Este agosto se cumplen 156 años de eventos que marcaron a fuego la memoria histórica nacional como la batalla de Piribebuy, Acosta Ñu y la inmolación de la última flota paraguaya en el río Yhaguy, en la quinta y última fase de la guerra contra la Triple Alianza. En esta nota te invitamos a conocer más sobre los escenarios que fueron testigos de estos acontecimientos y que en silencio aguardan la visita de los ciudadanos interesados en descubrir sus secretos.

La guerra contra la Tri­ple Alianza es induda­blemente el principal tópico de la historia para­guaya. Sin embargo, más allá de la retórica heroicista y los enfoques románticos clásicos, conviene conocer y valorar más los sitios de memoria, que en su mayo­ría son poco frecuentados por quienes inundan a diario las redes sociales de consig­nas chauvinistas.

Las actividades oficiales en el marco de la recordación del sesquicentenario de la epopeya nacional permitie­ron la puesta en valor, seña­lización, despliegue de car­teles informativos, así como la creación de nuevos monu­mentos que ofrecieron datos más precisos sobre el desa­rrollo de la conflagración.

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Ahora bien, tras la destruc­ción del Ejército paraguayo en la campaña del Pikysyry, en diciembre de 1868, las fuerzas aliadas siguieron su avance hacia la capital del país. Luego de las dramá­ticas bajas que dejaron los enfrentamientos que tuvie­ron lugar en Ypané y Villeta, Francisco Solano López se dirigió hacia Azcurra, actual cordillera de los Altos, en el cuartel general de Cerro León. Allí reorganizó su ejér­cito fundamentalmente con niños, mujeres y ancianos.

BATALLA URBANA

El 12 de agosto de 1869 tuvo lugar en Piribebuy la única batalla urbana de toda la contienda. Allí llegamos el mismo día de la recorda­ción del 156.o aniversario de la batalla. Un multitudinario y colorido desfile estudian­til con motivos alegóricos a la contienda llenó de alga­rabía las calles. En la ciudad se declaró asueto distrital y a excepción de los vendedo­res ambulantes, que aprove­charon la ocasión para hacer su agosto, la mayoría de los negocios y la totalidad de las oficinas públicas permane­cieron cerrados.

No obstante, es en estas oca­siones cuando la memoria debe estar abierta más que nunca al público. En el dintel de la puerta del Museo His­tórico Comandante Pedro Pablo Caballero, fundado en 1973 por los veteranos de la guerra del Chaco, un hombre de unos 70 años cubierto por un poncho para’i conversa animadamente con un guar­dia.

Con una amplia sonrisa el hombre se presenta como Miguel Ángel Romero y nos dice que es el encargado, guía, historiador y limpia­dor del museo. Con ganas se apresta a mostrarnos el lugar, antigua sede del juz­gado y registro civil, una casa colonial dividida en dos habitaciones, una dedicada a la guerra contra la Triple Alianza y otra a la guerra del Chaco.

Respecto a los sucesos de aquel 12 de agosto, refiere que Piribebuy en su carácter de tercera capital era refu­gio de los civiles. “El Ejér­cito aliado hace una manio­bra envolvente llegando por la retaguardia. Tras la inti­mación del 11 de agosto, que fue rechazada por los para­guayos, a la mañana del día siguiente, luego de disiparse la neblina, el Ejército aliado compuesto por 20.000 hom­bres arremetió contra 1.600 paraguayos atrincherados en la ciudad”, relata don Romero mientras señala la diferencia entre el arma­mento y los proyectiles de los aliados frente a los de quie­nes defendían este reducto.

El teniente coronel Pedro Pablo Caballero, por ser el de más alto rango, pasó a ser directamente coman­dante en jefe de la plaza. Esta estaba compuesta por ape­nas una docena de militares, siendo el resto civiles, entre los que había muchas muje­res, que pasarían a ser cono­cidas posteriormente como las heroínas de Piribebuy.

Miguel Ángel Romero, guía y encargado del Museo Histórico Comandante Pedro Pablo Caballero

CÓLERA

Otro episodio resaltante de esta batalla es la muerte en combate del general aliado João Mena Barreto, quien se adelantó para animar a sus tropas recibiendo un certero disparo que, según las diver­sas versiones, habría impac­tado entre la ingle, la vejiga o “ibolaitépe”, muriendo casi en el acto.

Esto habría desatado la ira del comandante del Ejército aliado, Gastón de Orleans, el conde de E’u, quien de inme­diato ordenó la tortura y ejecución del comandante Caballero y del octogena­rio profesor Fermín López. Tras esto, se habría ejecu­tado una de las acciones más atroces de la contienda: la quema del Hospital de San­gre con los heridos y enfer­meras dentro.

