para la mayoría de la humanidad.
En ese contexto, tampoco el futuro debiera ser preocupante para quienes tienen –siempre a la vista de las otredades– tránsitos principescos o, acaso, propios de las realezas. Hambre, desocupación, falta de salud, de educación. En aquel contexto, se suponen alejados de aquellos y aquellas minorías vistosas. Sentires y decires. Pareciera, incluso, que nada ni nadie está exento, alguna vez, de emitir esos juicios o ser depositario de ese tipo de expresiones.
Hasta la muerte –en ciertas ocasiones, por la forma en que se produce y a quien afecta– hace que no sean escasas las voces que se atreven a afirmar que Mengana o Fulano “murió como un príncipe”. En el siglo XIX y buena parte del XX era frecuente que así se significara la partida de este mundo cuando las y los finados eran considerados socialmente como “patricios” o “ricos”.
Curioso, por cierto. Y tanto lo era (y es) que vaya a saber a quién y en qué situación tuvo la lucidez para destacar que “al final de la partida, reyes y peones vuelven a la misma caja”. ¿Sabiduría popular? Tal vez.
LA BODA DEL SIGLO
Aún recuerdo cuando el 29 de julio de 1981 –la tele satelital cuando el mundo era mundial y para nada global– puso “en el aire” (vieja expresión de uso común en la radiotelefonía de entonces, hoy casi olvidada), desde la catedral de San Pablo, en Londres, la que fue llamada como la “boda real o del siglo” porque, aquel día, el príncipe Carlos (32) –hijo primogénito de Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), la reina Isabel II del Reino Unido y de la Commonwealth desde 1952 hasta su muerte– contrajo matrimonio con la joven aristócrata llamada Diana Spencer (20).
Cerca de 800 millones de televidentes lo vimos. “¡Parece un cuento de hadas...!”, escuché decir a dos mujeres que – como otros muchos, frente a una vidriera colmada de televisores– vimos pasar a Carlos, por entonces príncipe de Gales, y Diana recién casados, a bordo del 1902 State Landau, como se conoce al carruaje que, en aquel año, el rey Eduardo VII –tío del contrayente– ordenó construir para ceremonias relevantes.
En la Argentina, desde poco menos de tres años, teníamos tele en colores. La novia, tanto en el ingreso a San Pablo –luego de descender junto con John, su padre, VIII conde de Spencer, de un carruaje vidriado– como en el momento en que salió de esa catedral con su esposo convertida en “alteza real”, tuvo que detenerse varios minutos para que las “damas de honor” acomodaran la cola de su vestido “de casi ocho metros de largo”, relataba la transmisión oficial.
¡Hermoso para ver! Un año y 22 días después –el 21 de julio de 1982– se anunció el nacimiento del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. El 15 de setiembre de 1984 –setecientos ochenta y siete días después que su hermano mayor– nació el príncipe Enrique.
Sin embargo, y como sostiene el dicho popular, “no todo lo que reluce es oro”. El 28 de agosto de 1996 –cinco mil quinientos nueve días después de aquella boda principesca– Diana y Carlos se divorciaron. Con el paso del tiempo la fantasía pública trocó en públicos desatinos vinculares. La princesa descubrió y confirmó que el príncipe tenía como amante a Camilla Parker-Bowles, una amiga de la Casa Real. ¡Crisis!
MULTITUD
Carlos pasó –para muchas y muchos– a ser el “realmente odiado”. Diana, en el transcurso de 1995, decidió no ocultar la situación. Habló con la BBC, la tele pública en el Reino Unido. “¿Cree que Camilla Parker-Bowles fue el factor que desencadenó el fracaso de su matrimonio?”, preguntó el periodista Martín Bashir a “su alteza real”. La respuesta fue simple, breve y clara: “Bueno, éramos tres en mi matrimonio. Y eso es una multitud”. El 31 de agosto de 1997, Diana, Dodi Al-Fayed (1955-1997), multimillonario egipcio, y el chófer, Henri Paul, murieron en un accidente de tránsito ocurrido en el interior del túnel del Pont de l’Alma, en París.
