- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: AFP/Gentileza
Las imágenes que salpican desde la tele, desde la internet o desde los dispositivos de todo tipo para consumir noticias arrollan a las audiencias con un estremecedor tsunami de violencias. Las explicaciones que se escuchan son vacuas.
“Río de Janeiro en llamas”. “Río, bajo fuego”. “Batalla a sangre y fuego en Río para capturar a dos centenares de narcotraficantes del Comando Vermelho” son las novedades que todavía llegan desde las favelas ensangrentadas de una de las ciudades más emblemáticas de la tan maltratada aldea global. Se reportan 135 víctimas fatales.
Sin embargo, imagino que el número final de asesinados y asesinadas nunca se conocerá. Las imágenes que salpican desde la tele, desde la internet o desde los dispositivos de todo tipo para consumir noticias arrollan a las audiencias con un estremecedor tsunami de violencias. Las explicaciones que se escuchan son vacuas.
Claramente, menos de lo mismo. La descripción detallada de las armas de las que disponen los narcos, la aparición de drones entre sus arsenales. Las vinculaciones entre esas organizaciones con la política, con los sistemas financieros, con las creencias. Supuestos absurdos –en muchos casos– para sugerir que al delito se lo combate más o mejor con políticas públicas impulsadas por las izquierdas o las derechas.
El llanto de los unos y de los otros; los sollozos y hasta los silencios sobrecogedores de allegados y allegadas a los integrantes de los grupos que enfrentados se victimizan mutuamente y se los ve parados o arrodillados frente a estremecedoras hileras de cadáveres.
IMPUDICIA
Tan desolador como inconducente mostrarlo casi en el borde de la impudicia. No escasean analistas (esos que todo lo explican) que, frente a la promiscuidad de algunos de esos contenidos, sostienen que con esas publicaciones –que apuntan especialmente a lo epidérmico para sacudir las emociones– solo se procura la obtención de cliques en las redes o en los medios digitales en los que hasta se mensuran los tiempos que las audiencias permanecen en ellas o, para que en la vieja tele (siempre rendidora como medio) crezcan los indicadores de audiencia.
“No aportan nada para las reflexiones serenas de los públicos y sepultan las eventuales respuestas a cientos de interrogantes que no volverán a escucharse, por lo menos, hasta la próxima vez”, comentan dos expertas en medios de reconocido prestigio regional que rechazan ser identificadas. Acepto. Brasil, una vez más, trashuma entre la indignación, el cansancio social, la tristeza y la desesperanza.
Abruma tanto dolor crónico y de ninguna manera sorprendente. Hay quienes aseguran –sin referenciar sus afirmaciones en datos duros y/o verificables– que “estos estallidos violentos son cíclicos”. ¿Y…? Me atrevo a afirmar que Paulo Lins (67) y Aurelius Augustinus Hipponensis (354-430), también conocido como San Agustín de Hipona –en el plano terrenal– no se conocieron. ¡Nunca!
LA CIUDAD DE DIOS
Es probable sí que Paulo sepa de Aurelius Augustinus e, incluso, que hayan vivido experiencias tan contundentes (aunque con casi dos milenios de diferencia) que anidaron en sus corazones desde sus propias ancestralidades para siempre. Aurelius nació en Tagaste, Argelia, unos 8.260 kilómetros al oeste del pueblo natal de Paulo, que creció en Cidade de Deus, una favela de Río de Janeiro.
Ambos escritores –contadores de las historias de sus tiempos– coinciden sin embargo en la temática que no es otra más (ni menos) que la idea de que cada uno de ellos tiene sobre el bien y el mal. Desde ese lugar reflexionan y escriben para siempre. También a sus obras las titulan parecidas. “Ciudad de Dios” llamó Aurelius Augustinus a la suya... “La ciudad de Dios” (1997) tituló Paulo a la de él.
Con profunda mirada crítica ambas narraciones, los dos textos permiten adentrarse en una especie de infierno a la vez que en el conocimiento tan profundo como lacerante de “las desgracias terrenales” –como las categoriza el de Hipona–, quien sostiene que “el verdadero mal es la ausencia del bien”.
Fernando Meirelles (69) y Katia Lund (59) son cineastas nacidos en Sao Paulo. Grandes creadores audiovisuales. Fernando, Katia y Paulo –cada uno en su faceta artística, creativa y testimonial– avanzan hacia un objetivo de gran sensibilidad. “La ciudad de Dios” –la dura historia de Paulo– la hicieron película en 2002. Algunos de los actores –la mayoría– eran favelados.