Sin embargo, esta ver­sión es puesta en duda por varios historiadores, entre ellos Julio César Chaves, autor del clásico libro de texto referencia en nuestro país, “Compendio de his­toria paraguaya”. En esta obra Chaves escribe que “el conde de E’u, furioso por haber muerto en el combate el general Mena Barreto, hizo degollar a Caballero y a otros prisioneros. Se come­tieron después muchos exce­sos, pero no es cierto que el conde hizo incendiar el hos­pital de sangre”.

Mural emplazado en el lugar donde se encontraba el Hospital de Sangre

Respecto a las inconsis­tencias y contradicciones sobre cómo ocurrieron efectivamente los hechos, varios historiadores con­sultados para esta nota declinaron emitir una opinión abierta debido al temor de ganarse el poco deseable título de “legio­narios”, un apelativo que basta para descalificar a cualquiera.

De todas maneras, sin negar las atrocidades inhe­rentes a toda guerra –más aún en una época en la que aún no estaba formulado el derecho internacional humanitario tal como lo conocemos en la actuali­dad– la memoria nacio­nalista basada en relatos orales y testimonios impre­cisos debe ser problemati­zada en pos de la construc­ción de una historia que responda a parámetros científicos y contrastables.

Escultura en hierro de Sebastián Guggiari erigida en una plazoleta ubicada a la vera de la ruta que une Eusebio Ayala y Primero de Marzo

ACOSTA ÑU

De allí enfilamos nueva­mente hacia la ruta PY-02 en dirección a la ciudad de Eusebio Ayala, ex Barrero Grande, donde se desarro­llaría otro de los episodios que más fuerte ha calado en la memoria colectiva para­guaya, la batalla de Acosta Ñu, en memoria de la cual cada 16 de agosto se celebra el Día del Niño en nuestro país.

Tras la caída de Piribebuy, el Ejército paraguayo se dividió en dos frentes rumbo a Cara­guatay. El frente comandado por el general Bernardino Caballero, compuesto en su mayoría por civiles, trans­portaba en carretas las pro­visiones, por lo que su des­plazamiento era más lento. A la altura de la extensa pla­nicie de Rubio Ñu o Campo Grande fueron alcanzados por los aliados.

Unos 3.000 paraguayos –entre soldados, población civil y niños de entre 12 a 16 años– se enfrentaron a 20.000 efectivos aliados. “La batalla que comenzó al amanecer terminó a la puesta del sol, soportando y rechazando los niños las cargas de las mejores tro­pas imperiales. La fuerza paraguaya tomada entre dos cuerpos de ejército fue total­mente destruida, salvándose su jefe con unos pocos sol­dados”, refiere el ya citado Chaves, quien no hace nin­guna referencia a otro hecho muy citado, la incineración del pastizal donde yacían los cuerpos agonizantes en el campo de batalla.

No obstante, en el especial del Día del Niño del pro­grama “El mito y la histo­ria”, del canal GEN/Nación Media, el historiador Fabián Chamorro sostuvo que la quema del pastizal fue efec­tivamente realizada, así como la del hospital de Piri­bebuy días antes. Asimismo, cita las propias memorias del general argentino Igna­cio Garmendia, quien relató que el Ejército brasileño per­maneció durante tres días en el sitio para matar a los sobrevivientes.

A unos 500 metros del epi­centro del enfrentamiento, a la vera de la ruta Eusebio Ayala-Primero de Marzo, fue instalado en 2019, al cum­plirse 150 años de la bata­lla, una plazoleta con una escultura en hierro creada por Sebastián Guggiari,que representa una ban­dera atravesada por lanzas y en cuyo interior se dibujan siluetas de niños y soldados. El emplazamiento fue ele­gido para que todas las per­sonas que transiten por esta arteria puedan llegar fácil­mente al sitio.

El suboficial Carlos Cantero invitó a toda la ciudadanía a visitar el parque

INMOLACIÓN DE LA FLOTA

Emulando el movimiento que hicieran las tropas para­guayas, seguimos el camino hacia Caraguatay rumbo al Parque Nacional Vapor Cue, a poco más de 20 kilómetros, donde un grupo de obreros trabajaban en la restaura­ción y embellecimiento del lugar. Allí nos recibe el joven suboficial Carlos Cantero, quien nos acompaña en un recorrido por el sitio donde se exhiben los cascos y otros restos de la flota que fue inmolada en el río Yhaguy el 18 de agosto de 1869.