Aquel príncipe, Charles Philip Arthur George (77), desde el 8 de setiembre de 2022, es Carlos III, rey del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones. Camilla Rosemary Shand, luego Parker-Bowles (78) –la tercera de aquel matrimonio principesco que “era multitud”, como lo sentenció Diana, “la princesa del pueblo”, como la categorizó para siempre el ex primer ministro Tony Blair, el 31 de agosto de 1997– es reina consorte.
Fantasías. Deseos. Ilusiones. Condición humana. Fantasías. Deseos. Ilusiones. “Cambia, todo cambia”, canta como nadie Mercedes Sosa. Los khasi –una minoría étnica originaria que habita en el estado de Meghalaya, noreste de la India desde antes de las invasiones dravídicas pobladoras del sur en ese mismo país– desconocen quiénes de sus antecesores y cuándo comenzaron a orientar las raíces de los árboles para construir con ellas “puentes vivientes”.
Lejos de aquellas selvas inigualables, recién se supo algo de los que se conocieron entonces también como “los puentes de raíces vivas de Sohra (Cherrapunji)”, cuando era avanzado el siglo XIX. Los exploradores occidentales se asombraron con aquel descubrimiento. En La Sociedad Asiática, un histórico periódico que se publicaba en Calcuta en 1844, se consignó la información. Desde aquellos tiempos, es polo de atracción hasta nuestros días.
“AMOR RECÍPROCO”
Hacia allí, unas tres semanas atrás, partieron en luna de miel el príncipe Raj Raghuvanshi (21) y la princesa Sonam Raghuvanshi (24). Eran marido y mujer porque sus madres –en esa sociedad matrilineal– así lo acordaron. Ambos pertenecían a la misma clase social y casta. Aquel enclave natural que, además, con unos 12.000 milímetros de lluvias anuales es, según Guinness, el lugar más lluvioso de cada año, era perfecto para manifestarse amor recíproco sin interferencias. La actuación crucial de la mehndi, la celebración musical previa, la ceremonia principal, la fiesta posterior quedaron atrás.
Me explican –por Whatsapp, desde Nueva Delhi, tres diplomáticos chimenteros que me pidieron anonimato– que los fastos nupciales se extendieron por cuatro días. Las dos familias en estado de tranquilidad. Espiritual, social y económico. No faltó nada. Se observaron todos los rituales. Homa (la ofrenda al fuego) se concretó. El Panigrahena, los unió como nunca antes. Las siete vueltas al fuego –el Satapadi– hizo celebrar a muchas y muchos, sonreír a las y los más refinados y desear, ilusionarse... soñar, a otros y otras.
Samskara se instaló en la flamante pareja. Luego, silencio. Los días pasaban y... más silencio. Pero irrumpió la angustia. Primero en el que fue el pueblo de ambos, luego en la provincia, la región y, finalmente, en todo el país. “¿Dónde están?” “¿Qué se sabe?”. La falta de novedades fue parte de las informaciones de la agencia de noticias nacional. Se iniciaron las búsquedas. Los supuestos ganaron el espacio público. Las ideas conspiranoides de poderosos y poderosas ingresaron en los circuitos informativos.
Nadie respondía a las incesantes llamadas a los móviles de Raj y Sonam. La policía y los servicios de inteligencia de la India los monitoreaban inútilmente. También el de uno de los hermanos de la princesa. ¡Nada! Pero, cuando nadie lo esperaba, todo cambió. El domingo pasado aquella novia obediente de los acuerdos y mandatos familiares que se mostró alegre, ilusionada, ante los unos y los otros; que fue objeto de los comentarios de sus vecinos e incluso blanco preferente a la vista de aquellas y aquellos que por ser de clases inferiores o de castas poco respetables no debieran haberla mirado, trocaron interrogantes y angustia sociales.
DIMES Y DIRETES
Desde algunos anocheceres en las sacudidas calles de aquel país con 1.400 millones de habitantes, se sabía por trascendidos –que más tarde se confirmaron– que el cadáver de Raj fue encontrado y recuperado de las profundidades de un precipicio con abundante vegetación. Fue el momento de los dimes y diretes. Se conoció el escabroso detalle de que el cuerpo lo encontraron con el cráneo partido con dos golpes duros aplicados con algún objeto contundente y cortante.
