• Por Marcelo Tolces
  • Cineasta – gerente de contenidos de GEN

1 “Cinema Paradiso” (1988)

El mejor final de la historia del cine es también el mejor home­naje al cine de la historia del cine. Un famoso director, Salvatore Di Vita o Toto, vuelve a su pueblo natal para el funeral de quien fuera su mentor, Alfredo; el hombre que operaba el proyector del cine del pueblo.

Totó era un niño huérfano de padre, que había muerto en la Segunda Guerra Mundial, y de niño había trabajado como asistente de Alfredo quien se había convertido en su figura paterna. Una de las tareas de Alfredo y Totó era cortar de las películas que llegaban de Hollywood todas las escenas de besos, considerada pornografía en la época para la censura cristiana del pueblo. La película recorre toda la historia de vida de Salvatore: niño, adolescente y adulto, y toda la compañía y enseñanzas de Alfredo durante su vida. Luego del funeral de Alfredo, la viuda de este le entrega a Salvatore una cinta de película que Alfredo había dejado para él..

De vuelta en Roma, Salvatore acude a su sala privada para visio­nar la herencia que le dejo Alfredo, y rompe emocionado en llanto cuando se da cuenta que Alfredo había pegado todas las escenas de besos que se habían visto obligados a cortar y censu­rar en el pasado. El amor por el cine fue la mayor herencia que Alfredo dejó a Salvatore, y fue este amor el que marcó y definió su vida para siempre.

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2 “Casablanca” (1942)

Durante el rodaje de “Casablanca”, se reescribió el guión cons­tantemente y de hecho se filmaron varios finales distintos. Hoy es imposible imaginar otro final para uno de los clásicos más importantes de la historia del cine.

Después de haberse reencontrado con el amor de su vida Ilsa Lund (Ingrid Bergman), Rick decide sacrificar la posi­bilidad de una vida juntos por una causa, la resistencia con­tra la ocupación nazi.

La escena es tan icónica que fue repetida, homenajeada y paro­diada centenares de veces. En una clase de actuación para la posteridad, Humphrey Bogart construye al anti-héroe defi­nitivo. Cínico pero idealista, duro y frío pero sensible, Bogart logra traspasar emociones profundas y contradictorias con maestría y simpleza, en una actuación que se volvería inmortal.

3“La Sociedad de los Poetas Muertos” (1989)

Carpe Diem. Aprovecha el día. Hagan sus vidas extraor­dinarias. Esta es la enseñanza que trae Jhon Keating (Robin Williams) a la preparatoria Wheaton, y es una idea poderosa con la que revoluciona y cambia la mirada y la vida de sus alumnos.

A la par que los estudiantes encuentran el sentido de la vida a través de la poesía, sucede una tragedia que hace que Keating sea despedido de la escuela.

Mientras Keating se retira por última vez de su Aula, sus alumnos desafían a la autoridad escolar parándose encima de sus pupitres y despidiéndose de Keating con las palabras: “Oh Capitán, Mi Capitán”.

Un emocionado Keating (Magistral Robin Williams en su primera interpretación dramática) apenas con­tiene las lágrimas y sonríe emocionado, sabiendo que lo que los chicos aprendieron con él tuvo impacto y no será olvidado.

4“El Club de la Pelea” (1999)

“Me conociste en una etapa muy extraña de mi vida”. Esa es la última frase que El Narrador (Edward Norton) le dice a Marla Singer (Helena Bonham Carter) antes de agarrarse la mano y mirar juntos como se destruye el centro de la ciudad.

La escena es icónica: comienza a sonar “¿Where is my mind?” de The Pixies, y los edificios corporativos van cayendo uno a uno. El final más potente de la filmografía de David Lynch (compitiendo con películas como “Seven”, “El juego” o “Gone Girl”) con un mensaje abiertamente anti-sistema, “El club de la Pelea” fraca­saría en taquilla, para luego convertirse en una película de culto.

5“Perdidos en Tokio” (Lost in Translation, 2003)

Están las historias de amor con final feliz y están las que tienen final trágico. Pero hay un tercer tipo de historias de amor, que son indefinibles, que sin haber pasado nada con­creto, pueden transformarnos. Entre este tipo de historias se encuentra Lost in Translation. Una película de atmós­fera, de gestos mínimos y potentes, en Lost in Translation el amor no se escenifica con un beso o una acción física, sino en la increíble conexión que tienen Bob Harris (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson).

En la última escena de la película, Bob se despide de Char­lotte en el lobby del hotel, pero luego ambos se buscan y se encuentran en las calles de Tokio, para darse el beso final y dejarnos para siempre con la pregunta, y la duda, de qué fue lo que Bob le susurro al oído a Charlotte antes de partir. ¿Es el final o el comienzo de su historia? No tenemos una res­puesta definitiva, pero tampoco importa.

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