Tras la batalla de Acosta Ñu, las tropas paragua­yas se atrincheraron en los campos de Barrero Grande. Luego de un intenso bom­bardeo, los aliados atacaron a los marinos que custodia­ban los vapores paraguayos anclados o varados en uno de los pasos del río Yhaguy.

“Tres navíos brasileños, con dos vapores chicos, remonta­ron el río Manduvirá hasta frente a la capilla de Cara­guatay con la idea de apode­rarse de las naves paragua­yas, varadas en aquel puerto. Ante la superioridad numé­rica de la fuerza aliada y cum­pliendo órdenes de López, los marinos que las custodiaban les prendieron fuego y huye­ron por la rinconada del Sala­dillo para incorporarse a las fuerzas de López rumbo a San Estanislao”, describe la expografía del sitio.

Las apacibles aguas del río Yhaguy cruzan el Parque Nacional Vapor Cue, donde naturaleza e historia confluyen en una armónica conjunción

Estas embarcaciones eran el Paraná, Río Apa, los geme­los Ypora y Salto del Guairá, Piravevé y Amambay, cuyos restos están expuestos a unos 20 metros del codo del río donde fueron hundidos. Entre sus partes se conser­van los cascos de hierro del Piravevé, que fue comprado de Inglaterra y cuyo nombre original era Ranger, y del Anhambai o Amambay, que fue capturado de los brasile­ños en los inicios de la gue­rra, el 6 de enero de 1865, en Mato Grosso.

La Armada Nacional “recoge con orgullo la gloria de los insignes marinos que en Vapor Cue levantaron en alto el sagrado pabellón de la patria y destruyeron sus naves antes que verlas prisioneras de los invasores del suelo sagrado que nos legaron nuestros mayo­res”, reza uno de los carteles de la museografía.

CARACTERÍSTICAS

Entre las principales carac­terísticas del Piravevé cabe destacar que era el más veloz debido a que era impulsado con una hélice por medio de una máquina de vapor, a lo que sin duda debe su mote de “pez volador”. Tenía 100 toneladas de desplazamiento total, 58 toneladas de des­plazamiento neto y 60 HP de fuerza. Se trataba de un vapor de ultramar que era originalmente un yate y que posteriormente fue improvi­sado como mercante. Su casco era de chapa de hierro con una eslora de 31,63 m, mangas 5,10 m, puntal 3 m y calado 2 m. Algunas de las principales operaciones en las que parti­cipó fueron la batalla de Ria­chuelo y la defensa de Pilar.

Las partes de los seis bar­cos y los cuatro cascos (dos de madera y dos de hierro) fueron recuperados en la década del 80. Hasta ahora se conservan los dos cascos de hierro y el resto ha desa­parecido por la falta de pro­tección adecuada. Del resto de las embarcaciones se pre­servan partes del casco de madera, las calderas, rue­das de borda y otras piezas. El acervo del museo también está compuesto por herra­mientas, tuercas, tornillos, palas, bolas y balas de cañón, carbón mineral, maquetas y el recientemente restaurado pabellón del Piravevé.

En el Parque Nacional Vapor Cue están exhibidos los cascos de hierro del Piravevé y del Amambay

Días y horario de visitas

El Museo Histórico Comandante Pedro Pablo Caballero depende de la Municipalidad de Piribebuy y funciona en el mismo horario de trabajo que la comuna, de lunes a viernes de 7:00 a 12:00. El guía Miguel Ángel Romero adelantó que junto con los trabajos de restauración del Santuario Nacional Dulce Nombre de Jesús, también conocido como iglesia Ñandejára Guasu, desde este 18 de agosto se realizará una organización museológica del acervo del centro a su cargo, por lo que los objetos, que ya fueron inventariados, serán levantados y lleva­dos a un depósito para ser luego organizados de acuerdo a un guion museológico. También se pueden agendar visitas guiadas fuera del horario normal y días inhábiles al (0971) 988-054.

En tanto, el monumento de Acosta Ñu es una plazoleta pública ubicada a la vera de la ruta Eusebio Ayala-Primero de Marzo con confortables asientos e iluminación. Una recomendación para los visitantes es utilizar los basureros dispuestos en el lugar, ya que durante nuestra visita pudimos constatar la exis­tencia de desechos desperdigados como latas de cerveza.

Por último, el Parque Nacional Vapor Cue está habilitado las 24 horas. Además de la galería y el museo a cielo abierto, en el predio de unas 4 hectáreas existe una zona de camping habili­tada para los visitantes que deseen pasar la noche en el lugar de manera totalmente gratuita. Es necesario llevar agua potable para el consumo debido a la salinidad de la disponible en el lugar.

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