¡Horror! Rescatistas e investigadores tuvieron la convicción de que fue asesinado. Así lo dejaron trascender. No murió como un príncipe. Pero las honras fúnebres sí lo fueron para despedir a su alteza real. Sonam, esposa por un breve tiempo –geolocalizada desde el momento en que se comunicó con uno de sus hermanos– supo por quienes la hallaron que era viuda.
Gritó. Se ahogó en llanto. Insistió con el deshilachado argumento de que fueron víctimas de secuestro. Pero no tenía una coartada que generara, por lo menos, una duda. También supo que Rai Kushwaha, un chófer a su servicio, estaba preso en otra celda. Fue apresado en su pueblo natal, Madhya Pradesh. Contrastaron sus respuestas. Eran amantes desde tiempo antes de que Sonam y Raj protagonizaran una boda principesca.
Como en el caso de Carlos y Diana –con Rai– también se constituyeron en multitud. El amante capturado también confesó. Señaló a los tres criminales que asesinaron al príncipe –sus cómplices– a los que convenció para que ejecutaran al joven esposo de la mujer que también amaba.
Los sicarios fueron apresados. Abrumados, admitieron. La exprincesa viuda dejó de ser víctima para ser victimaria. La justicia la acusa de ser quien incitó a su frustrado enamorado de la necesidad de asesinar a Raj. Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
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El rey Carlos III defiende la soberanía de Canadá
- Ottawa, Canadá. AFP.
El rey Carlos III defendió este martes pasado en Ottawa la soberanía de Canadá, país del que es jefe de Estado, en medio de las amenazas del presidente Donald Trump de anexionarlo a Estados Unidos. El monarca británico fue invitado especialmente por el primer ministro canadiense, Mark Carney, a la inauguración de la legislatura, punto culminante de una visita de gran simbolismo a este país que integra la Commonwealth británica.
"La democracia, el pluralismo, el Estado de derecho, la autodeterminación y la libertad son valores que los canadienses aprecian, valores que el Gobierno está decidido a proteger", declaró Carlos III ante el Parlamento, en el primer “discurso del trono” de un rey en casi medio siglo en Canadá. En medio de fuertes aplausos, se inspiró en el himno nacional al afirmar: “¡El verdadero norte es realmente fuerte y libre!”
El soberano de 76 años, y que padece un cáncer desde hace más de un año, realiza junto a la reina Camila su primera gira desde que ascendió al trono en septiembre de 2022.
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Obligado a mantener una estricta neutralidad política, Carlos III nunca ha comentado en público las declaraciones de Trump, que desde su regreso a la Casa Blanca en enero insiste en que Canadá se convierta en “el estado 51”. Una posibilidad que el magnate republicano volvió a blandir el martes.
“Le he dicho a Canadá, que realmente quiere formar parte de nuestra fabulosa Cúpula Dorada, que les costará 61.000 millones de dólares si siguen siendo una nación separada (...) pero no les costará NADA si se convierten en nuestro querido estado 51”, escribió el presidente estadounidense en su red Truth Social, en referencia a su proyecto de escudo antimisiles que tiene previsto desarrollar durante su segundo mandato.
“Canadá se enfrenta a desafíos sin precedentes en nuestras vidas”, dijo el rey, en referencia a un “momento crítico”.
Las tensiones actuales representan una “increíble oportunidad” para que el país “forje nuevas alianzas y una nueva economía al servicio de todo su pueblo”, subrayó el monarca, que llevaba al cuello la insignia de la Orden de Canadá.
El país está “listo para construir una coalición de países” que crean “en la cooperación internacional y el libre comercio de bienes, servicios e ideas”, añadió. El “discurso del trono”, que es redactado por la Oficina del primer ministro, habitualmente es pronunciado por el gobernador general, cargo que representa a la Corona británica en Canadá y que desde 2021 ocupa Mary Simon.
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“Es extraordinario”
Carlos III pronunció el discurso en la antigua estación de ferrocarril que alberga provisoriamente la Cámara del Senado, cuya sede se está reformando.
Llegó junto a la reina Camila en un carruaje ceremonial tirado por caballos de la Real Policía Montada de Canadá. Lo recibió una salva de 21 cañonazos mientras la bandera canadiense del edificio era sustituida por un estandarte que indica la presencia del rey.
