En medio de las repercusiones del fallecimiento de la reina Isabel II que causó todo tipo de comentarios, opiniones y recuerdos en su contra y también a su favor, fanáticos de la realeza en la red social Tik Tok compararon cómo fue el impacto que tuvo en Inglaterra el fallecimiento de la princesa Diana de Gales y la reina Isabel II frente al Palacio de Buckingham.
En el primer video se puede apreciar al rey Carlos III y la reina consorte Camila Parker caminar frente a las cartas, flores y detalles de los aficionados por Isabel II frente a la casa real. En el segundo video muestran cómo Isabel junto con Felipe, duque de Edimburgo; Guillermo de Cambridge y Enrique de Sussex no pueden siquiera dimensionar todas las cartas, flores y la multitud de personas que se congregaron frente al palacio para llorar a la amada Lady Di.
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“Lady Di era todo lo que debe ser una reina y la gente se dio cuenta de ello, jamás perdonarán el asesinato de ella”, “¿A qué edad se deja de llorar por Lady Di?”, “Quedan evidenciados los sentimientos del pueblo”, “Es ahí cuando sabes que no es la cantidad de años que hayas reinado. La princesa Diana ni siquiera fue reina y fue más amada que la misma reina”, “La princesa Lady Di es y será la mejor reina del mundo, nadie podrá reemplazarla”, son algunas de las opiniones que se observan en los casi 10 mil comentarios que tiene el video, cuyos me gusta alcanzan los 2,3 millones al igual que las reproducciones.
Pese a eso, para la corona británica y los amantes de la royal family fue y es muy importante Elizabeth, por su servicio a su nación durante 70 años desde sus cortos 26 años, cuando tomó el mando del Reino Unido en medio de disensiones políticas y contextos diplomáticos que comenzaban a encontrar paz luego de la Segunda Guerra Mundial.
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Su trabajo como reina implicó el fortalecimiento de Inglaterra y los 54 países que lideró frente a la corona. Son innumerables las labores sociales que Isabel II tomó con compromiso para ser parte de la institución de una generación mejor.
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Vida, muerte, fantasía, ilusión, deseo… pulsiones y condición humana
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
“¿Fantasear o desear...?”. Ese era el dilema que, en frecuentes charlas de café, proponía un tan veterano como anónimo polemista que habitaba, cuando la tarde agonizaba, algunas de las selectas mesas en el mítico café La Paz, en la esquina de la avenida Corrientes 1593, cuando esa arteria cordial se cruza con la calle Rodríguez Peña, muy cerca del Obelisco, en Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción.
Era los años 70, en el siglo pasado. Enfrente –justo en diagonal– intentaba competir el bar Ramos. En concurrentes habituales estaban cabeza a cabeza. Inolvidables, por cierto. Pero el caso es que, luego de encender la polémica con aquel interrogante, con impostado tono académico, intentaba, aquel sanatero, zamarrearnos.
¡Me parece verlo! Acomodaba prolijamente los dos o tres libros de Sigmund Freud o de Foucault que siempre llevaba con él y lentamente –como buscando las palabras más adecuadas– iba al punto. Fumaba tabaco inglés en una pipa muy gastada y sobre su prominente nariz montaba espejuelos redondos tonalizados verde oscuro.
“El tío Segismundo –ironizaba mientras revoleaba sus manos refiriéndose a Freud– cuando compartíamos algunos puros con amigos en el Café Frauenhuber, en la inolvidable Viena, nos explicaba con claridad, jóvenes amigos, palabra más, palabra menos, que solo fantasean las personas insatisfechas”.
PULSIÓN
Lo seguíamos en silencio. Algunas veces –como la ignorancia nos impedía responder y/o, mucho menos, poner alguno de sus dichos en duda, hacía una pausa que disfrutaba y, si la memoria no me falla, en aquel caso puntual remató: “Cada fantasía surge de una pulsión para cumplir con un deseo insatisfecho, muy deseado, que corrija la realidad”.
Nunca recuerdo su nombre. En verdad, no tengo claro si alguna vez lo supe. Pero sí, sus anécdotas con pretensiones académicas y que se definía como “un libre pensador, diletante”. ¡Nos maravillaba! Aunque –debo admitirlo– teníamos dudas que no confesábamos sobre su presunta sabiduría por aquello de que entre los ciegos un tuerto es rey.