CRISIS DE SEGURIDAD
En 1997 –el 2 de octubre– el papa Juan Pablo II llegó por segunda vez a Río. Desde el anuncio mismo de su visita pastoral, como la llamó el Estado Vaticano, las tensiones en la llamada Cidade Maravilhosa alcanzaron niveles desconocidos. Brasil es el país que más católicos tiene en el mundo. Sin embargo, en aquella ocasión, cuando se anunció públicamente la visita papal, la inminencia de una posible crisis de seguridad ciudadana ganó espacio.
Fernando Henrique Cardoso (94) –sociólogo, politólogo, filósofo y académico–, una figura de mucho prestigio global, era por entonces el presidente de la séptima economía del mundo. Las medidas de seguridad se extremaron. Mucho más cuando se conoció que el pontífice polaco se alojaría en la Casa Sumaré – residencia del Arzobispado de Río–, enclavada entre enormes poblaciones pauperizadas dominadas por el narco.
Inmediatamente, con carteles muy visibles instalados en lugares destacados de la geografía urbana carioca, el sicariato amenazó con asesinar al visitante. El Estado lanzó entonces la Operación Santidad, que se puso en marcha con anunciadas pretensiones “preventivas”. El muy temido BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales) –en cuyo escudo ostenta una calavera con dos pistolones cruzados, que estaba en alerta– con blindados y armamento pesado comenzó a ocupar el Morro do Turano y la favela Mangueira para “para apaziguar o povo”.
La historia oficial cuenta que 35 personas fueron asesinadas. Tiempo después, Rodrigo Pimentel, un jefe del BOPE, escribió pormenorizadamente qué sucedió en el transcurso de la Operación Santidad. En 2007, su relato llegó al cine. Con “Tropa de élite”, el director Jose Padilha sacudió a Brasil. Las filas que en las puertas de las salas se formaban para ver su obra eran interminables. El debate público, también.
La revista Veja le dedicó una edición especial con casi una veintena de páginas. “Se trata de una obra de ficción que explica con una fidelidad jamás vista cómo la criminalidad ha degradado Brasil”, sostenía en uno de sus textos. Con el paso del tiempo y la irrupción de las plataformas como herramientas preferidas para acceder a consumos culturales audiovisuales, conocer qué pasa con las organizaciones delictivas transnacionales de alta complejidad es muy sencillo.
En Netflix, tanto “La ciudad de Dios” como “Tropa de élite” lideraron en audiencia y siempre son buscadas. Los malos recuerdos –demasiados– pesan. En noviembre de 2010, cuando se supo que Río sería sede del Mundial de Fútbol en 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016, el BOPE con las fuerzas armadas avanzaron sobre el Complejo de Alemão, la Rocinha y Vidigal, las favelas más extendidas.
LA ESPIRAL DE LA HISTORIA
En esos mismos asentamientos que fueron escenario de los enfrentamientos que se iniciaron el martes último, se reportaron entonces cerca de medio centenar de muertes y más de 500 detenidos. “Foram oito dias terríveis... incêndios, barricadas... tiroteios”, recuerda Clovis, un veterano colega periodista amigo, durante videollamada de Whatsapp.
Recuerdo que el tan respetado como querido amigo periodista y escritor José Antônio Severo –gaúcho que partió para siempre en la primavera de 2021–, que fue mi jefe y maestro en Gazeta Mercantil, durante una extensa sobremesa nocturna que disfrutamos en A Casa do Porco, tal vez en 2018, recordó que “en 2006 o PCC também atacou em São Paulo”.
El Primer Comando Capital, otro temible cartel brasileño, a lo largo de casi dos días atacaron comisarías, destacamentos policiales y municipales, impulsaron motines en dos docenas de cárceles, secuestraron cerca de 200 personas como rehenes. Cerca de 40 personas fueron asesinadas. Con el tiempo se supo que aquella guerra urbana fue lanzada porque unos 800 narcos presos fueron trasladados a una cárcel de máxima seguridad a 650 kilómetros de la ciudad paulista.
La intención –al parecer frustrada– era rescatar a Marcola, Marcos Willians Herba Camacho, “o chefe do PCC”, aseguró Severo. Existe –bajo siete llaves– información sensible que da cuenta de que tanto el Comando Vermelho como el PCC se ramifican hacia los países vecinos.