Miles de personas se congregaron a lo largo del recorrido del desfile para ver al monarca. En un ambiente festivo, ondearon banderas canadienses y la Union Jack, la bandera británica.
Kirsten Hanson, de 44 años, celebró la visita del rey. “Si puede hacer algo para demostrar la soberanía canadiense, es fantástico”, declaró a la AFP. “Nadie quiere ser absorbido por Estados Unidos”, añadió.
Bajo un cielo azul, un sonriente Carlos III estrechó la mano de la gente agolpada a lo largo de una valla de seguridad, y le dedicó palabras a cada uno.
“En términos simbólicos, es extraordinario porque es solo la tercera vez que el soberano lee este discurso”, destacó Felix Mathieu, profesor de política en la Universidad de Quebec en Outaouais.
Isabel II, la difunta madre de Carlos III, sólo acudió a pronunciar el discurso del trono dos veces durante su reinado de casi siete décadas: en 1957 y en 1977.
Para la treintañera Shrikant Mogulala, presente entre el público que asistió al desfile, el rey viajó “para enviar un mensaje claro a Trump” de que el país no está a la venta. “Canadá ha sido un poco maltratado últimamente” por Trump, dijo de su lado Tom Fleming. Para este hombre de 83 años, es “muy importante” que Carlos y Camila “aparezcan y hagan sentir su presencia”.
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Jefa de ONG acusa al príncipe Enrique por “intimidación y acoso”
El príncipe Enrique fue acusado este domingo de “intimidación y acoso” por la presidente de una organización no gubernamental que trabaja en África y que él cofundó, pero de la cual tomó distancia tras un conflicto interno.
El hijo menor del rey Carlos III era hasta ahora mecenas de la ONG Sentebale, uno de los pocos compromisos que conservó tras su explosiva ruptura con la monarquía británica en 2020 y la pérdida de su patrocinio real. El príncipe Enrique anunció sin embargo el martes que abandonaba “devastado” la organización benéfica, después de un conflicto entre los administradores y la presidenta del consejo de administración, Sophie Chandauka, nombrada en 2023.
Chandauka fue también acusada de mala gestión por miembros del consejo de administración, que pidieron su renuncia. El caso se ha remitido a los tribunales. En una entrevista concedida el domingo a Sky News, Chandauka arremetió directamente contra el príncipe, acusándole de haber hecho todo lo posible para obligarla a abandonar su puesto en la organización.
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“Lo que el príncipe Enrique quería hacer era expulsarme, y eso duró meses. Se prolongó durante meses, en forma de intimidación y acoso”, afirmó. También aseguró que “tenía pruebas de ello”. El canal intentó ponerse en contacto con el príncipe, que vive en California con su esposa Meghan y sus dos hijos, pero sin éxito.
Según una fuente anónima cercana a los administradores citada por BBC, éstos “esperaban” lo que describieron como una “maniobra publicitaria” urdida por Chandauka.
¿Cultura del silencio?
Chandauka denunció el domingo una cultura del “silencio” en la organización, con miembros de la junta reacios a pronunciarse en contra del duque de Sussex o simplemente a hablar de temas controvertidos. También se refirió a la pérdida de muchos donantes, que achacó, con documentos justificativos, a la salida del príncipe Enrique de Reino Unido en 2020.
Chandauka habló asimismo de la decisión del príncipe de llevar un equipo de rodaje de la plataforma Netflix -con la que tiene un contrato muy lucrativo- a la recaudación de fondos del año pasado, que se celebró durante un partido de polo.
Las imágenes, que dieron la vuelta al mundo, mostraban una escena bastante extraña entre la presidenta de la organización y la duquesa de Sussex, Meghan, ambos queriendo sostener el trofeo en el escenario. Tras el episodio, Enrique “me pidió hacer como una declaración para apoyar a la duquesa”, dijo Chandauka. El exdirector del consejo de administración, Kelello Lerotholi, declaró sin embargo a Sky News que nunca había sido testigo de ninguna petición de este tipo por parte del príncipe Enrique.