“¡Déjese de joder, farfullante…!”, recuerdo que le dijo –indisimuladamente molesto y a voz en cuello– un reconocido profesional y estudioso freudiano, de quien exclusivamente consignaré sus letras iniciales (G.G.), que incontenible por lo que también escuchó abandonó su café en una mesa cercana y lo increpó sin miramientos.
Un pesado silencio cubrió todas y cada una de las mesas. El increpado no atinó a responder. Se retiró cabizbajo –con sus tres libros bajo el brazo– enmudecido y sin plantarle cara. El increpante nos miró, se disculpó “por interrumpir la conversación sin que nadie me llame” y fue al punto: “Simple y sencillo, muchachos. La fantasía tiene que ver con el imaginario. Con lo que creemos o sabemos que muy difícilmente suceda. Con aquello que suponemos imposible y que, de alcanzarlo, imaginamos sería placentero, pero sabemos que no podrá ser. Desear es converger la fantasía con la realidad más deseada en algún momento de tu vida. ¡No entender esa diferencia es grave… y, pretender explicar desde la ignorancia y la confusión, no lo puedo dejar pasar!”.
Renovó su disculpa y volvió a su mesa. “Como una escuela de todas las cosas...”, como nos enseñó Discépolo cuando escribió aquel tangazo que llamó “Cafetín de Buenos Aires”, así era el bar La Paz. Fantasías. Deseos. Ilusiones. Me atrevo a añadir que, como entonces, en estos tiempos de imágenes exacerbadas y exacerbantes que circulan y atropellan en los avasallantes ecosistemas digitales que facilitan las comunicaciones reticulares contemporáneas, aquellas –junto con la vida y la muerte– emergen como inevitables pulsiones incrustadas en el día a día de nuestros días.
OXÍMORON
Claramente, forman parte de la condición humana. Pese a que, con el correr de los tiempos y a la democratización de las monarquías (¿oxímoron?), con mucho menos frecuencia que algún tiempo atrás y, en aquel contexto, escuchar decir “vida de príncipes”, sorprende porque pareciera ser una expresión que cae en desuso.
Aun así, hay quienes insisten con ella cuando se procura producir sentido respecto de alguna persona que –a juicio de quien así se expresa– tiene allanado el acceso a poderosos y poderosas o cuando dispone de bienes materiales en abundancia o cuando no debe preocuparse por necesidades que –como tales– sí lo son para la mayoría de la humanidad.
En ese contexto, tampoco el futuro debiera ser preocupante para quienes tienen –siempre a la vista de las otredades– tránsitos principescos o, acaso, propios de las realezas. Hambre, desocupación, falta de salud, de educación. En aquel contexto, se suponen alejados de aquellos y aquellas minorías vistosas. Sentires y decires. Pareciera, incluso, que nada ni nadie está exento, alguna vez, de emitir esos juicios o ser depositario de ese tipo de expresiones.
Hasta la muerte –en ciertas ocasiones, por la forma en que se produce y a quien afecta– hace que no sean escasas las voces que se atreven a afirmar que Mengana o Fulano “murió como un príncipe”. En el siglo XIX y buena parte del XX era frecuente que así se significara la partida de este mundo cuando las y los finados eran considerados socialmente como “patricios” o “ricos”.
Curioso, por cierto. Y tanto lo era (y es) que vaya a saber a quién y en qué situación tuvo la lucidez para destacar que “al final de la partida, reyes y peones vuelven a la misma caja”. ¿Sabiduría popular? Tal vez.
LA BODA DEL SIGLO
Aún recuerdo cuando el 29 de julio de 1981 –la tele satelital cuando el mundo era mundial y para nada global– puso “en el aire” (vieja expresión de uso común en la radiotelefonía de entonces, hoy casi olvidada), desde la catedral de San Pablo, en Londres, la que fue llamada como la “boda real o del siglo” porque, aquel día, el príncipe Carlos (32) –hijo primogénito de Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), la reina Isabel II del Reino Unido y de la Commonwealth desde 1952 hasta su muerte– contrajo matrimonio con la joven aristócrata llamada Diana Spencer (20).