EXPANSIÓN
“Este grupo criminal nació en las cárceles de Brasil en la década del 90”, reseña el colega periodista Germán de los Santos, en el diario La Nación de Buenos Aires. Asegura en ese periódico que el cartel “está en plena expansión hacia los países del Mercosur, entre ellos la Argentina” y afirma que “controla la logística del tráfico de cocaína por la hidrovía Paraná-Paraguay hacia Europa”.
De los Santos es un especialista que recorrió varias veces Pedro Juan Caballero, pueblo paraguayo fronterizo con Brasil. La vulnerabilidad de ese límite binacional es muy evidente. A poco más de 390 kilómetros hacia el sur se encuentra Ciudad del Este, localidad paradigmática en la Triple Frontera que comparten Argentina, Paraguay y Brasil. Un destino complejo.
El lunes 24 de abril de 2017, allí una banda con alto entrenamiento cuyos miembros estaban equipados con armas largas, cortas, fusiles con miras telescópicas infrarrojas y para visión nocturna, que se desplazaban con vehículos blindados apoyados por un helicóptero, asaltaron la sede local de la empresa Prosegur. Se alzaron con un botín varias veces millonario en dólares.
Fuentes confiables aseguran que “el PCC lo hizo”. La serie “ADN del delito” –de producción brasileña con dos temporadas, dirigida por Héctor Dhalia y Pedro Morelli– es una de las más buscadas en el catálogo de Netflix. El devenir cotidiano del narco en Brasil está a la vista.
La violencia en esa ciudad se refleja en la tele. Se percibe, se siente.
INFILTRACIÓN
¿Es solo en Brasil?, pregunté cuidadosamente en la noche del viernes último a dos fuentes muy seguras de la seguridad mercosureña que conocen el tema. “No”, responde con parquedad uno de esos informantes. ¿Tienen vínculos, arreglos, acuerdos o complicidades con la política? “Es muy probable”, responde y agrega: “En Colombia el expresidente Ernesto Samper Pizano (75) entre 1994 y 1998 y, más tarde, secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) entre 2014 y 2016, admitió –el 20 de julio de 1998– ante el Parlamento de su país que, en 1994, recibió dinero procedente de los carteles.
“Como se sabe, fui víctima de esta invasión (mafiosa en la política] durante la campaña que me llevó a la presidencia. Así lo confirman las confesiones de quienes la manejaron administrativamente y las pesquisas de la justicia”, dijo Samper. “El monto, de entre 6 y 7 millones de dólares, fue aportado por el cartel de Cali”, precisó mi informante. Luego, lanzó un interrogante. “¿Por qué sería diferente en otros países, en otras regiones?”. Escucho en silencio.
El periodista Daniel Santoro revela en Clarín el “hallazgo de un fusil de combate FAL del Ejército argentino, en poder del Comando Vermelho”. El exembajador de Argentina en Brasilia Juan Pablo Lohlé, en diálogo profesional horas atrás, confirmó que “años atrás se supo de otros hallazgos similares”.
Santoro precisa que los investigadores en Río sospechan que “el fusil (hallado) puede ser uno de los 43 fales del Batallón 603 de Fray Luis Beltrán que desaparecieron hace más de 14 años”, en Argentina. Consigna luego que este país “se ha convertido en un proveedor principal” del PCC y del Comando Vermelho. ¿Puede ser que haya no menos de 3 mil fusiles argentinos en Río?, consulto. Asienten.
INSENSATEZ
Cerca de la medianoche del viernes que se va volví a llamar a Río. Isabella y Heloísa, dos colegas periodistas con un par de décadas intensas en el oficio. Con sus móviles, desde altos balcones, me muestran la ciudad. Está oscura y silenciosa. Las imágenes que recibo estremecen.
Sin embargo, me envían fotos que horas atrás hicieron en Ipanema, Copacabana y Leblon. También se destaca el ruidoso silencio. Inusual en las mañanas cariocas. Me cuentan que “Os passeios pelas favelas estão temporariamente suspensos porque seus habitantes estão de luto. No entanto, os turistas eles insistem. Incompreensível...”, se lamenta Heloísa. Nos despedimos.
“Ya no tenemos valores ni ideales con qué llenarlos”, recuerdo que dijo el filósofo coreano y alemán Byung- Chul Han, un puñado de días atrás cuando fue galardonado con el premio Princesa de Asturias, en España. Inmediatamente después sostuvo que “algo no va bien en nuestra sociedad”. Me arrellano en la vieja mecedora. Intento cerrar los ojos. Casi las 3 y media de la madrugada del sábado. No puedo dormir.