“Puedo decir sinceramente que en las reuniones a las que he asistido nunca ha habido el menor indicio de ello”, afirmó. Lynda Chalker, que fue miembro del consejo de administración de la organización benéfica africana durante casi 20 años, declaró al periódico The Times que el estilo de Chandauka era “casi dictatorial”.
Enrique cofundó Sentebale cuando tenía 21 años, para continuar la labor de su difunta madre, la princesa Diana, profundamente comprometida en la lucha contra el sida. Sentebale trabaja en particular con niños y jóvenes que se quedaron huérfanos por la epidemia de sida en Lesoto, un pequeño país pobre enclavado en Sudáfrica, y en Botsuana.
Fuente: AFP
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Carlos III canceló compromisos por efectos secundarios del cáncer
- Londres, Reino Unido. AFP.
El rey Carlos III abandonó ayer viernes su residencia de Londres en coche, sonriente, tras pasar el jueves un control en un hospital, afectado por “efectos secundarios” relacionados con el tratamiento contra el cáncer que padece. Tras este susto, que una fuente cercana a la realeza describió como “un pequeño bache en un camino que claramente va en la dirección correcta”, el monarca canceló todos sus compromisos del jueves por la tarde y también los actos programados el viernes.
Esto es lo que se sabe sobre el último problema de salud del rey de 76 años, anunciado a las 21:00 GMT del jueves por el Palacio de Buckingham. El rey estaba siendo sometido el jueves por la mañana a sus cuidados semanales contra el cáncer cuando se vio afectado por “efectos secundarios” relacionados con el tratamiento. El soberano fue puesto “brevemente en observación” en la London Clinic, donde recibe tratamiento desde que le fuera diagnosticada la enfermedad en febrero de 2024.
Tras su paso por el hospital, regresó a su residencia londinense de Clarence House y, siguiendo el consejo de sus médicos, canceló sus compromisos de la tarde del jueves “como medida de precaución”. Ese día debía recibir las credenciales de tres embajadores. También anuló sus cuatro actos programados el viernes en Birmingham, 200 kilómetros al norte de Londres.
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La reina Camila no estaba con él cuando acudió al hospital. El monarca apenas interrumpió sus tareas, trabajando en su despacho y realizando varias llamadas telefónicas desde Clarence House el jueves por la noche. Carlos III salió de Clarence House en coche el viernes por la mañana, sonriendo y saludando al público.
El viaje del rey y su esposa Camila a Italia, previsto del 7 al 10 de abril (que coincidirá con su vigésimo aniversario de boda) no se vería afectado en principio. Para priorizar su recuperación antes de este viaje, la agenda del rey podría verse ligeramente reducida en los próximos días.
El rey reanudó progresivamente sus actividades a finales de abril de 2024, dos meses y medio después de que se anunciara su cáncer, mientras continuaba con su tratamiento semanal. “Todavía estoy vivo”, bromeó antes de Navidad cuando le preguntaron por su salud en una recepción.
Tuvo una agenda cargada en marzo. Pasó tres días en Irlanda del Norte, recibió al presidente ucraniano Volodimir Zelenski, así como al primer ministro canadiense saliente Justin Trudeau y luego a su sucesor, Mark Carney. También dio la bienvenida a unos 400 miembros de la prensa en el Palacio de Buckingham el miércoles.
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Lo que no se sabe
El Palacio de Buckingham nunca especificó qué tipo de cáncer tenía el rey. El palacio defiende su falta de transparencia debido al derecho a la privacidad del monarca y al cargo que ocupa como jefe de Estado. Buckingham tampoco dio nunca detalles de su tratamiento, guardando también silencio el jueves sobre cuáles fueron los “efectos secundarios” que obligaron a su paso por el hospital.
Pat Price, una oncóloga entrevistada este viernes por AFP, afirma que estos efectos secundarios son habituales en los tratamientos médicos. La especialista considera, basándose en la comunicación real, que el monarca sufrió “efectos secundarios leves”, que podrían ser “escalofríos, fiebre, malestar o náuseas”. “Desaparecen después del tratamiento. Si todo va bien y no hay indicios de algo más grave, los pacientes pueden volver rápidamente a su vida normal”, explica Pat Price.