Cerca de 800 millones de televidentes lo vimos. “¡Parece un cuento de hadas...!”, escuché decir a dos mujeres que – como otros muchos, frente a una vidriera colmada de televisores– vimos pasar a Carlos, por entonces príncipe de Gales, y Diana recién casados, a bordo del 1902 State Landau, como se conoce al carruaje que, en aquel año, el rey Eduardo VII –tío del contrayente– ordenó construir para ceremonias relevantes.
En la Argentina, desde poco menos de tres años, teníamos tele en colores. La novia, tanto en el ingreso a San Pablo –luego de descender junto con John, su padre, VIII conde de Spencer, de un carruaje vidriado– como en el momento en que salió de esa catedral con su esposo convertida en “alteza real”, tuvo que detenerse varios minutos para que las “damas de honor” acomodaran la cola de su vestido “de casi ocho metros de largo”, relataba la transmisión oficial.
¡Hermoso para ver! Un año y 22 días después –el 21 de julio de 1982– se anunció el nacimiento del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. El 15 de setiembre de 1984 –setecientos ochenta y siete días después que su hermano mayor– nació el príncipe Enrique.
Sin embargo, y como sostiene el dicho popular, “no todo lo que reluce es oro”. El 28 de agosto de 1996 –cinco mil quinientos nueve días después de aquella boda principesca– Diana y Carlos se divorciaron. Con el paso del tiempo la fantasía pública trocó en públicos desatinos vinculares. La princesa descubrió y confirmó que el príncipe tenía como amante a Camilla Parker-Bowles, una amiga de la Casa Real. ¡Crisis!
MULTITUD
Carlos pasó –para muchas y muchos– a ser el “realmente odiado”. Diana, en el transcurso de 1995, decidió no ocultar la situación. Habló con la BBC, la tele pública en el Reino Unido. “¿Cree que Camilla Parker-Bowles fue el factor que desencadenó el fracaso de su matrimonio?”, preguntó el periodista Martín Bashir a “su alteza real”. La respuesta fue simple, breve y clara: “Bueno, éramos tres en mi matrimonio. Y eso es una multitud”. El 31 de agosto de 1997, Diana, Dodi Al-Fayed (1955-1997), multimillonario egipcio, y el chófer, Henri Paul, murieron en un accidente de tránsito ocurrido en el interior del túnel del Pont de l’Alma, en París.
Aquel príncipe, Charles Philip Arthur George (77), desde el 8 de setiembre de 2022, es Carlos III, rey del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones. Camilla Rosemary Shand, luego Parker-Bowles (78) –la tercera de aquel matrimonio principesco que “era multitud”, como lo sentenció Diana, “la princesa del pueblo”, como la categorizó para siempre el ex primer ministro Tony Blair, el 31 de agosto de 1997– es reina consorte.
Fantasías. Deseos. Ilusiones. Condición humana. Fantasías. Deseos. Ilusiones. “Cambia, todo cambia”, canta como nadie Mercedes Sosa. Los khasi –una minoría étnica originaria que habita en el estado de Meghalaya, noreste de la India desde antes de las invasiones dravídicas pobladoras del sur en ese mismo país– desconocen quiénes de sus antecesores y cuándo comenzaron a orientar las raíces de los árboles para construir con ellas “puentes vivientes”.
Lejos de aquellas selvas inigualables, recién se supo algo de los que se conocieron entonces también como “los puentes de raíces vivas de Sohra (Cherrapunji)”, cuando era avanzado el siglo XIX. Los exploradores occidentales se asombraron con aquel descubrimiento. En La Sociedad Asiática, un histórico periódico que se publicaba en Calcuta en 1844, se consignó la información. Desde aquellos tiempos, es polo de atracción hasta nuestros días.
“AMOR RECÍPROCO”
Hacia allí, unas tres semanas atrás, partieron en luna de miel el príncipe Raj Raghuvanshi (21) y la princesa Sonam Raghuvanshi (24). Eran marido y mujer porque sus madres –en esa sociedad matrilineal– así lo acordaron. Ambos pertenecían a la misma clase social y casta. Aquel enclave natural que, además, con unos 12.000 milímetros de lluvias anuales es, según Guinness, el lugar más lluvioso de cada año, era perfecto para manifestarse amor recíproco sin interferencias. La actuación crucial de la mehndi, la celebración musical previa, la ceremonia principal, la fiesta posterior quedaron atrás.
