El pesebre navideño, desde su origen en una austera cueva hasta la proliferación de las famosas figuritas, cumple este año 800 años de existencia.
Fuente: AFP.
La historia se remonta a 1223: Francisco de Asís, de regreso de un viaje a Tierra Santa, crea un belén viviente en una cueva del pueblo de Greccio, en el centro de Italia. No tiene ni figuras ni grandes detalles, se trata de reunir a los lugareños alrededor de un pesebre –“cripia” en latín– con un buey y un asno.
Desde el punto de vista religioso, el nacimiento de Greccio “se inscribe en un contexto en el que se descubre que es la menudencia lo que es divino, y no la realeza”, explica el franciscano François Comparat, exprofesor de teología.
Las representaciones de la natividad y las escenas religiosas teatralizadas ya existían antes. Pero “hay una dimensión en parte simbólica en estos 800 años”, explica a la AFP Isabelle Saint-Martin, historiadora de la universidad Ecole Pratique des Hautes Études en París. “Es sobre todo en el siglo XVII cuando se desarrolla la devoción al Niño Jesús, junto con el interés por el belén: para impulsarla, se pone de relieve el de Greccio”, recalca.
EVOLUCIÓN
En los siglos XVII y XVIII aparecen los nacimientos con grandes figuras. Son especialmente reputadas las de origen napolitano. En algunos países europeos surgen pequeños pesebres en vitrinas, con figuritas fijas en cristal, cera o papel maché.
A finales del siglo XVIII se crean los pesebres familiares, con pequeños personajes móviles. Su desarrollo “es paralelo al de los juguetes para niños, que se expanden en el siglo XIX”, afirma la historiadora.
Algunos hechos históricos contribuyen a su propagación, como la Revolución francesa, que, al limitar los cultos, hace que los belenes se multipliquen en el ámbito privado, según Saint-Martin.Con la proliferación de los creadores de figuritas, “los pequeños nacimientos familiares se popularizan”, subraya.
PERSONAJES DE LA ACTUALIDAD
Surgen entonces todo tipo de personajes, como el pescador, la hilandera o el herrero, que no pertenecen a las historias evangélicas. Más recientemente, estas figuritas incluso representan al Papá Noel o a personalidades reales de la actualidad.
“En este nuevo mundo inaugurado por Jesús, hay lugar para todo lo que es humano”, explicó en 2019 el papa Francisco, en una carta apostólica en la que instaba a reflexionar sobre el pesebre.
La tradición cuenta que el belén se instala a principios de diciembre, y en Nochebuena se pone el personaje de Jesús. El día de la Epifanía, se colocan los reyes magos.
Los protestantes no han adoptado la tradición del pesebre. Y en los países católicos, se han desarrollado particularidades locales: “retablos” artesanales peruanos, “pirámides de Navidad” de madera en Alemania, “szopkas” en aluminio de colores en Polonia.
Desde 2018, el Vaticano expone un centenar de nacimientos de todo el mundo. Desde principios de este año, la ciudad de Greccio celebra el 800 aniversario de esta tradición.
CÓMO FUE EL PRIMER NACIMIENTO VIVIENTE
En el portal de Catholic.net se detalla la historia del primer Nacimiento Viviente en Greccio, una población ubicada entre Roma y Asís, en la pendiente del Monte Lacerone y a 705 metros de altitud. Su santuario se encuentra encima de una escarpada roca y rodeado de bosques de encinas. Desde la explanada se contempla el castillo de Greccio y una hermosa vista del valle de Rieti. Este lugar le encantaba a San Francisco porque le parecía “rico en su pobreza”, y porque decía que no había visto ningún otro territorio con tantas conversiones como en Greccio.
“Dos semanas antes de la Navidad de 1223, San Francisco llamó a Juan Velita, señor del castillo, y le dijo: “Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara enseguida lo que te voy a decir. Quiero celebrar la memoria del niño nacido en Belén, y deseo contemplar de algún modo con mis ojos cuánto sufrió en su condición de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue puesto sobre el heno, entre un buey y una mula”, relata el sitio.
“Todo se celebró como estaba previsto: la noche de Navidad, la gente del castillo se dirigió al lugar donde vivían los frailes, cantando y con antorchas y en medio del bosque. En una gruta prepararon un altar sobre un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey. Aquella noche, como escribió Tomás de Celano, se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén”, describe.
Cuenta que para una celebración tan original Francisco había obtenido el permiso del papa Honorio III. “La homilía corrió a su cargo, pues era diácono, y mientras hablaba del niño de Belén, se relamía los labios y su voz era como el balido de una oveja. Un hombre allí presente vio en visión a un niño que dormía recostado en el pesebre, y Francisco lo despertaba del sueño. La gente volvió contenta a su casa, llevándose como recuerdo la paja, que luego se demostró una buena medicina para curar a los animales”.