Me explican –por Whatsapp, desde Nueva Delhi, tres diplomáticos chimenteros que me pidieron anonimato– que los fastos nupciales se extendieron por cuatro días. Las dos familias en estado de tranquilidad. Espiritual, social y económico. No faltó nada. Se observaron todos los rituales. Homa (la ofrenda al fuego) se concretó. El Panigrahena, los unió como nunca antes. Las siete vueltas al fuego –el Satapadi– hizo celebrar a muchas y muchos, sonreír a las y los más refinados y desear, ilusionarse... soñar, a otros y otras.
Samskara se instaló en la flamante pareja. Luego, silencio. Los días pasaban y... más silencio. Pero irrumpió la angustia. Primero en el que fue el pueblo de ambos, luego en la provincia, la región y, finalmente, en todo el país. “¿Dónde están?” “¿Qué se sabe?”. La falta de novedades fue parte de las informaciones de la agencia de noticias nacional. Se iniciaron las búsquedas. Los supuestos ganaron el espacio público. Las ideas conspiranoides de poderosos y poderosas ingresaron en los circuitos informativos.
Nadie respondía a las incesantes llamadas a los móviles de Raj y Sonam. La policía y los servicios de inteligencia de la India los monitoreaban inútilmente. También el de uno de los hermanos de la princesa. ¡Nada! Pero, cuando nadie lo esperaba, todo cambió. El domingo pasado aquella novia obediente de los acuerdos y mandatos familiares que se mostró alegre, ilusionada, ante los unos y los otros; que fue objeto de los comentarios de sus vecinos e incluso blanco preferente a la vista de aquellas y aquellos que por ser de clases inferiores o de castas poco respetables no debieran haberla mirado, trocaron interrogantes y angustia sociales.
DIMES Y DIRETES
Desde algunos anocheceres en las sacudidas calles de aquel país con 1.400 millones de habitantes, se sabía por trascendidos –que más tarde se confirmaron– que el cadáver de Raj fue encontrado y recuperado de las profundidades de un precipicio con abundante vegetación. Fue el momento de los dimes y diretes. Se conoció el escabroso detalle de que el cuerpo lo encontraron con el cráneo partido con dos golpes duros aplicados con algún objeto contundente y cortante.
¡Horror! Rescatistas e investigadores tuvieron la convicción de que fue asesinado. Así lo dejaron trascender. No murió como un príncipe. Pero las honras fúnebres sí lo fueron para despedir a su alteza real. Sonam, esposa por un breve tiempo –geolocalizada desde el momento en que se comunicó con uno de sus hermanos– supo por quienes la hallaron que era viuda.
Gritó. Se ahogó en llanto. Insistió con el deshilachado argumento de que fueron víctimas de secuestro. Pero no tenía una coartada que generara, por lo menos, una duda. También supo que Rai Kushwaha, un chófer a su servicio, estaba preso en otra celda. Fue apresado en su pueblo natal, Madhya Pradesh. Contrastaron sus respuestas. Eran amantes desde tiempo antes de que Sonam y Raj protagonizaran una boda principesca.
Como en el caso de Carlos y Diana –con Rai– también se constituyeron en multitud. El amante capturado también confesó. Señaló a los tres criminales que asesinaron al príncipe –sus cómplices– a los que convenció para que ejecutaran al joven esposo de la mujer que también amaba.
Los sicarios fueron apresados. Abrumados, admitieron. La exprincesa viuda dejó de ser víctima para ser victimaria. La justicia la acusa de ser quien incitó a su frustrado enamorado de la necesidad de asesinar a Raj. Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
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Cartes despidió a Caballero Vargas: “Que su legado inspire al Paraguay”
El exmandatario y titular de la Asociación Nacional Republicana (ANR), Horacio Cartes, rindió un homenaje al político y empresario Guillermo Caballero Vargas, fallecido ayer domingo, a los 81 años. El excandidato presidencial y fundador del partido Encuentro Nacional será velado esta mañana, desde las 8:00, en el Memorial de Parque Serenidad de Asunción.
“Mis condolencias a la familia del doctor Caballero Vargas. Su compromiso cívico, aporte al empresariado y rol en el Partido Encuentro Nacional, lo consagran como una figura clave de nuestra historia“, indicó Cartes a través de redes sociales.
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“Que descanse en paz y su legado inspire al Paraguay“, agregó el presidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, al celebrar la trayectoria de Caballero Vargas, que llegó a candidatarse a la Presidencia de la República en las elecciones de 1993, donde obtuvo el tercer lugar.
Al margen de su trayectoria política, el empresario tuvo un rol preponderante en el sector manufacturero e industrial del país, ya que fue presidente de Manufacturas Pilar S. A. Además, se dedicó a actividades del sector agroganadero.
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Falleció Guillermo Caballero Vargas, fundador del Partido Encuentro Nacional
En horas de la tarde de este domingo se dio a conocer el fallecimiento del político, excandidato a la presidencia de la República y fundador del Partido Encuentro Nacional, Guillermo Caballero Vargas. Aún no se conoce la causa de su deceso.
La carrera política de Caballero Vargas fue crucial para nuestro país y su democracia. Aparte de ser político, también trabajó en el sector privado. La mayor parte de su vida se abocó por ayudar a defender a los campesinos y buscar resolver los problemas rurales del país.
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Caballero Vargas fundó el Encuentro Nacional en el año 1991. Fue en el año 1993 que en alianza con María Victoria Brusquetti del Partido Revolucionario Febrerista, en conjunto con el Partido Demócrata Cristiano, se presentó a las elecciones generales, la primera democrática, libre y justa después de la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner.
En aquella oportunidad, ganó Juan Carlos Wasmosy, candidato de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Su influencia y posiciones fueron claves para la transición democrática en Paraguay. Formó parte del Gobierno de Unidad Nacional durante la presidencia de Luis González Macchi hasta el 2003.
También jugó un papel fundamental en 2008, cuando apoyó al entonces candidato a la presidencia de la República, Fernando Lugo, quien derrocó al Partido Colorado luego de más de 50 años en el poder de forma ininterrumpida.
Al margen de su trayectoria política, tuvo un rol preponderante en el sector manufacturero e industrial del país, ya que fue presidente de Manufacturas Pilar S.A. Se dedicó además a actividades del sector agroganadero.
PEN
Las bases del PEN fueron puestas por Caballero Vargas bajo estos pilares: “ofrecer al país los mejores hombres y mujeres, los y las más capacitadas, honestos y honestas, los que realmente quieren construir una república basada en la Justicia Social y en el Estado de Derecho”.
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Teatro de luto: falleció José Luis Ardissone
Ayer se confirmó la muerte José Luis Ardissone, actor y director teatral, considerado un auténtico promotor del teatro en Paraguay. Ardissone falleció a la edad de 84 años, luego de sufrir complicaciones tras someterse a una cirugía y ya se encontraba internado hace unos días.
La noticia fue confirmada por sus hijos, quienes indicaron que hace unos días fue sometido a una cirugía y que tras la realización de esta intervención comenzó a presentar una serie de complicaciones que derivaron a una falla multiorgánica y finalmente le provocó la muerte.
“Ya no resistió y se fue, todo fue demasiado rápido. Mi padre tenía 84 años. Él ingresó manejando al sanatorio hace menos de una semana para una cirugía simple y por la edad el cuerpo se descompensó y se fue”, dijo Pablo Ardissone, en entrevista con la 1020 AM.
Afirmó que el deseo de su padre alguna vez fue que su velatorio como sepelio sea íntimo y no demasiado público, por lo que respetarán ese pedido.
TRAYECTORIA
Un 3 de mayo de 1982 el actor fundó el Arlequín Teatro, institución que siguen en pie desde hace 43 años y también ayudó en la formación de varios actores de conocido renombre del país.
José Luis Ardissone nació en Asunción el 3 de noviembre de 1940, se formó como arquitecto en Río de Janeiro, pero siempre fue apasionado por el arte, brilló como actor, director, escenógrafo, vestuarista y dramaturgo en el teatro y el cine nacional. En la pantalla grande actuó en las películas “Desencuentros”, “El toque del oboe” y “De paso por la vida”.
Ardissone vivió por y para el teatro nacional, siempre abrió las puertas del Arlequín a todo aquel artista que lo requiera y las semillas que sembró dieron sus frutos en abundancia.
Fue un maestro para todo aquel que amara el arte y en especial las tablas, siempre activo y trabajador es la imagen que deja José Luis Ardissone.